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Miércoles, 20 de mayo de 2015
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Edu Zvetelman grabó y editó Cosecha tardía, su primer CD

Treinta años de música para mostrar

El pianista, compositor y productor que trabajó con Luis Alberto Spinetta, Emilio del Guercio y Nito Mestre, entre otros, y que grabó para cine, teatro, televisión y publicidad, se dio el gusto de hacer un disco con canciones propias, que reflejan su eclecticismo.

Por Cristian Vitale
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Edu Zvetelman actuará hoy a las 21 en Boris Club.

Cosecha tardía le puso al disco. Y sí. Tuvo que pasar agua a raudales bajo el puente para que Edu Zvetelman se dispusiera a grabar músicas propias. Tuvieron que pasar trabajos cerca de Luis Alberto Spinetta, época Banda Spinetta; de Nito Mestre, época Los Desconocidos o de Emilio del Guercio, era la Eléctrica Rioplatense. También músicas para cine, teatro, televisión y publicidad –miles– o shows en “tiempos libres” junto a su quinteto. Todo eso, hasta que al fin llegó el disco, que estrenará en público hoy a las 21 en Boris Club (Gorriti 5568). “Le puse así porque representa una analogía algo irónica entre la vitivinicultura y el tiempo que me tomé para ‘cosechar’ mi disco. En el caso de los vinos, se deja a las uvas madurar algo más de tiempo para que ganen en azúcares y luego cosecharlas para hacer vinos dulces naturales. En mi caso, se ve que tuve que tomarme algo más de tiempo, no sé si el resultado es un vino ‘dulce’, pero vale la pena saborearlo de a poco y descubrirle los distintos matices que ofrece”, detalla el compositor, docente, arreglador, director, pianista y productor que presentará el trabajo acompañado por el mismo Del Guercio, Oscar Kreimer, Horacio Fontova y una banda conformada por Sergio Liszewsky en guitarras, Gonzalo Fuertes en bajos y contrabajo, Martín Chaza en batería y percusión, Martín Centeno en violín y Lucas Ramírez en teclados.

Cosecha tardía, editado por Random Records, consta de quince temas –todos compuestos por Zvetelman– y un eclecticismo esencial, en el que un péndulo entre la canción (“El tanguete de Alfredo”, “Imagino”, etc.) y la música instrumental (“El otoño y la primavera”, “Sombrero lindo”, etc.) es la norma. “Uno de los ejes del disco es el eclecticismo porque, dada mi formación y mi experiencia profesional, tuve la fortuna de poder transitar distintos ‘barrios y paisajes’ musicales que me han enriquecido, y siento que ceñirme sólo a alguno de ellos me dejaría incompleto. Creo que exponiendo toda esa paleta de colores de manera libre y desprejuiciada puedo intentar mostrar más acabadamente quién soy, musicalmente hablando”, explica Zvetelman, en clave de mirada centrífuga, claro. “Otro eje es la idea y la convicción de que el arte en general y, en mi caso la música en particular, debe ir de alma a alma. Mi trabajo está ligado al deseo de llegarle al receptor a través de sensaciones, historias y reflexiones de vida que puedan, en algún momentito, tocar las fibras de su emoción. No me interesan ni las muestras de virtuosismo ni las carreras de digitación. Sí, si pudiera lograrlo, hacer sentir, pensar y reflexionar. Y también mostrar una concepción del mundo o, tal vez mi disconformidad con la concepción actual del mundo.”

–Tal vez sea la razón por la que grabó sólo temas propios...

–Y porque me considero básicamente un compositor. O, al menos, es una de las especialidades que más disfruto en mi vínculo con la música. No creo que tenga mucho para aportar tocando músicas de otros compositores, salvo que las reversionara, las arreglara e intentara agregarle mi propia impronta. Pero no es ése mi objetivo ni mi deseo en este momento. Tengo muchísima música compuesta que, obviamente, no entra en un solo álbum. Esta es la razón más fuerte, digamos.

–Y la unidad en la diversidad vista a través de la creación, si se quiere.

–Es que en la diversidad que plantea el álbum es donde me siento más cómodo, porque pisando distintos suelos disfruto más el caminar. Creo que ese péndulo me permite sentirme completo.

–En parte de ese péndulo viaja Emilio del Guercio que, además de participar del disco y de su presentación, ha compartido muchos actos musicales con usted. ¿Cómo empezó esa relación?

–Lo conocí a través de Luis Spinetta, en el año ’78, cuando yo estaba tocando en la Banda Spinetta. Y si bien yo era bastante cachorro y no mucho tiempo antes de eso lo iba a ver tocar con Aquelarre, se mostraba con una humildad y una cercanía que me llamó la atención. Tiempo después, cuando Luis decidió desarmar la banda, Emilio me invitó a participar de La Eléctrica Rioplatense y allí comenzó una relación de afinidad musical y personal que perdura hasta hoy. Grabamos su hermosísimo disco Pintada y compartimos algunos otros proyectos artísticos. ¡Y muchos asados!

–También confluyeron en la producción del Cancionero Malvinas, obra que se hizo para el Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús. ¿Qué resultó de aquella “juntada”?

–Fue una experiencia muy importante y enriquecedora para mí. Emilio, que se ocupó de la producción artística y general del proyecto, me convocó para que hiciera los arreglos y compartiera con él la dirección musical. Era un proyecto que tenía sus complicaciones, ya que participarían muchos artistas de vertientes muy diversas, con temas también de géneros y orígenes muy variados en donde el desafío era poder respetar dichos orígenes y, al mismo tiempo, intentar darle un carácter uniforme y de calidad. Sin dudas, el mayor desafío para mí, como arreglador, fue hacer una versión de la “Marcha de Malvinas” que lograra quitarle el carácter militar que tenía y que, a muchas personas que habíamos vivido la dictadura y la guerra, nos crispaba con sólo escucharla. Por suerte, pude encontrarle un camino al hacerla como canción, quitándole lo marcial y rescatando lo emotivo, con una orquestación nada habitual para una marcha, y con la interpretación increíble que lograron el Negro Fontova y el mismo Emilio.

–¿Y qué recuerdo hay de la vivencia con el Flaco Spinetta?

–Nunca supe quién le dio mi nombre y mi teléfono cuando me llamó. Yo hacía un tiempo que había dejado de tocar con Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre y estaba armando un grupo, mientras trabajaba dando clases. Realmente, no podía creer que me estuviera llamando. Yo andaba por los 20 años, no tenía mucha experiencia y tenía mucho por aprender. Fue una vivencia muy rica, donde pude compartir ensayos, giras y escenarios con músicos más grandes que yo, mucho más expertos y formados, y donde Luis me daba un espacio muy importante, no sólo en el escenario, sino también en la “cocina” de los temas. Aprendí mucho con ellos. Sin dudas, tanto Luis como Emilio fueron para mí como hermanos mayores que de algún modo tuvieron que ver con la creación en mí de una ética artística.

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