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Lunes, 8 de diciembre de 2014
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Nelson Avalos y el notable disco compilatorio Patagonia, Canto y Poesía

Los sonidos de la Patagonia profunda

Durante cuatro años, el trovador chubutense se dedicó a una concienzuda tarea de recopilación de las músicas de una geografía a veces desdeñada. “Yo creo que lejos está la expresión musical y poética patagónica de haber alcanzado su sonido final”, explica.

Por Cristian Vitale
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“Es una pequeñísima muestra de un gran caudal de canciones y poesía que hay en la región del sur”, dice Avalos.

Patagonia inmensa. Moderna y ancestral. Crisol. Un territorio en construcción, en revolución cultural permanente. De su música, puntualmente, hay quien dice que no tiene identidad. No, al menos con la claridad que sí la tienen Cuyo, el Noroeste, el Litoral o la llanura pampeana. Hay quien dice, también, que tal posición es una impostura. Que pasa por alto lonkomeos y chorrilleras. Kaanis y cordilleranas. Que omite a Hugo Giménez Agüero y Marcelo Berbel, dos gigantes de la región. Serían ambas, dos corrientes, dos posiciones enfrentadas, que no pueden anular una tercera. Una alternativa en movimiento constante. En construcción y revolución permanente. “Yo creo que lejos está la expresión musical y poética patagónica de haber alcanzado su sonido final o un ritmo que la identifique”, refrenda Nelson Avalos, trovador patagónico, parado en esa posición, y con una espada que lo respalda, claro: un disco recién editado que condensa en veinticuatro temas de doce artistas el canto y la poesía –la trova– patagónicos. Un tester musical, vivencial, que rescata la diversidad de la región y la unifica bajo una impronta.

“Después de la dictadura comenzaron a surgir encuentros espontáneos entre músicos y cantautores. Se buscaba definir la música patagónica, la identidad musical que diferenciara esta región de las demás, y se mezclaban Berbel o Giménez Agüero con otros menos conocidos como el Chele Díaz, Marcelo Falcón o Héctor Ossés. Nosotros nos reflejamos en estos últimos”, enmarca Avalos, guitarrista, compositor y productor del disco. “Lo de don Marcelo y don Hugo, sí, fueron búsquedas. Búsquedas dentro de las tantas en este territorio de búsquedas.” Patagonia, Canto y Poesía, entonces, configura otra búsqueda posible en manos de un conjunto de trovadores patagónicos cuya intención viene germinando desde los primeros años de la década del ochenta del siglo pasado.

Desde encuentros que, a esa altura, sucedían en El Bolsón, en Esquel o en El Hoyo. Y encontraba a muchos de los que aportaron sus piezas al flamante disco: el Chele Díaz, Julio Leite y Marcelo Falcón, por caso. “Ellos fueron una especie de puente generacional entre los que comenzábamos a animarnos a cantar nuestras canciones y lo que había sucedido con la canción popular antes de la dramática interrupción de la dictadura. Ellos venían con todo el bagaje que les había dejado los setenta. Aquella época de convulsión política y de militancia les había dado el saber de aquel fenómeno que caló en nuestra cultura popular: el Nuevo Cancionero. Por eso digo que el canto nuestro es la expresión regional de un reflejo tardío de ese movimiento cancionero y político que la época más oscura del país tronchó”, desarrolla Avalos.

Un antecedente más cercano y directo de Patagonia, Canto y Poesía (editado por B&M) fue Canto Fundamento, colectivo formado en 1994. “Nos juntó la cuestión ética más que la estética”, evoca Avalos, testigo y parte de un movimiento que experimentó otro mojón intenso en 2005, cuando comenzó a realizarse el Encuentro de Trovadores en Trelew, y prosiguió en la bella Epuyén, donde los trovadores se toparon con el productor Javier Chalup, factótum central, también, del resultado de esta historia. “Creo que Javier olfateó que por acá había un gran caudal cancionero desconocido, aún en el mapa musical y poético del país, y actuó en consecuencia. Su intención inicial era producir un disco de cantautores chubutenses. Y me pidió que le recomendara diez artistas. Yo no lo pensé mucho y le envié una contrapropuesta: le dije que para entender y reflejar lo que hacíamos en Chubut, necesariamente había que referenciarlo en exponentes de otras provincias patagónicas y que la poesía recitada tendría que estar presente. Y que tampoco podíamos obviar a la patagonia chilena, pues desde siempre habíamos visto a la región en forma integral”, cuenta Avalos, también autor del disco A veces y entonces, publicado en 2009.

Entre la idea y la concreción de Patagonia... pasaron cuatro años. “Tuve que explicarle a los compañeros la importancia que tenía que este disco se concretara. Que era el momento, luego de tantos años de caminar juntos, de salir hacia otros ámbitos. Que iba a ser un gran paso para todos. Que sería la oportunidad de la experiencia ‘profesional’. Sabemos que el disco es una pequeñísima muestra de un gran caudal de canciones y poesía que hay en la región del sur. Pero creo que refleja, como decía antes, la diversidad de modos, estilos y ritmos. No se parece a lo que sería un disco similar de otra región del país, porque allí los ritmos serían dos o tres y las formas de tocar y de cantar también, y creo que esto pasa porque esas regiones tienen una historia más ‘antigua’ y la música y la poesía han encontrado sus formas, están más definidas”, describe uno de los principios motores de este trabajo nodal, cuyo sentido identitario va de suyo.

Aúna bajo los mismos aires las dos piezas del mismo Avalos (un homenaje a los chacareros del valle de El Hoyo, llamado “Después de la sequía” y “A veces y entonces”) con el contundente poema bilingüe “Esperando a Inakayal”, de la descendiente mapuche Liliana Ancalao. “Canción para volver a la tierra”, del Chele Díaz, historiador, cantautor y poeta, con el notable Valeriano Aviles, el primer músico que se animó a cantar milongas, rancheras y cuecas en mapuzungún (“Moyì tun papaí inché”). Al poeta fueguino y trotamundos “Mochi” Leite (“Manifiesto”) con Naara Andariega, joven trovadora del sur de Chile (“Gente urgente”). O al dúo La Chuza, que se despacha con la bella “Tallador de ausencias”, con “El Choique”, pieza de batalla de otro batallador de la región: Ramón Queipul, cuyo grito de guerra mapuche tal vez unifique la intención: diez veces venceremos, diez veces estamos vivos.

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