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Martes, 30 de junio de 2015
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Andrea Alvarez presentará Y lo dejamos venir, en El Teatro Vorterix

“Está de moda la palabra rock, no el rock”

La cantante, compositora y baterista acaba de publicar su cuarto disco, en el que, dice, la palabra clave es “furia”. “Tenemos la capacidad de seguir generando a pesar de sentir que está todo mal”, afirma. La presentación será el 10 de julio.

Por Leonardo Ferri
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“A mí me cuesta instalarme como artista de rock y veo a otros que no les sucede”, plantea Andrea Alvarez.

“Me va igual que a cualquiera que milite en lo opuesto.” Si algo no falta en una charla con Andrea Alvarez son definiciones acerca de sí misma, y pocas certezas a la hora de hablar del resto, de todo lo que rodea su actividad. A poco de haber editado Y lo dejamos venir, su cuarto disco como solista –que presentará en El Teatro Vorterix el próximo 10 de julio–, Alvarez sigue abarcando y apretando mucho, al menos tan fuerte como puede. “Estoy acostumbrada a hacer todo sola”, dirá más tarde, sin dejar de aclarar después que le vendría bien algo de apoyo permanente, más allá de esta etapa intensa en la que trata de disfrutar de lo que se viene. ¿Por qué lo intenta y no lo logra? “Hay demasiadas cosas del negocio que no me cierran”, sentencia. “Aceptaría que cualquiera me diga que no le gusta lo que hago, pero sé que hay discos que ellos mueven y que tampoco les gustan.”

–¿Tan difícil es estar completamente por fuera del circuito de los lugares habituales?

–Sí. Hablamos de rock, ¿no? Quizá para otros estilos no tanto, pero para el rock, sí. Y más que para el rock, es más difícil para los shows que no son exclusivamente de música. Hay recitales que son eventos sociales, que no son shows de música. Voy a muchos lados y veo de todo, pero registro cuál es la diferencia. En los shows de música está la mitad de la gente que en los otros. Hoy, casi ningún evento exclusivamente musical llena un lugar como Vorterix.

–¿Y cuál es la diferencia entre un evento social y un show de música?

–Hay shows que tienen que ver con la música y hay shows que pasan por otro lado. El rock es rock desde un lugar de expresión, y a veces se comunica a la música con números y estadísticas; eso atrae a personas que gustan de eso y de pertenecer. A los que nos gusta la música realmente, nos atraen otras cosas. No está de moda salir para ir a escuchar y recibir, que es lo que a mí me gusta hacer. Recibir y aceptar que uno es público, sin banderas ni arengas. Esas pelotudeces no me van, no tienen que ver conmigo. Son cosas fabricadas, mentiras que se transforman en realidad.

–Habla del marketing que invadió cualquier industria cultural, incluido el rock. Pareciera que no es el mejor momento para hacer rock, ¿o sí?

–El rock no está de moda, pero está de moda la palabra rock. El rock sin el rock, el vaciamiento de significado de las palabras que importan. Eso es lo que está pasando. Y yo milito en lo opuesto a eso. Bueno, me va igual que a cualquiera que milite en lo opuesto, salvo que sea alguien que haya construido un piso grande y ahora pueda hacer lo que quiera.

–Pero usted tiene un piso importante, tocó con Soda Stereo y tiene un presente como solista que ya lleva quince años. El suyo es, por lo menos, un caso extraño.

–Es raro. Hago notas, promociono lo que hago, siempre tuve prensa, soy reconocida y comunico cosas concretas, no solamente que toco la batería. Voy a lugares en los que no me conocen y después salta “ah, la que tocó con Soda Stereo”. Bárbaro. Después googlean y se enteran. Pero para mí la explicación es que no me pasan en la radio con continuidad.

–¿Le falta un hit?

