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Viernes, 3 de abril de 2015
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El Tata Cedrón estrena El puchero misterioso y después en el Teatro El Popular

“Me empeciné en hacer música como antes”

Junto a La Musaranga, una “compañía nacional de autómatas”, el músico armó un espectáculo “de circo pobre” en el que su música gana otras magias, bien dispuesta entre guirnaldas, banderines, arena y telones. Y siempre junto a su cuarteto, que estrena formación.

Por Karina Micheletto
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“El espectáculo también es memoria de otra época. Porque nosotros vivimos esa época y yo sigo contándola y cantándola”, afirma Cedrón.

“Contento, contento”, dice que anda el Tata Cedrón, y lo dice como repasando la letra de un tango, o un verso de los poemas que él musicaliza –empecinadamente, definirá más adelante– desde hace ya cinco décadas. El Tata Cedrón habla y planta estilo, con una energía que se materializa en una cantidad de proyectos que hilvana en el relato, y que aparecen también hilvanados por la música. Desde que volvió de un largo exilio político, en 2004 (estuvo treinta años en París, con un fallido intento de regreso en los ’80), esa energía floreció en una cantidad de presentaciones, formas e ideas que ahora están a mano para los argentinos, en pequeños clubes de barrio (y hasta en una verdulería, como un tiempo atrás) o en teatros céntricos, siempre con su cuarteto como bandera.

Y así se multiplican los modos de estar contento de Cedrón. Está, para empezar, el estreno de El puchero misterioso y después, el espectáculo que armó con La Musaranga, una “compañía nacional de autómatas” de singular propuesta (con un estilo, por cierto, muy afín al de Cedrón), en el que se mezclan marionetas, títeres y artefactos construidos con material reciclado, viejas fonolas en las que por una moneda se escucha un discurso de Perón, tablados en los que suenan grabaciones de Ignacio Corsini, audiciones radiales de Nelly Omar. Junto a este talentoso y original grupo –que también lleva una destacada labor social en San Fernando–, Cedrón armó una puesta “de circo pobre: como un circo rico, pero pobre”, en la que su música gana otras magias, bien dispuesta entre guirnaldas, banderines, arena y telones, todo “como era antes”. Lo estrenarán esta noche en el Teatro El Popular (Chile 2080) y seguirá todos los viernes de abril a las 20.30, con la nueva formación del Cuarteto: Miguel Praino en viola, Miguel López en bandoneón y guitarra, Daniel Frascoli en acordeón y guitarra e Irina Bianchet en violín.

El Cuarteto Cedrón estará llevando además este circo por la provincia de Buenos Aires, en su versión El puchero misterioso itinerante (el sábado estarán en Ituzaingó, en Tabaré 5455, Villa Udaondo; el 16 y 17 de mayo en La Grieta de La Plata). “Nos invitó Mariotto y son presentaciones que disfrutamos mucho, en lugares bien populares, siempre con entrada gratuita. Ahí es donde lo que uno hace vuelve a tener otro sentido”, agradece el músico. Otro de los motivos de ese andar contento de Cedrón es la finalización, hace un tiempo y después de largo trabajo, del sitio web en el que reúne su obra completa (cuartetocedronobracompleta.blogspot.com.ar, ver aparte). “Se puede escuchar, pero no bajar. Ahí hay cincuenta años de música. Quien quiera oír, que oiga”, invita.

Son cincuenta también los años que se cumplen de la apertura de su mítica sala Gotán, por la que pasaron los ilustres del tango y de otros géneros. La otra buena nueva que tiene para compartir es la de la columna que lo tiene como protagonista en Nacional Folklórica (FM 98.7), los lunes a las 16 en el programa de Héctor Larrea, y los jueves a las 13 en el de Marcelo Simón. “Dos próceres de la radio, dos referentes: está bárbaro poder mostrar mi música en ese espacio”, halaga. Toda esta actividad es la que lo tiene contento a Cedrón; él la transmite en un relato por momentos atropellado, siempre apasionado, que contagia entusiasmo, y que parece ser una manera de estar en el mundo, incansable y, como él dice, empecinada.

–¿De dónde viene ese Puchero que viene cocinando hace rato, siempre con algún ingrediente nuevo?

–Lo del Puchero misterioso es por lo de Raúl González Tuñón, él habla de un bar, un bodegón, despacho de bebidas, en Talcahuano y Cangallo, que existió en los años ’30. El nombre se lo puso Nalé Roxlo. A ese bolichón iba todo tipo de elemento: poetas, canillitas (que fueron los que pagaron la edición de La crencha engrasada, de Carlos de la Púa), “mujeres de vida equívoca” (como decía Raúl, que era muy pudoroso), malandras, “ladrones casi angélicos” que lloraban cuando él recitaba “Eche veinte centavos por la ranura”. Era un mundo como de circo. De ahí salieron muchos personajes de Enrique González Tuñón y de Roberto Arlt: Ergueta iba a ese bar. Toda esa descripción, ese ambiente circense, es extraordinario; por esas cosas amo tanto a Tuñón.

