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Lunes, 4 de agosto de 2014
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Franco Luciani, Federico Lechner y un tributo instrumental a Gardel

El Zorzal le puso la firma

En el CD Gardelerías, el armoniquista y el pianista pusieron el foco en la faceta compositiva del máximo referente tanguero. Secundados por Andrés Litwin (batería) y Pablo Motta (contrabajo), arreglaron inoxidables piezas de Gardel, en clave de trío de jazz más armónica.

Por Cristian Vitale
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Luciani y Lechner hicieron un disco en el que sólo dos canciones están cantadas.

Cien años redondos hace que debutó profesionalmente, junto a José Razzano, en el cabaret Armenonville de Buenos Aires. Noventa –más uno– que se nacionalizó argentino. Ochenta, desde que dispusiera de su formidable voz para grabar “Volver” o “Mi Buenos Aires querido”. Y uno menos desde que murió, en Medellín. Cualquier mojón que se tome del trayecto de Carlos Gardel –al azar o no–, bien vale un homenaje. Por caso, el que le acaban de hacer Franco Luciani y Federico Lechner en soporte CD, y bajo un nombre inequívoco: Gardelerías. “Lo hicimos porque simplemente sus obras son maravillosas, canciones increíbles con las que uno siempre suele encontrarse en distintos repertorios. Lo hicimos por eso, y porque las disfrutamos”, introduce el armonicista rosarino acerca de la razón-fuerza que lo llevó, junto al pianista y compositor argento radicado desde hace dos décadas y media en España, a revivir al Zorzal en once piezas y mil bellezas. “Nos propusimos armar un repertorio íntegro del ‘Mudo’ en dirección a su magnífica obra como compositor, tal vez un poco opacada por su condición de gran cantor y actor, ¿no? De cierta manera hay que seguir mostrando cuán frescas son aún esas obras, lo que aún permiten y generan”, enmarca Luciani.

Secundados por la batería de Andrés Litwin y el contrabajo de Pablo Motta, Luciani y Lechner se tomaron el lúcido atrevimiento de arreglar inoxidables piezas del Zorzal (“Por una cabeza”, “Volvió una noche”, “Lejana tierra mía” y la misma “Volver”, entre ellas) en clave de trío de jazz más armónica, con un resultado que suma variables al resguardo del profuso acervo gardeliano. “La verdad es que la elección de los temas costó muchísimo. Quedaron afuera temas increíbles como ‘Golondrinas’, ‘Mi Buenos Aires querido’ o ‘Adiós muchachos’, pero no podría hablar de una razón específica. No hay un motivo por el que quedaran afuera más allá de la capacidad de un CD y que los otros fueron ‘aprobados’ y arreglados primero”, señala Lechner, que trabó contacto con Luciani en la Expo Zaragoza 2008. “Yo acababa de tocar con mi Tango Jazz Trío y empecé a escuchar una armónica que me sedujo al instante. Hace años que toco con Antonio Serrano, un grandísimo armonicista español, pero este sonido era diferente. Me acerqué a escucharlo, y después fui al camarín a conocerlo”, evoca el pianista sobre el origen del dúo FLFL, cuyo primer trabajo –Falsos límites– configura otro notable ensamble entre folklore argentino, tango y jazz.

–Una armónica, un piano y Gardel entre medio. ¿Tensión o amor con semejante tercero?

Federico Lechner: –Nunca una pelea (risas). Hay algunos momentos de amor musical que yo definiría como una empatía total y un casi leer la mente del otro. También una constante de respeto y admiración. Creo que este proyecto dura porque los dos no sólo disfrutamos de escuchar al otro sino que sentimos que aprendemos y crecemos tocando juntos.

–El disco confirma que el Zorzal también puede llevarse bien con el jazz. ¿Costó adecuarlo?

Franco Luciani: –No. La grandeza de Gardel permite que se lleve bien con el jazz y con muchos otros géneros musicales. El abanico de géneros que visitó en su carrera es muy amplio. No sólo en lo melódico sino también en lo armónico. Pero en realidad elegimos cada uno los arreglos y los pensamos según lo que nos proponía personalmente cada obra. No hubo una intencionalidad de hacerlo más o menos jazzero. Elegimos géneros diferentes, y en cada caso tampoco sentimos la exigencia de tocarlo en su formato original.

Luciani y Lechner, se nota, despuntaron un perfil lúdico para pulir cada versión. La de “Por una cabeza”, por caso, nació de una ocurrencia del pianista. “¿Qué pasaría si tocásemos todo el tema pensando en caballos?, me pregunté”, evoca Lechner. “Después de darle muchas vueltas en el piano, no encontraba un camino que me satisficiera, que me pareciera que fuera a aportar algo nuevo y me divirtiese. Así que de repente pensé en encararlo de una forma más ‘conceptual’. Fuimos por la opción ‘caballos’ y quedó muy divertido, novedoso. También tenía ganas de hacer un arreglo para cuerdas y armónica, y ‘Volver’ me pareció el tema ideal. Es una composición cuya armonía y melodía me encantan.” Luciani, por su parte, rescata el giro dado a “Caminito soleado”. “Lo hicimos con la intención de que también esté presente la parte folklórica-campera de Gardel que, pese a ser ‘el’ cantor de tangos, nunca relegó de su repertorio. Por eso termina teniendo un color a chacarera.”

–“Amores de estudiante” también tiene sus giros...

Luciani: –Como dice el candombe de Rada: “Nos sentamos a cantar en la vereda con tambores algún tango de Gardel”. Así concebí “Amores de estudiante”, que no es un tango de Gardel sino que es originalmente un 3x4. De principio vi que la melodía se adaptaba para el ritmo y sumé un sonido con la clave africana y el Uruguay mismo, tan presente en el mito de Gardel.

–Dada la centralidad de los tangos cantados en Gardel, ¿por qué sólo pusieron voz en “Lejana tierra mía”, cantada por Gladston Galliza, y “Volvió una noche”, por Javier Ruibal? ¿Fue la mayor afrenta?

Luciani: –En un principio sabíamos que la mirada iba a ser desde lo instrumental. De hecho, nuestro primer disco no tiene cantantes invitados. Pero nos pareció interesante en este caso. Y creo que lo fue más aún teniendo en cuenta que son dos cantantes no argentinos los que se hicieron cargo de las versiones. Si bien son tangos, siempre insistí en el concepto de grandes canciones compuestas por Gardel, universales y genialmente construidas. No son enlatadas exclusivamente para el formato tango y, entendiendo ese concepto, Ruibal le dio ese toque español muchas veces visitado en las obras de Gardel. Galliza también hizo un trabajo hermoso en “Lejana tierra mía”, que es una de mis obras preferidas de Gardel. El es un músico brasileño que vivió mucho en España y es muy reconocido allí. Será por eso que se siente tan profunda la poesía y su contenido en su versión: la tierra al otro lado del mar, la tan gardeliana ruptura de fronteras.

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