Imprimir|Regresar a la nota
Jueves, 25 de septiembre de 2014
logo espectaculos
RICHARD COLEMAN TOCARA EL SABADO EN EL TEATRO OPERA

“Pude abrir el juego a más gente, salir del culto”

A partir de la salida de Incandescente, su disco del año pasado, el ex líder de Fricción y Los 7 Delfines vio crecer su convocatoria y por primera vez tocará en un teatro grande. “Este momento me llega bárbaro: no me arrepiento de nada”, afirma.

Por Roque Casciero
/fotos/espectaculos/20140925/notas_e/na31fo01.jpg
“Estoy convencido de que tenemos que pasarla bien en el escenario porque eso es lo que genera el feedback”, afirma Richard Coleman.

Se ríe, Richard Coleman. Se ríe mucho. En un momento de la charla con Página/12, incluso, ironiza con la existencia del “Coleman bueno”. Pero lo cierto es que cuesta reconocer en él al que fue: son las 10 de la mañana y enfrente tiene una taza de café con leche y tostadas. Parte de un presente muy diferente para un músico que se había acostumbrado a un gueto y a un personaje –¿el Coleman “malo”?–, hasta que decidió sacárselo de encima de a poco. “Sucedió a partir de Siberia Country Club”, dice, en referencia a su primer disco solista, de 2011. “En un momento, el personaje te resulta cómodo, te ahorrás unas cuantas preguntas: ‘Ah, es esto, lo pongo acá, en esta batea’. ‘Es dark’, qué sé yo. Pero me limitaba mucho y abrí el juego. Llegué a un punto en el que me cansé de ese personaje. Y mi evolución es retomar cosas que había dejado pendientes.” El ex líder de Fricción y Los 7 Delfines llegará el sábado por primera vez al Teatro Opera (Corrientes 860) otro dato que habla de un presente diferente. Y todo relacionado con Incandescente, su álbum del año pasado, en el que decidió poner a la canción por delante de la sonoridad y las texturas, y que le generó una respuesta de parte de un público más amplio. “Me faltaba hacer un disco que no le diera mucho trabajo a la gente, que cualquiera pudiera escuchar casualmente y que una canción se le quedara pegada aunque no supiera de quién era. Quería que mi actuación fuera secundaria, que el protagonismo lo tuvieran las canciones. Que fueran más directas, con un contenido verbal más sencillo, y que el arreglo llegara después. Ese es el proceso inverso al que venía trabajando hacía varios años”, explica.

Pero entre Siberia Country Club e Incandescente, Coleman publicó A Song is a Song (2012), un disco de covers en inglés, en el que desnudaba al extremo –con la sola compañía de su guitarra y algún que otro instrumento– temas de Brian Eno, Nick Drake y PJ Harvey, pero también de The Cars, Black Sabbath y Jethro Tull. “La mayoría eran canciones que por alguna razón me acompañaron toda la vida...”, recuerda. “Cuando las toco con la guitarra, la sonoridad es otra, queda la canción en bolas, y me doy cuenta de que son tres tonos. Y caí en que quería tratar de llegar a ese punto, usar ese modelo. Ahí abrí el juego, de eso abrevé para hacer las canciones de Incandescente.”

–¿Fue un esfuerzo simplificarse?

–Claro que sí. Sabía que iba a ser una tarea ímproba (se ríe), entonces tuve la idea de trabajar con un productor. Me gusta trabajar con productores, sé que lo necesito, y especialmente en esta etapa solista: preciso el debate del objetivo artístico que por ahí no tengo en la banda. Tanteé posibilidades hasta que llegué a Ale Vázquez, que de entrada entendió el objetivo del disco. Y yo entendí por qué me gustaba su sensibilidad: es capaz de escuchar como alguien a quien le gusta la música, no como alguien que toca. Cuando él se aburría, era porque la canción se hacía muy larga, por ejemplo. Le presenté veintipico de proyectos de música y cuando decidimos trabajar juntos, le dije: “Esta es la última conversación que vamos a tener acerca de este tema: cuando vos sientas que algo te haga ruido, cortá, sacá, hacé lo que te parezca, que yo me quedo atado al palo mayor como Ulises frente a las sirenas. Yo te voy a decir de todo, pero no me des bola”. No fue tan así, pero hubo un par de momentos tremendos. “¿Cómo me vas a sacar esta estrofa de acá? No se va a entender nada lo que estoy diciendo.” “Y, bueno, fijate cómo hacés para que se entienda, es muy largo” (risas). En “Incandescente” fue maravilloso lo que pasó: me sacó una estrofa y la coda era un puente, estaba en el medio del tema, que después volvía más épico. Cuando lo reacomodó, me fijé y el tema duraba cuatro minutos y medio. Le pregunté cuánto duraba antes y me contestó que más de seis minutos... Y era justamente lo que tenía que evitar, pero en el afán creativo no me había dado cuenta. Fue bastante complicado, pero me ayudó.

–Al ser canciones más directas, la respuesta del público también lo fue.

–Estoy muy contento, porque pude pararme en el disco para tomar este camino que es un poco distinto al que seguía antes. Salir del culto, por ejemplo... Bah, vamos a ver, por ahí vienen catorce al Opera, todos darks con los pelos parados (risas).

–Pero ya llenó varias Trastienda y Vórterix.

–Es cierto, pero me olvido. De lo que me acuerdo es de los recalcitrantes... Que también se han sumado, por suerte. El disco me ha dado exposición. Y, honestamente, me hacía falta. El reconocimiento de la gente está bueno, pero también ha pasado que siento el reconocimiento de mis pares, cosa que también me hace muy bien. Se me suman muchas cosas y ahora todo me pega desde un lugar más limpio. Este momento me llega bárbaro: no me arrepiento de nada, todo fue hecho con el timing adecuado, y si no hubiera sucedido lo que sucedió, no estaría con este presente. Hay momentos en que uno está para abajo y se plantea si debería haber hecho las cosas de otra manera, pero hace unos años que mi presente no deja de ser óptimo.

