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Miércoles, 10 de junio de 2015
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Diego Pérez y La Danza, su primer trabajo por fuera de Tonolec

Y un día Atahualpa se puso a rapear

“Busqué conectarme con el verdadero sentido de la danza, que era conectarnos con la tierra y el cielo”, señala el músico, que todos los miércoles mostrará en vivo su mosaico de músicas precolombinas y cantos ancestrales tamizados por lo tecnológico.

Por Cristian Vitale
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Pérez presentará La Danza, todos los miércoles a las 20, hasta fin de mes, en Santos 4040.

El gorro coya de la tapa, cuyas formas, estética y colores en 3D enlaza con cierta idea de futuro, sintetiza bien lo que vendrá en el disco. La Danza, se llama, y Diego Pérez, su hacedor, lo presentará todos los miércoles a las 20, hasta fin de mes, en Santos 4040. “Es un trabajo que vengo desarrollando hace cuatro años y, como siempre, mezclo músicas electrónicas y de raíz, lo orgánico y lo digital. Lo que hice ahora fue trabajar con voces que grabé en diferentes lugares de Latinoamérica y algunas que me fueron llegando de amigos”, introduce la pata masculina de Tonolec. Que jugó a disfrazar con sus habituales sonidos neotecnológicos, un sintomático mosaico de músicas precolombinas, voces chamánicas y cantos ancestrales relacionados con la historia viva del continente. Un corpus de siete piezas que va desde la pampa húmeda (Atahualpa Yupanqui) hasta el México de la selva lacandona, con paradas intermedias en el chaco salteño, el Amazonas y la isla altiplánica de los Uros del Perú. “Armando diferentes paisajes musicales me fui dando cuenta de que, si bien todos hablan desde su lugar, en un punto también hablan de lo mismo. Entonces fui pensando en esta gran nación de la que tanto se habla, pero desde lo empírico”, profundiza Pérez.

–La nación en el sentido de patria grande... ¿Esta es la Nación Ekeko, con que denomina a su proyecto “extra Tonolec”?

–La nación latinoamericana que trabajé a partir de muchos viajes, sí. Por ejemplo el Perú, donde trabajé con La Ureñita, en las islas flotantes de los uros. Me quedé cuatro días viviendo con ellos en sus chozas hechas de totora, y así se fortaleció la idea del viajero que, de aquí viene el nombre, se fue transformando en el ekeko, un personaje que me atrae hace mucho tiempo.

–Y que no es el que fuma y fuma en las casas de las abuelas.

–(Risas.) Ese es el que occidentalizó y se fue transformando en una figura a lo Papá Noel. Pero en realidad el ekeko original tiene cara aborigen, es como una máscara con una fuerte impronta aymara, y ellos cuentan que era un personaje que tenía una gran luz y que comunicaba a todas estas regiones de la gran nación aymara. Hasta que llegan los colonizadores, lo persiguen, lo matan y lo descuartizan para que no renazca. En la cultura aymara dicen que, cuando se vuelvan a unir todas sus partes, renacerá la cultura. Yo vi esto como una analogía de lo que está pasando en Latinoamérica, pensando que a partir del arte se van uniendo puntos de toda esta gran nación para que renazca. Esta es la idea conceptual del disco.

Pérez mostrará su disco junto a la banda de sikuris Cañas Urbanas, dirigida por Nuria Martínez; tres percusionistas de La Bomba de Tiempo; DJ; proyecciones; danzas y para el próximo miércoles, con la presencia de Tom Lupo y Charo Bogarín, pata femenina de Tonolec. “En los vivos estoy llevando lo digital a un extremo que siempre quise llevar: que sea un instrumento maleable. Toco con una pedalera que va disparando loops y a su vez interactuando con tres percusionistas de La Bomba. A su vez, vengo diseñando un software con un programador que genera una especie de linterna con la que toco sonidos en el aire. Pero todo apunta no a ser muy tecnológicos, sino a que la herramienta electrónica se pueda transformar en un instrumento que se pueda tocar orgánicamente”, explica el músico y productor chaqueño.

–Todo en función del movimiento de los cuerpos, que es el leitmotiv del trabajo.

–Porque otra idea fuerza era que el hilo conductor del disco sea el ritmo, y por eso le puse La Danza. Conectarse con su verdadero sentido que era conectarnos con la tierra y el cielo, con el entorno y con los que está arriba. Me gusta mucho ir a bailar, pero a veces siento que cada uno está haciendo su pasito y mirando al otro, en vez de entrar en lo que el ritmo verdaderamente propone, y viajar a través de eso.

–¿Cuánto legitima este trabajo el hecho ser integrante de Tonolec? No es lo mismo venir de ahí que de la nada.

–Supongo que para algunos tendrá importancia eso y para otros no. A mí, personalmente, lo que me da el recorrido que vengo haciendo con Tonolec es mucha experiencia y contacto con comunidades, con pueblos, y eso facilita las cosas. Pero la diferencia grande que hay entre Tonolec y este proyecto es que decidí poner las voces grabadas en primer plano, cuando en Tonolec la idea siempre es primero aprender y después componer a partir de eso. Acá, en cambio, hay presencia de la voz hablada, de la poesía, como el tema de Atahualpa, a quien incluso hice rapear.. (risas)

–Intrépido: ¿Cómo reaccionaría el cantor de las artes olvidadas, no?

–(Risas.) Y... sí, me dijeron que era algo bravo, pero tengo la opinión del hijo (Roberto Chavero) y le gustó. Me autorizó la versión.

–¿De dónde sacó el texto de Yupanqui?

–De un disco de EMI Odeón, publicado en 1976, que se llama Así pasaban los cantores. Me lo pasó un amigo de Radio Nacional.

–¿Cuál fue la reacción de Charo ante su proyecto personal?

–La verdad es que tuvimos muchas charlas y, a pesar de que uno tiene ciertos celos o cosas así porque hace mucho que venimos trabajando juntos, nos apoyamos mucho en nuestros proyectos. Además está que cuando hacemos algo por la nuestra, y después volvemos a Tonolec, nos nutrimos de cosas nuevas.

Con Tonolec, en efecto, Pérez habla de una película a estrenar en breve (El canto del tiempo); del show para festejar los diez años de la edición del primer disco; y de un libro con letras y arte sonoro. “No paramos”, sentencia. “Tonolec se sigue renovando y eso está bueno. Además, esto de festejar los diez años nos hizo revisar nuestra historia, volver atrás y ver qué tocar. Con la película también, porque es algo que muestra nuestras intenciones respecto de las comunidades aborígenes a las que reivindicamos no por lo que les sacaron, sino por lo que son, y lo que tienen: su cultura, su música, su conocimiento. La idea de la película es mostrar eso desde adentro: qué dicen ellos, cómo lo dicen, en fin”, señala el músico.

–En contraste, tal vez, con el acercamiento “militante” de ciertos sectores, más relacionado con la denuncia en sí que con mostrar una cultura in situ, desde adentro. Está bien eso, pero a veces invisibiliza lo inherente a cada cultura.

–Sí. Por más que sea genuino el sentimiento solidario o de hermandad, siempre es mejor conocer mucho al otro, sino la podés pifiar. Y la verdad es que suele ocurrir eso.

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