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Viernes, 20 de marzo de 2015
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RODOLFO MEDEROS ACTUARA ESTA NOCHE EN EL CENTRO CULTURAL TORQUATO TASSO

Destellos de un homenaje permanente

En el marco del programa En su huella, dedicado a Aníbal Troilo, el bandoneonista se presenta los viernes con su trío. Lo que quiere, dice, es “tratar de recuperar la ternura y la profundidad de las melodías de Pichuco”.

Por Cristian Vitale
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Mederos interpreta los clásicos de Troilo, pero también los “lados B”.

Una melodía silbada. Bella y triste. Luces que se van atenuando hasta apagarse. Y tres figuras que emergen de entre las sombras: el anfitrión del Tasso, esta vez (Rodolfo Mederos), y dos de sus adláteres: Sergio Rivas, con su contrabajo, y Armando de la Vega, con su guitarra. Es el mismísimo Rodolfo Mederos Trío que le sumará un viernes más a la presentación del programa En su huella, dedicado a don Aníbal “Pichuco” Troilo. “Siempre la gente homenajea a quien considera que tiene que homenajear cuando se cumple uno, diez o veinte años de su nacimiento, o de su muerte, o de lo que fuere, pero yo no estoy de acuerdo con eso. Para mí, el homenaje es permanente”, sostiene el bandoneonista, poco antes de la velada troileana que repetirá hoy a las 21, en la casa de Defensa al 1500. “Para mí no hay una fecha, y menos cuando se trata de Troilo, que es una especie de fundante de todos nosotros, ¿no? Cualquier día que hagamos un recordatorio está bien... lo otro me suena un poco a cosa marketinera”, amplia Mederos, dicho está, en la previa de la noche musical.

Una noche en la que el trío fluye y luce instrumental, sentido, introspectivo, hasta que se le suma un cuarto integrante (Leandro “Negro” Falótico) para cumplir con los temas cantados. De impecable ambo negro y formal voz, esta figura del tango nueva-era encara una notable versión de “Desencuentro” (pluma de Cátulo Castillo) y otra de la misma pluma, pero de esas que inmortalizó Goyeneche (“A Homero”). Devienen luego, ya con el público encendido, “Te llaman Malevo”, de Homero Expósito; el enorme vals que el otro Homero (Manzi) compuso en 1947 (“Romance de barrio”). También “Mi tango triste”, escrito por José María Contursi, y una versión entre lisérgica y enigmática de “Garúa”, del gran Cadícamo. Los aplausos son mil.

“La idea, que no sé hasta qué punto logro, es tocar estas músicas de otra manera. La música popular, y el tango en particular, tienen una especie de posibilidad escultórica. Es como si dieras vuelta alrededor de una escultura, vieras sus diferentes ángulos e iluminaciones, y el fondo, en la medida que vas dando vueltas, va cambiando. La luz va cambiando... esa misma escultura es un millón de esculturas. Yo decidí mostrar las músicas de Troilo de otra manera, pero no modernista, ojo, porque yo no sé qué es el modernismo ni de qué está hecho. Lo que traté de hacer fue recuperar la ternura y la profundidad de las melodías de Troilo”, refiere el hombre, a punto de cumplir 75 años, y con un pasado que lo conjuga con tal modernismo (Generación Cero, Quinteto Guardia Nueva, etc), pero a la vez lo desmarca de la pretensión, como su temprano rol en la línea de bandoneones de la orquesta de Osvaldo Pugliese y un regreso a las fuentes a través de su Orquesta Típica que también se presenta en el Tasso, pero los sábados.

“Lo mismo que dije sobre Troilo diría sobre la orquesta”, asegura Mederos y fundamenta: “Intento que aquellas músicas que han sido escuchadas hasta el cansancio no suenen igual. Pero no para demostrar mis tecnicismos y habilidades como arreglador, sino otros costados de esa música. Por eso decía que la música tiene un destino escultórico, y esta posibilidad de verla con otras luces, fondos o detalles me parece maravillosa... ver dónde se establecen las curvas de la emoción, porque creo que el arreglo es una suerte de cosmetología que tiene la posibilidad de fortalecer algo. Es lo que intento con Troilo”. Y lo que se nota, no solo con los clásicos que recrea –volvemos– con su formato de trío más cantor, sino también con “lados B”. “Es inevitable que estén los clásicos, los universales, pero también elegimos alguna pieza que ni siquiera yo conocía. Se llama ‘Con mi perro’ y es una milonga que transformé en milonga surera”, comenta Mederos, con un ojo puesto en un vaso de whisky a medio terminar y otro en la única pieza que no es de Troilo sino de él. Y que se llama, precisamente, “En la huella”. “Es un tango mío que intenta recuperar las predilecciones de Troilo. Sus diseños melódicos, sus pensamientos armónicos y su manera de frasear, como una manera de mantenerlo en presente. Es mentira que se murió... él está siempre. Nos guía y nos ilumina, y uno transita su huella no con una idea imitativa, sino con la idea de recuperar las esencias de ese músico, y conocerlo bien, de ‘entrar en su casa’. Lo que yo tenga para dar de mí, bueno, se verá”, concluye Mederos, y sale a escena...

Ya no hay tiempo de más.

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