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Martes, 28 de octubre de 2014
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Se estrena hoy en el Colón la ópera Elektra, de Richard Strauss

La soprano más dramática

Linda Watson, una de las grandes especialistas actuales en este repertorio, será Elektra en la nueva puesta de esta obra cumbre de la historia del arte. “El compromiso, la dificultad y, por supuesto, la belleza musical de este personaje son inmensos”, dice.

Por Diego Fischerman
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Linda Watson, protagonista de la última ópera romántica o, quizá, primera del expresionismo.

El deseo, para permanecer vivo, debe mantenerse insatisfecho. Y es posible que tal cosa nunca haya sido puesta en escena de una manera tan radical –y tan perfecta– como en la genial escena de la muerte de la protagonista, en la ópera Elektra, de Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal. Estrenada el 25 de enero de 1909, su compositor había escrito, en una carta al director orquestal Ernst von Schuch fechada en septiembre del año anterior, pocos días después de haber terminado la partitura: “La protagonista debe ser la soprano más dramática que se pueda encontrar”. “El compromiso, la dificultad y, por supuesto, la belleza musical de este personaje son inmensos”, dice a Página/12 Linda Watson, una de las grandes especialistas actuales en este repertorio, quien será Elektra en la nueva puesta de la ópera que sube a escena en el Colón hoy a las 20.30.

“Ella está en escena todo el tiempo, incluso cuando no está. Es la que sostiene la acción de todos los demás”, dice la cantante. “Y creo que es la obra con la parte de soprano más larga y más exigente de la historia. Eso me decía el otro día Paternostro –quien será el director musical de esta puesta–; nunca lo comprobé. Habría que comparar con Isolda. Pero lo que es innegable es que es un gran papel, donde no basta con cantar las notas. Cada palabra debe ser comprendida. Y a veces el significado está en cómo se pronuncie una ‘s’ sibilante en el centro de una palabra.”

Brunhilda en Bayreuth, en 2006 y 2007, en el Ring dirigido por Christian Thielemann, en las óperas de San Francisco y Los Angeles, en la de Viena, en la Deutsche Oper de Berlín, la Nederlandse Opera Amsterdam y en el Théâtre du Châtelet de París, interpretó a Isolda en Los Angeles, Amsterdam, Munich y en el Met de Nueva York y a Elektra en varios de los principales teatros del mundo. “Es una mujer obsesionada con algo, construida por ese algo que, al ver consumada su venganza, simplemente muere. Esa muerte, que además es una muerte cantada y bailada enloquecidamente, es lo más dramático que pueda imaginarse.”

Elektra, última ópera romántica o, quizá, primera del expresionismo, tuvo un largo proceso de gestación. En parte por las ocupaciones de Richard Strauss, por ese entonces un compositor exitosísimo. Y, también, por el perfeccionismo. Las continuas comunicaciones con Hugo von Hofmannsthal muestran los retoques y búsquedas conjuntas a lo largo de cinco años. Y es que la relación con este libretista, con quien estableció una alianza creativa sumamente fructífera –también trabajaron juntos en El caballero de la rosa, Ariadne en Naxos, La mujer sin sombra, Intermezzo, La egipcia Helena y Arabella–, fue exclusivamente epistolar. El grado de concentración dramática de esta obra creada en los años en que se descubría al inconsciente y el nivel de tensión al que es llevado el viejo sistema de la tonalidad funcional –donde cada acorde conlleva una función de tensión o reposo relativo–, mediante la acumulación de disonancias y modulaciones (cambios de centro tonal, es decir que cada vez que algo estaba por llegar al reposo era llevado a una nueva tensión), hacen de esta ópera una de las obras cumbre no sólo del repertorio del género, sino de toda la historia del arte. Como en los cuadros de Ensor, Munch o Kokoschka, aquí es toda una concepción estética la que anuncia y pone en escena su propia disolución.

La relación entre Elektra, su madre Klytemnestra –asesina de Agamenon, el padre de Elektra y usurpadora del trono junto a su amante Aegisthus, el tío de su marido– y su hermano Orestes tentó a varios escritores del siglo XX (entre ellos Jean-Paul Sartre, que lo adaptó en Las moscas, y el propio Von Hofmannsthal, quien ya antes de trabajar en la ópera había estrenado una versión teatral en alemán basada en la tragedia de Sófocles). Richard Strauss hace a su vez una suerte de traducción al mundo de la música (o del teatro musical) y el método de composición que utiliza es bautizado, con precisión, como “polifonía psicológica”. La técnica del leitmotiv y las ambigüedades tonales a las que había arribado Wagner en Tristán e Isolda son llevadas aquí a un punto de sutileza y desarrollo extremos. Y en tanto cada personaje (en particular la madre y la hija) tiene características musicales propias, la simultaneidad de ritmos y tonalidades diferentes construye un tejido de una complejidad y una densidad inéditas en el género.

Estrenada en el Colón en 1923, conducida musicalmente por el propio Richard Strauss, Elektra vuelve a la sala con dirección escénica, diseño de escenografía y de iluminación de Pedro Pablo García Caffi, director actual del Colón, y diseño de vestuario de Alejandra Espector. Protagonizada por Watson, la soprano Manuela Uhl será su hermana Chrysothemis y la mezzosoprano Iris Vermillion representará el papel de Klytemnestra, viuda de Agamenon y usurpadora del trono junto a su asesino Aegisthus. Con funciones, además de la del estreno, el próximo viernes, el domingo 2 de noviembre (única, que será a las 17) y el martes 4 de ese mes, el elenco se completa con el tenor Enrique Folger como Aegisthus, el barítono Hernán Iturralde como Orestes y, en los papeles más breves, Cristian De Marco, Marina Silva, Daniela Taberning, Eduardo Bosio, Víctor Castells, Janice Bird, Alejandra Malvino, Alicia Cecotti, Virginia Correa Dupuy, Vanesa Tomas, Marisú Pavón, Carla Paz Andrade, Costanza Castillo, Cecilia Jakubowicz, Celina Torres, Laura Domínguez y Verónica Cano.

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