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Sábado, 21 de febrero de 2015
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ADRIAN ABONIZIO Y SERGIO SAINZ TOCARAN EN EL TEATRO DEL VIEJO MERCADO

Canciones que se mantienen en el tiempo

Más que una presentación de Cualquier tren a ningún lado, disco que grabaron juntos hace un tiempo, el concierto será una nueva ocasión para que estos dos amigos vuelvan a compartir escenario. Y tal vez adelantar temas de un futuro trabajo.

Por Cristian Vitale
Abonizio y Sainz se hicieron conocidos como parte de la trova rosarina que apareció en los ’80.

Data para recién avenidos: Adrián Abonizio es quien le compuso a la voz de Juan Carlos Baglietto varias de las gemas que dieron vuelta la música popular argentina, allá por los primeros ’80 del siglo pasado: “Mirta, de regreso”, por caso. O “Dios y el diablo en el taller”, “El témpano” y la nodal “Historia del mate cocido”. Rosarino el hombre, igual que Sergio “El Muerto” Sainz, cuyo rostro, a diferencia de aquél, aparece explícito en la contratapa de uno de los discos clave de la trova rosarina: Actuar para vivir. Era el bajista. “Fueron años en los que convivíamos con el caos, el vértigo y las ilusiones democráticas y artísticas, y con todos esos condimentos podríamos haber naufragado o rumbear para cualquier lado. Sin embargo, internamente creo que respirábamos una atmósfera de profesionalismo. No sé si tocábamos muy bien, pero teníamos un compromiso estético con las canciones. Mi intención es conservarlo”, dice él, boleando un lazo entre épocas. “Sí, los ’80 fueron tiempos difíciles e ingenuos: aún desconocíamos la maquinaria del negocio de la música y fuimos devorados por ella. Lo único que nos salvó es que siempre seguimos componiendo, eludiendo el momento de furor y pensando en que lo que estábamos haciendo era circunstancial y que el tiempo iba a definir su valía. Fueron canciones desesperadas, fieles al momento”, agrega Abonizio. Punto con el contexto histórico.

Y aparte... pero no tanto. A más de treinta años de aquella patriada musical, ambos siguen intentando juntos, a través de un puñado de canciones que no sólo refrendan la pluma esteta de Abonizio (a través de la bellísima “Carta de un ladrón”, “La sombra de la guitarra” o “La negrita de Morón”), sino que le suman la de Sainz (“No estamos a salvo”, “La Noche”, “Tus brazos en cruz”), y las voces –finas, armónicas, bien rosarinas– de ambos, que sólo podían quedar solapadas ante el torrente energético del Baglietto de esa época. Así quedaron expuestas en Cualquier tren a ningún lado, disco que grabaron juntos hace un tiempo –con las participaciones de Raúl Carnota, Liliana Herrero, Lucho González y los “monos” Izarrualde y Hurtado, entre otros– y que volverán a mostrar hoy a las 21.30 en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177). “Es un disco vigente porque tiene buenas canciones y no son muchos los que lo conocen”, sintetiza Sainz en la previa, y completa Abonizio: “Es un disco como todos los que uno tiene la suerte de hacer, que se mantienen en el tiempo superando la difusión o los momentos especiales. Lo tocamos siempre y nunca nos cansamos. Además, es el fruto del trabajo de tres autores y compositores que se mezclaron y eso es un avance en la ruptura del ego”, señala el reconocido hincha de Rosario Central, pensando también en Rodrigo Aberastegui, la “tercera pata del dúo”, que también será parte del concierto, al igual que el guitarrista Rodolfo Gorosito. “Vamos a tocar lo que queramos y suene mejor... Siempre improvisamos sobre la marcha porque suele haber casi siempre temas nuevos”, informan ambos, mirando las piezas de un nuevo disco –potencialmente doble– a publicarse en breve y con título casi consumado: Embarcaciones.

–¿Cómo se edificó y sostuvo esta amistad musical y humana entre ambos? Eso los diferencia del resto de los “amigotes” de la trova, que en su mayoría siguieron caminos separados.

Adrián Abonizio: –Al Muerto lo conocí tocando en una banda de San Nicolás y siempre tuve puesto el ojo en que era un buen cantante y compositor, que no se daba cuenta de que lo era. Cuando me mudé a Buenos Aires, empezamos a vernos más seguido y naturalmente nació esta sociedad. Nos gusta la misma música y a la hora de componer privilegiamos la melodía y la letra. Además es un valiente y siempre es bueno que haya uno en el equipo.

Sergio Sainz: –Somos amigos, pero no necesitamos frecuentarnos. Nos vemos poco, hablamos de fútbol, de futuros trabajos, y coincidimos en quitarle solemnidad a todo. Por eso nos divertimos, porque creo que somos respetuosos del otro en la euforia o el silencio. Por ejemplo, si pierde Central, yo no puedo caer en la chicana burlona, fácil y previsible... simplemente le hago saber que estoy al tanto de la derrota. Podría ser esto una metáfora. 

–¿Cómo es la relación, hoy, con el resto de los integrantes de la trova?

A. A.: –Buena. Cuando nos vemos, parece que no hubiese pasado tanto tiempo. Sabemos congelar la distancia, digamos.

S. S.: –Yo, al que veo más seguido es a Juan porque nuestros hijos mayores (Julián Baglietto y Tomy Sainz) comparten proyectos musicales, y ahí estamos detrás del alambrado... ¡Cómo tocan estos pibes!

–Abonizio, ¿no hubo un amague de juntada más luego de Rosarinos, el disco que publicaron en 1997 con Rubén Goldín, Jorge Fandermole y Lalo de los Santos?

A. A.: –Sí, los hubo, pero la psiquis humana es incomprensible y cada uno suele estar parado buscando su propio camino, su propio error y su felicidad. No aprendimos a sumarnos y ser más fuertes en grupo. Pero lo hecho ya está, claro.

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