–¿Cuesta salir del gueto?

–Mientras lo disfrutás, está bien, pero la aldea es muy pequeña, se pone muy endogámico todo. Contra la pared me di varias veces, pero la primera vez que sentí que me daba contra el techo fue a fines de los ’90, cuando decidí irme a Los Angeles. Sentía que no podía crecer...

–Y cuando volvió, el “príncipe de la oscuridad” salió a tocar vestido de blanco...

–Claro, empecé a tirar que aflojáramos, que ya me rompía las bolas. Sentí que si seguía con los Delfines no iba a poder correrme más del personaje, y que ese personaje no me dejaba hacer toda la música que tenía ganas de hacer. Ojo, el personaje está ahí, abarcado por la persona que expongo ahora cuando me subo al escenario. El personaje de ahora soy yo actuando de mí mismo. Pero la música es lo más importante. Y necesito pasarla bien, navegando aguas no tan previsibles.

–Cuando tocaba con Gustavo Cerati ante multitudes, ¿nunca se preguntaba por qué no le sucedía a usted?

–No, siempre lo disfruté desde el lugar que me tocaba. Traté de comprender esos fenómenos y entendí que eso no es para mí. Lo masivo no es lo mío. Está bueno participar, pero no ser el convocante. Me gusta que venga más gente, la mayor cantidad posible, pero nunca pensé que lo mío fuera masivo. Lo que sí traté de hacer fue abrir el juego, abrirme a más gente.

Pero desde la salida de Incandescente ha tocado cada vez ante más público.

Sí. Y hay una parte que es incomprensible... ¿Por qué a mí no me tocó? Quizá no se habrá vendido bien, porque también está eso. Por ahí, cuando había para venderlo, no se hizo por inoperancia de la parte del sistema que tenía que usarme para hacer plata. Pero ya estoy curado de espanto, eso ni me lo cuestiono. Estoy grande... Me maravilla, me sorprende lo que está pasando, pero no es que pienso “era hora” o “por qué no me pasó antes”. Disfruto del presente, que para mí es nuevo. Lo que está muy bueno es que todo esto me hace mirar para adelante. Y en este momento de mi vida, tener motivaciones para mirar para adelante es súper vital. Podría estar viendo con qué banda regreso ahora para poder seguir tocando, para hacerle acordar a la gente de que alguna vez toqué y estaba bueno. Ahora todos me hablan de Fricción, pero Fricción fue hace treinta años y dejamos de tocar porque no venía a vernos nadie. Nunca tuve un boom, entonces no puedo hacer grandes regresos (risas). Salvando las distancias, y que no se me malinterprete, me resultaron muy estimulantes los últimos trabajos de Robert Plant, a partir del que hizo con Alison Krauss (Raising Sand, 2007). Ver al tipo éste, con toda la historia, haciendo estos discos que hace, tocando con músicos nuevos... Cuando escuché el disco con Krauss, pensé: “Qué maravilloso, yo quiero envejecer así, a los 60 pirulos estar pensando en el próximo disco”. Y estoy en camino, estoy para eso, entonces me siento muy bien.

–¿Tocar en el Opera será el moño para Incandescente?

–Probablemente hagamos algo más... Veo que está bien el camino que hizo el disco, pero ahora pasa a ser parte del repertorio. Ahora tenemos un repertorio en el que todos los temas son lindos, se hace re complicado armar un show, pero por otro lado podemos armar el show que tengamos ganas. Lo principal es que nosotros la pasemos bien. Y compartir eso con la gente. En esta etapa del “Coleman bueno” (risas), si quieren que toque “Héroes”, yo les toco “Héroes”. Pero les voy a tocar cuatro temas que no se esperaban... Y vamos armando la cosa. Estoy convencido de que tenemos que pasarla bien en el escenario porque eso es lo que genera el feedback, no solamente tocar y que la gente te vea. Lo que pase con la música tiene que ser trascendente. Por otra parte, puede ser que lo del Opera sea el moño de Incandescente, pero también es un escalón, el primer paso de algo. No me gusta hablar al pedo, el Opera todavía no pasó, pero desde ya estoy aprendiendo montones de cosas: requiere de otro tipo de logística, otras cosas. Y en lo musical, puede llegar a verse como una seudo retrospectiva. No hice hincapié en Incandescente, aunque sin que se note tocamos ocho temas del disco. Pero es un show de mi presente, por eso no es “retrospectivo”: si toco un tema de Fricción, lo toco como tengo ganas de hacerlo ahora. No dejo de respetar la versión original, pero es ahora, no siento que estoy interpretando una canción de antes.

–¿Y cómo será el paso siguiente al Opera?

–Ya me voy a poner a laburar en el próximo disco. Quedarán algunas tocadas, probablemente un par solo con la viola... Ya hice el Opera, ¿qué es lo que me falta hacer? Y bueno, bares (risas). No puedo parar de tocar. ¿Qué querés, que espere algo más grande? Noooo... Tocaré en bares mientras compongo el próximo disco. Festivales, qué sé yo. Pero ya tengo ganas del vértigo de la hoja en blanco.

–¿Está completamente en blanco?

–Ehhhh... Estoy buscando los bastidores (risas). Tengo unas cositas, pero prefiero pensar en eso después, no quiero desenfocarme. También estoy haciendo la música de una película, La muerte juega a los dados, que está programada para febrero o marzo. Ahora hice un parate, pero ya la retomo. Lo que sí no voy a hacer es dejar de tocar.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.