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Lunes, 27 de octubre de 2014
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Tres jornadas multitudinarias en el Festival del Bosque

Canciones con espíritu amplio e inclusivo

El encuentro gratuito platense puso nuevamente en diálogo a la música popular de raíz de la Argentina y Latinoamérica con las formas, sonoridades y discursos contemporáneos. El Fifba volvió a acercar el folklore a públicos urbanos y jóvenes.

Por Sergio Sánchez
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Martín Buscaglia y Ramón Ayala, dos de los artistas que participaron del festival. Prevaleció la heterogeneidad de las propuestas.

El folklorista y luthier santiagueño Elpidio Herrera y el trío experimental Tremor hacen vibrar a miles de personas con una propuesta armada especialmente para la segunda jornada del Fifba: un cruce entre el universo sonoro y poético del creador atamisqueño con la fuerza de los bombos y los sintetizadores del grupo de Buenos Aires. Una propuesta que en este marco no suena forzada, ni genera ruidos. Es que, en líneas generales, ése es el espíritu del Festival del Bosque (Fifba): poner en diálogo a la música popular de raíz de la Argentina y Latinoamérica con las formas, sonoridades y discursos contemporáneos. Lejos de adoptar una mirada conservadora y tradicionalista del folklore, este encuentro hace un aporte fundamental para acercar la música de raíz folklórica a públicos urbanos y jóvenes, y pone el acento en la propuesta estética-artística antes que en nombres convocantes. Aunque si bien es cierto que, por ejemplo, el cierre de la tercera jornada estuvo a cargo ayer del Chaqueño Palavecino –uno de los músicos más convocantes del paño del folklore–, también lo es que el festival está organizado de tal manera que el público no asiste exclusivamente para ver a tal o cual artista sino que se deja llevar por la programación y disfruta de las jornadas en su totalidad.

Con entrada libre y gratuita, la primera jornada reunió durante todo el día a 50 mil personas, y más de 65 mil transitaron el sábado por el Paseo del Bosque de La Plata. Al cierre de esta edición, la tercera y última jornada alcanzaba las 80 mil personas. La propuesta, el marco natural ideal y el clima contribuyeron a que la sexta edición del Fifba fuera todo un éxito.

Organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, la jornada del sábado demostró el espíritu amplio e inclusivo del Fifba: los dos espacios más interesantes fueron el escenario Fogón y el Panorama, que a priori parecen antagónicos, pero no lo son. Fue emotivo ver a miles y miles de personas sentadas en el pasto escuchando al poeta y compositor misionero Ramón Ayala, una figura revalorizada y descubierta por los jóvenes en los últimos años. Fiel a su estilo seductor, Ayala hizo subir al escenario a dos chicas para bailar juntos el gualambao, un ritmo inventado por él. “Cuando bailás con una señorita el gualambao, no te separan ni con un bisturí”, bromeó el músico, que ya pisa los 77 años y aún tiene mucho para dar. Escoltado musicalmente –en guitarra y acordeón–- por el dúo Los Hermanos Núñez, Ayala recitó versos sobre el hombre del Litoral y paseó por sus canciones más emblemáticas, como “El mensú”, “Mi pequeño amor” y “El cosechero”. Minutos después, en el escenario Alternativo, la fanfarria de vientos Todopoderoso Popular Marcial activaba el segmento bailable a través de tinkus, cumbias, porros y algún reggaetón, con un ballet andino en el escenario y todo. El Fifba ya era una fiesta. Por el escenario Fogón, más temprano, habían tenido lugar las propuestas acústicas de Marina Fages y Lucy Patané, Cristóbal Repetto y el uruguayo Martín Buscaglia. Con esa voz mágica que lo caracteriza, Repetto mostró las bellas interpretaciones criollas y folklóricas de su último disco, Tiempo y silencio; y Buscaglia repasó, solo con su guitarra y mucha interacción con el público, canciones de todos sus discos (como “El sol” y “Visionario”), de su padre Horacio (“Camiones”), y regaló un popurrí de sambas brasileños.

La tarde fue ideal para un plan de picnic y mates. Durante el comienzo del festival, a las 15, familias enteras y grupos de jóvenes de chicos y chicas se hicieron dueños del Bosque. Malabaristas, artesanos, vendedores de pan relleno y bebidas, y pibes que evidenciaban amplios gustos musicales (reggae, rock, folklore, hip hop) convivieron hasta la 1 de la madrugada, cuando sonaban los últimos acordes de Raly Barrionuevo. Si bien en cada escenario las propuestas eran diversas, fue una decisión atinada que los artistas no se superpusieran. De esta manera, el público podía trasladarse de un escenario a otro y disfrutar de todas las propuestas. “Comienza un nuevo episodio de psicodelia, folklore y rock”, dijo el histriónico presentador de la banda de Formosa Nde Ramírez, que fusiona un sonido poderoso de guitarras eléctricas con bombo legüero, vientos e intervenciones de malambo. “Venimos directo del monte hasta el Bosque”, bromeó luego. Nde Ramírez adelantó lo que vendría un rato después en el escenario Panorama: la música santiagueña al palo, eléctrica y con la percusión al frente. Primero, Tremor y Elpidio Herrera dieron un ejemplo de integración y tolerancia musical. Luego, Horacio Banegas le hizo honor a la chacarera y consiguió que los bailarines levantaran polvareda. Y, finalmente, Raly Barrionuevo y su guitarra urgente coronaron la jornada. El músico de Frías preparó un set atravesado por el rock y el reggae –lo acompañaron músicos de Nonpalidece en los vientos–, y no se olvidó de clásicos como “Zamba y acuarela”, “Ey paisano”, “Oye Marcos”, “Chacarera del exilio” y su tremenda versión de “Hasta siempre”.

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