–Y ahora se mezcla con la Compañía Nacional de Autómatas, una propuesta de marionetas y artefactos. ¿Cómo lo armaron?

–Como decía Tuñón, es el famoso circo pobre: igual que un circo rico, pero pobre. Si en el circo rico aparecen elefantes, tigres, payasos, acá aparece el Cuarteo cantando algún tango viejo y también otras cositas nuevas que ya quiero mostrar.

–¿Por ejemplo?

–De lo viejo, por supuesto está Tuñón, ¡cómo no lo iba a traer, si acá todo le rinde homenaje! Pero también agregué cosas nuevas, y como soy un loco de la poesía, que siempre estoy buscando, mis amigos saben eso y en cuanto encuentran algo también me lo pasan. Así fue con tres o cuatro canciones de Héctor Pedro Blomberg, el autor de “La pulpera de Santa Lucía”, por citar su obra más conocida: son poemas con historias que tienen mucho que ver con esta atmósfera, de puertos y marinos, así que les puse música. Quedaron lindos.

–Llama la atención porque la Compañía de Autómatas es en principio una propuesta para chicos, acá lo hacen para grandes...

–Y bueno, a los circos van los chicos y también los grandes. ¡Y nosotros somos como chicos! Enfocándolo desde ese punto de vista que le digo, el del circo de Tuñón, inventamos unas cosas que van apareciendo entre las canciones. Todo está fuera de esa cosa sonora de ahora, del plástico, esto es más artesanal. Y también es memoria de otra época. Porque nosotros vivimos esa época y yo sigo contándola y cantándola. Como si fuese un panadero que se empecina en hacer el pan como se hacía antes, como ya no se hace ahora. Bueno, yo me empeciné en hacer música como hacíamos antes.

En el espectáculo sonarán también poemas de Rosa Cedrón, hermana del Tata, musicalizados por él, y que ahora recita con admiración. “¡Están roncando fuerte los Cedrón!”, se ríe, mientras enumera los actuales quehaceres artísticos de un rosario de primos y sobrinos, miembros de una prolífica familia de artistas (la misma que Julio Cortázar retratara en su libro Un tal Lucas, unas décadas atrás). También, en la parte del y después del espectáculo, se invita a seguir compartiendo canciones, esta vez entre las mesas del bar contiguo al Teatro El Popular, con la cercanía de la charla, una prolongación con más forma de guitarreada.

–Se cumplen cincuenta años de la apertura de Gotán. ¿Cómo lo recuerda?

–Como un grupo de gente que, sin nada, hizo mucho. Cuando empezamos tuvimos que pedir adelantado para comprar el primer whisky. Ahí tocó Rovira, tocó Piazzolla con ese quinteto extraordinario que tenía, Paco Ibáñez, folklore, jazz, todo. Y gente del teatro, también: Tito Cossa, Alterio, Luppi, Brandoni, todos actuaron. Venían de onda, ni contrato había, terminaba y se repartía la guita que entraba. Pasaron todas las artes y todos los géneros. Menos el rock, porque en ese momento no había rockeros todavía. Fue después que vino el aluvión, la penetración. ¡Menos mal, nos salvamos! (risas).

–¿Cómo se lleva con el rock?

–A mí los chicos rockeros me quieren mucho, siempre se acercan, charlamos, discutimos. Qué se yo, hoy se le dice rock a tantas cosas distintas... A mí no me termina de cerrar eso del rock nacional, me suena como a McDonald’s nacional. Y acá no podemos negar que el rock se ha morfado todo, se quedaron con todo. Está bien que suene rock, pero, ¿y todo lo otro, lo que tiene que ver con nosotros? No se puede hacer un país con un solo tipo de música, ni con un solo tipo de nada. ¿Cómo puede ser que hoy los pibes no sepan quién es Maffia, quién es Troilo? A Yupanqui lo conocen por Divididos, pero no creamos que con eso vamos a arreglar el tema. Si no, las vaquitas van a seguir siendo ajenas. Como diría la madre de Paco Ibáñez: “Qué buenas están las naranjas. Las pequeñas, no tanto”. Este país es hoy un gran país, y es Cristina Kirchner la que nos está animando a soñar que las vaquitas pueden dejar de ser ajenas. Pero para saber que se puede, primero tenemos que saber quiénes somos y de dónde venimos.

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