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Domingo, 31 de mayo de 2015
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AGUSTIN GUERRERO Y SU ORQUESTA PRESENTARAN HOY XXI EN LA USINA DEL ARTE

Reordenamiento y adaptación del tango

El director, pianista, compositor y arreglador grabó junto a la OTAG un álbum en el que el tango matiza con dodecafonismo, serialismo, escalas sintéticas, atonalismo, fugas y contrapuntos. “Este disco es un homenaje al futuro”, afirma.

Por Cristian Vitale
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Antes de dirigir su propia orquesta, Guerrero estuvo al frente de la típica Cerda Negra.

El nombre del disco y del primer track (XXI) anticipa lo que vendrá. Esto es, una impronta instrumental que se desmarca intencionalmente del tridente milonga-espectáculo-canción (una estética “conocida y gastada”, según su autor) y que perfora al tango por otras vetas. En un juego en el que Agustín Guerrero y su orquesta (la aguerrida OTAG) se zambullen matizando dodecafonismo, serialismo, escalas sintéticas, atonalismo, fugas, contrapuntos y mimos varios con la música contemporánea. “Si bien el género responde a una estética determinada o a un estereotipo, esa imagen fue variando con el paso del tiempo. Hay elementos técnicos musicales característicos del tango, y la OTAG construye su arte desde esos elementos esenciales pero sin un condicionamiento a nivel sonoro. Hablo de una música de concierto como bandera”, sentencia Guerrero, director, pianista, compositor y arreglador, en las vísperas de la presentación del estupendo XXI (hoy a las 17.30 en La Usina del Arte, Caffarena y Pedro de Mendoza). “Creo que el tango se encuentra en un proceso de reordenamiento y adaptación, y en ese marco se ubica este trabajo”, arriesga él.

¿Arriesga? “Es que me cansó la reproducción sistemática y mediocre de esas piezas consideradas clásicos del tango. Por eso, en mi casa escucho a Gardel, a Salgán, a Troilo y a Di Sarli, pero si voy a escuchar algo en vivo, voy a escuchar al quinteto de Diego Schissi. La orquesta de Salgán me gusta con él en el piano, la de Troilo con Troilo en el bandoneón, la de Di Sarli con él y su izquierda mágica e indescifrable, y así... Creo que se entiende lo que digo, ¿no? Y en cuanto al riesgo, a la idea de ‘romper barreras’, creo que queda más que claro que algunas se rompieron, sí”, confirma el hombre. Y lo refrenda en el disco: un puñado de nueve piezas instrumentales, propias y ajenas, que ubican al tango en una (u otra) nueva dimensión.

Como se dijo, se trata de un sonido que se besa con la música contemporánea y las pretensiones innovadoras que portan tanto Guerrero como Sonia Posetti, Diego Schissi, Pablo Agri y Fernando Otero, de quienes el creador de la OTAG tomó piezas con el fin de arreglarlas, de vestirlas con otras prendas. “Sonambulina”, de Osvaldo Suárez, por caso. O la asombrosa composición de Néstor Ibarra, “Tango laberinto”. “En este disco se incluyen piezas con un nivel alto de transgresión y otras con un nivel mucho menor, pero creo que igualmente todas tienen su aporte en mayor o menor medida, y que el ordenamiento del repertorio elegido para el disco propone una escucha agradable, balanceada y llevadera”, detalla Guerrero, que roza los 28 años y ya tiene detrás promisorios actos como director en la Orquesta Típica Cerda Negra (“son infinitas las satisfacciones que esa orquesta me brindó”, evoca); como autor de homenajes a Horacio Salgán y Pedro Láurenz; como docente, divulgador, militante del piano, y como partícipe necesario del disco que precede a XXI: Resurgimiento.

–¿Cómo reaccionan los guardianes de tradición ante sus “atrevimientos”?

–Siempre me resultaron muy graciosas esas personas. Primero, me hace mucha gracia que esos seres se autoproclamen con orgullo “tradicionalistas”, como si ser un retrógrado ignorante fuera algo meritorio. Me ha pasado muchas veces que alguien se acerque a decirme que no le gusta lo que hago, que a él le gusta el tango tradicional, por ejemplo la orquesta de Troilo. En esos casos se me ocurre preguntarle: “Si tanto le gusta Troilo, ¿cómo construyó Troilo el diseño melódico del tango ‘María’? ¿Cómo concibe Troilo el trabajo de la dinámica en pos de su concepto de expresión? ¿Cómo construye la rítmica de sus fraseos en un solo?”. La verdad, nunca recibí respuesta. De hecho, más de uno salió rajando (risas).

–¿Cómo construyó usted “Fragmentos”, una de las dos piezas de XXI que le pertenecen?

–Se trata de la fragmentación de diversos clichés tangueros, y la combinación y enlace de estos con una forma no convencional. Priorizo la variación tímbrica y la continua modulación métrica, sobre el resto de los aspectos del desarrollo compositivo. Siempre cuento que esta pieza es resultado de una imagen que alguna vez vino a mi cabeza: esa imagen es la del tango reflejado en un espejo roto y resquebrajado. Por eso los niveles de fragmentación son distintos: hay pequeños fragmentos y hay cortes estructurales de la pieza que la fragmentan a mayor escala. Esos cortes son las dos cadencias, la de flauta traversa y la de bandoneón, que separan a la pieza en cinco partes. A su vez, fragmentos de homenaje a los grandes compositores que nos dejó el siglo XX... Porque XXI es un “homenaje al futuro”.

–¿Salgán, Láurenz y Piazzolla siguen siendo “lo más”, para sus preferencias?

–Hay muchos artistas a los que admiro y estudio. En el caso de los tres que nombra, son los más vinculados con el tango y los considero importantísimos, porque realmente me marcaron. Pero también admiro a los grandes maestros de la composición musical como Ravel, Debussy o Schönberg, tanto como admiro y disfruto a Carlos Gardel, Atahualpa Yupanqui o Jorge Cafrune. En estos últimos casos, mi vínculo excede lo estrictamente musical, porque tiene que ver con un profundo sentimiento de identificación con ese arte genuino que siento tan propio, tan cercano.

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