–No, falta que pasen los temas. Hits tengo. Las radios tienen que pasar no sólo mis temas, también los de otros que son igual o mejores que muchos de los que pasan y son un valium sonando. Además, ¿qué es un hit? “Será por mí, será por ti, será por todo lo que fuimos” (canta). Un tema que ni me interesa de una banda que no escucho, pero eso es un hit, porque me lo acuerdo, es imposible de olvidar. Y para lograr ese “efecto hit”, hace falta sonar.

–Más allá de los roles dentro de una banda, y sin tocar el tema de la mujer en el rock, ¿le parece que puertas adentro hay diferencias en el trato entre hombres y mujeres?

–Sí, hay mucho toqueteo, mucho abrazo como si fuéramos amigos y siempre intentan agarrar algo más. A mí me cuesta instalarme como artista de rock y veo a otros que no les cuesta. Estoy convencida de lo que hago, pero algo hace que cueste más. No sé si es ser mujer, o que sea mujer y haga rock... No lo sé, realmente no lo sé.

–¿Usted necesita de la aprobación ajena?

–A veces miro algunas cosas que hago y pienso “me encanta”, que supongo debe ser lo que todos piensan de lo que hacen. Si alguien me dice que no le gusta lo que hago, no me hace nada. La mayoría de los tribuneros trabajan para la aprobación ajena, esos que hacen comunión con sus fans. La necesitan, piensan en el business.

–¿Y qué piensa de premios como los Gardel?

–Que gané un Konex (risas). Es mejor que no exista otro premio más prestigioso, porque los premios son muy relativos en el arte. Pueden ser significativos, pero siempre van a ser relativos, sobre todo desde que todo se mide por “me gusta”, clicks, y más números y cantidades. Todo eso es falso. Lo único que no es falso es La Renga, el Indio y Divididos, porque a esos los van a ver de verdad, no les hace falta nada, ni un solo afiche. El resto es otra cosa.

–La música es la excusa para todo esto. ¿Qué es lo que termina disfrutando finalmente?

–Me gusta tocar, me gusta escuchar. La música me pierde. El otro día le mostré a un alumno el disco Spectrum, de Billy Cobham, ¡y me olvidé de darle clase! Cuando me mostraron ese disco tenía 10 años, y a los 16 conocí a Frank Zappa. No es que me quiera hacer la genia pero, ¿cómo no me va a gustar la música? Para que me gusten otras cosas, tendría que olvidarme de mí. Yo toco de todo: rock, cumbia y lo que sea. Y me gusta y participo con todo, la paso genial tocando. Incluso disfruté trabajando para otros, ayudándolos a brillar.

–Después de su disco anterior (Doble A, 2008), cambió toda su banda en medio de los shows de presentación, a pesar de que en vivo sonaba muy ajustada. ¿Qué lo motivó y qué diferencia encuentra con la actual formación?

–Doble A tuve que remarlo mucho, había menos riesgo y por eso sonaba aparentemente ajustado, pero yo estaba más incómoda. Con esta banda –Lonnie Hillyer en bajo y Tomás Brugués en guitarra– corro el riesgo de equivocarme, pero no me interesa, porque tengo dos tremendos respaldos. Es otro nivel musical.

–Doble A fue un disco muy personal, y éste parece más oscuro, tiene un tono diferente. ¿De dónde sale?

–Furia es la palabra clave. Todo empezó con “Se pudre todo”, el primer tema que grabamos. La tapa hecha en Epecuén transmite el mensaje: nos tapó el agua. Eso aparece en todas las canciones, pero al mismo tiempo está la sensación de “se pudrió todo, y lo dejamos venir”, que es la capacidad que tenemos de seguir generando a pesar de sentir que está todo mal. Eso es algo que aparece muy puntual cuando uno tiene un hijo: uno sabe que está todo hecho mierda, pero a la vez sigue creyendo y teniendo fe, porque sino no lo tendría. Es imposible saber qué va a pasar mañana. Hacés un show, sale todo mal y decís “nunca más”, pero después estás armando otro porque es así, porque no podés estar sin eso que te moviliza. Lo que te mueve es la pasión. Somos varios los que vamos caminando por otros lugares. Es como decía Pappo: “hay muchos pensamientos para una sola cosa”.

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