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Sábado, 12 de julio de 2014
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ATILIO STAMPONE, JOSE COLANGELO Y RAUL GARELLO RECORDARON A ANIBAL TROILO EN SU CENTENARIO

“El Gordo siempre fue el más grande”

La mesa “Experiencias con Aníbal Troilo en el tango”, de la que participaron las tres glorias tangueras, fue una más entre las varias actividades pensadas para conmemorar los cien años de Pichuco. La coordinó Rodolfo García, director nacional de Artes.

Por Cristian Vitale
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“Es como Picasso, un artista total”, dijo Garello sobre Troilo, acompañado por Stampone y Colángelo.

“La verdad es que me da bastante pudor ser presentado así, rodeado de estas tres glorias de la cultura nacional”, dispara, entre equilibrado, respetuoso y sencillo, Rodolfo García. Segundos atrás lo habían anunciado como lo que fue (baterista y fundador de Almendra, Aquelarre y Tantor). Y como lo que es: flamante director nacional de Artes del también flamante Ministerio de Cultura de la Nación. Le tocaba, en su nuevo rol, dirigir la mesa “Experiencias con Aníbal Troilo en el tango”, una más entre las varias actividades pensadas para conmemorar los cien años de Pichuco. “Y es un honor, claro”, sentenció, rodeado por tres guardianes de la herencia troileana: Atilio Stampone, José Colángelo y Raúl Garello. El lugar fue el teatro LyF; el marco, el Congreso Internacional de Tango Argentino; y la consigna, abordar al viejo y querido “Gordo triste” desde todas las aristas y todos los matices posibles.

“Troilo me ha dejado cosas imborrables: me decía pibe y me trataba de usted; o me decía ‘usted toca con alegría, no la pierda, no deje que le roben el moño de comunión’, u otras cosas del tipo ‘si alguna vez va a llegar tarde, que sea por una mina muy linda’. Un día le dije: ‘Pichuco, yo tengo este solo, ¿cómo quiere que lo haga?’. Me miró y me contestó: ‘Pibe, usted tiene, ¡ponga!’. Y lo hice como quise”, resumió Colángelo, ante un auditorio muy receptivo, en una de las partes más jugosas de la charla. “Iba a Olivos, a tocar para el presidente de turno, y lo que menos importaba era el presidente... importaba que iba Pichuco en ojotas, a tocar. Creo que fue tan amigo del juez como del ladrón. Un tipo único”, evocó el último pianista de Troilo, que ingresó a su orquesta en 1968, en reemplazo de Osvaldo Berlingieri, y también integró el cuarteto de Pichuco que tocó en el Hunter Hall de Nueva York, en 1971, y en el Teatro Colón, al año siguiente.

En sintonía fina con la serie de actividades-homenaje que tuvieron lugar en diferentes partes de la ciudad (milongas, charlas, conciertos y muestras, entre otras), la mesa también incluyó –dicho fue– las palabras de Stampone, fundador y dueño de Caño 14, el boliche de la calle Talcahuano, donde Troilo jugó de local desde mediados de la década del ’60. “Tuve la suerte de conocerlo muy, pero muy de cerca. Fui uno de los dueños de Caño 14, donde Troilo tocó durante quince años, noche tras noche, con su cuarteto. Entonces conocí no solamente al gran artista, al gran creador, sino a un tipo excelente. Puedo decir muchas cosas sobre él: que en un día, y tremendamente afectado por la muerte de su gran amigo Homero Manzi, compuso ‘Responso’, una de las grandes obras del tango; o que significó el anticipo de Piazzolla; o que les cambió a los pianistas la manera de tocar; o que inventó el tango para escuchar, porque hizo cosas para bailar, pero también para escuchar”, resolvió don Stampone, pianista y arreglador, con 88 años recién cumplidos.

Raúl Garello, por su parte, ahondó en el olfato selectivo de Pichuco. El bandoneonista, que cumplió su rol como tal –y también como arreglador– en la orquesta de Troilo a partir de 1963, destacó que la máxima cualidad de Pichuco fue la elección de los músicos y el repertorio. “El tenía un listoncito más que el resto de los músicos y directores, en este sentido. Para mí es como Picasso, un artista total. Y un director total, porque todo músico o autor deseaba ser interpretado por Pichuco. A mí, siendo peón en su orquesta, se me han acercado cantores consagrados, como Miguel Montero, por ejemplo, para decirme: ‘¿Cómo podría hacer para cantar con él?’. Desde la ventanita que tenía yo, vi todo eso. Viví, sufrí y disfruté su cercanía, como músico y arreglador”, resolvió Garello, y dejó paso a otra intervención de Colángelo: “El Gordo siempre fue el más grande, por todo. Instrumentalmente, con tres notas en su mano izquierda bastaba. Y el bandoneón, claro, ¿por qué? Porque en el sexteto de De Caro aparecen dos ‘Pedros’ clave, Laurenz y Maffia, y salen dos escuelas tan importantes que significan el resumen del bandoneón. Después viene Ciriaco Ortiz, que empieza a frasear, y el Gordo toma lo mejor de los tres... ¡y lo mejora! Además no conocí a un tipo más generoso que Pichuco. Son muy pocos los directores a los que les gusta que les aplaudan demasiado a los cantores y a los músicos, y el Gordo era feliz con eso; cuando los aplaudían mucho, decía: ‘Mi hijo, ya tiene que irse... y no vuelva’”, rememoró el experimentado pianista.

Para amenizar –y finalizar– el convite, los organizadores pasaron una grabación del tándem Troilo-Goyeneche, haciendo “El motivo” para un canal de televisión. “Era el tema preferido del Gordo”, evocó a propósito Colángelo, y coloreó con una anécdota final: “Una vez, en Caño 14, el Gordo empezó con una versión de ‘El motivo’, y el Polaco la cantó; después la repitió y el Polaco, claro, tenía otra letra. Pero cuando terminó, tocó otro tema, ¡y volvió a empezar con ‘El motivo’! Entonces Goyeneche le dijo: ‘Gordo, cambiá de tema, ya no tengo más letra’. Fui testigo”.

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