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Jueves, 11 de septiembre de 2014
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Rosa Passos actúa esta noche en el Teatro Coliseo

“Brasil es todo un universo”

La notable cantante bahiana, que se presenta aquí con un grupo “que funciona como tal”, señala así la necesidad de recordar cuánto hay más allá del samba y la bossa nova. “Siempre se descubren nuevas canciones, es imposible no hacerlo”, dice.

Por Diego Fischerman
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Caetano Veloso, nada menos, definió a Passos como “la más bella expresión de la musicalidad brasileña”.

Caetano Veloso, hablando de ella, la definía como “la más bella expresión de la musicalidad brasileña” y señalaba “la espontaneidad más sobrenatural en el entendimiento de la función de cada nota cantada o por cantar, incluso de cada nota que no está en el canto, en la superficie”. Rosa Passos, bahiana como él, se intimida un poco ante los elogios. Y dice a Página/12: “Apenas canto; es lo que me gusta hacer y hay mucho por cantar”.

Sus grandes maestros fueron Dorival Caymmi y, claro, Joâo Gilberto. “Tocaba piano, de pequeña, a los 3 años”, cuenta. “Pero cuando los escuché a ellos, decidí que mi instrumento sería la guitarra. Y decidí cantar esas canciones.” Para ella, que ha estado de gira con el cellista Yo-Yo Ma, que ha grabado en dúo con el contrabajista Ron Carter, y cuyo nombre funciona como una clave entre entendidos, “Brasil es infinito, inagotable”. Rosa Passos actuará hoy en Buenos Aires y afirma, en conversación con este diario: “En algún momento el samba, y luego la bossa nova, parecieron ser lo único. Y había allí un universo gigantesco de bellas canciones, por supuesto. Pero está la música del nordeste, o la del sur, que son tan distintas y, al mismo tiempo, tan brasileñas. Y están los grandes creadores, Jobim, Vinicius, Caetano, Gilberto Gil, Chico Buarque, Djavan. Y una, como intérprete, siempre descubre cosas nuevas. Es decir, por un lado, cosas que había por decir en esas mismas canciones que ya se han cantado; un matiz, una sombra de algo había pasado desapercibido, una posibilidad nueva del texto, una posible inflexión de la voz. Y, además, siempre se descubren nuevas canciones. Es imposible no hacerlo”.

Hoy a las 21, en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), Rosa Passos se presentará junto al guitarrista Lula Galvao, el pianista uruguayo –actualmente radicado en Europa– José Reinoso, Celso de Almeida en batería y Paulo Paulelli en bajo. “Es un grupo que funciona como tal”, dice. “Nos conocemos muchísimo, nos escuchamos permanentemente. Hay una verdadera relación musical. Creo que una canción no es sólo una melodía con una letra, sino todos los mundos que puede convocar a su alrededor. Y en esos mundos los instrumentistas tienen tanta responsabilidad como quien canta. De hecho si se escuchan distintas versiones de una misma canción no es la voz lo único que cambia. Cada cantante pone su sentimiento, su entendimiento, que puede ir más para un lado o para el otro, pero esos rumbos muchas veces están fijados, o sugeridos, por lo que hacen los instrumentos, que no es un acompañamiento sino una parte indivisible de la canción misma.” Esa manera de entender la interpretación tal vez sea la que ha llevado a que ella se presente habitualmente en festivales de jazz y que tenga como su público habitual a artistas como Wayne Shorter, Wynton Marsalis, Herbie Hancock, Diana Krall o Madelaine Peyroux, que no se pierden sus actuaciones.

Su último disco, Samba dobrado (el decimocuarto de su carrera), está dedicado a Djavan. Allí incluye 12 canciones grabadas por él entre 1975 e 1992, más una inédita, “Doce menestrel”, escrita por la propia Rosa Passos en colaboración con Fernando de Oliveira, en homenaje al compositor. Djavan, a su vez, no escatima elogios para juzgar a la intérprete: “La música de Rosa es noble, íntegra, ‘sangre azul’, forjada desde muy lejos, cuando era niña por aquí, ya sea por Pixinguinha, Garoto, Jacob do Bandolim, Agostinho dos Santos, Elizeth Cardoso, Joao Gilberto, Tom Jobim. En cuanto a Rosa, también cuando era niña, de eso nada sabía. Pero ya traía a todos dentro de sí. Cantando suave, algunas veces de manera quebrada, guiada por su guitarra, enfrentando la métrica, la división, el ritmo, su voz con un vibrato a veces ronco, suena a chorosambajazz: lo máximo. Desde que la oí por primera vez, sigo los passos de Rosa. Y hoy, por lo que estoy viendo, debo seguir diciendo que ella es un clásico”.

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