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Viernes, 1 de septiembre de 2006
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PARODI Y HERRERO EXPLICAN LA GENESIS Y EL SENTIDO DE “DOS ORILLAS”, SU ESPECTACULO CONJUNTO

“Nos juntamos para celebrar en la canción”

Nacidas en la Mesopotamia, de edades similares y con historias familiares parecidas, las dos artistas resumen una experiencia que se traduce en canciones y coincidencias de vida. Dos orillas, además, les permitirá un juego en el que cada una se prueba los ropajes musicales de la otra.

Por Cristian Vitale
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“Nos encontramos en los actos por los 30 años del golpe e improvisamos la única cosa que sabíamos.”

En el medio de una intensa parrafada, Teresa Parodi se acerca al borde de la tentación: alguien le ofrece un cigarrillo y ella, inconsciente, casi lo agarra, lo prende y se lo fuma. “Debo estar demasiado concentrada. No me puedo creer... esto no se va nunca”, dice cuando cae en la cuenta de la situación. Liliana Herrero, en la otra punta del sillón, acepta el envite, la mira de costado y le lanza un alarmado “¡No puedo creer lo que hiciste! Tanto que hablamos del tema...”, mientras enciende el rubio. Es que la abstinencia de nicotina es la opción que eligió Parodi hace tres años para evitar algún susto coronario, como el que tuvo después del Cosquín 2004. Y lucha tenaz contra el vicio. “Igual, no me molesta que fumen acá. Me controlo”, tranquiliza. La pausa cotidiana confirma el nivel de intimidad que ambas figuras de la música popular argentina construyeron desde que se les ocurrió armar un espectáculo juntas. “Nos encontramos en todos los actos por los 30 años del golpe, e improvisamos la única cosa que sabíamos. Ahí sentimos que lo que pasaba entre ambas era fuerte”, introduce Parodi. Con paciencia de araña y en los intersticios que dejaba el trabajo de ambas, fueron armando Dos orillas (1976-2006), un cruce de voces que presentarán el viernes 8 de septiembre en el Teatro Coliseo. “Nos sentamos a conocernos, porque al escenario uno sube entero... con todos sus pedazos. Nos empezamos a contar cosas de la adolescencia, sueños, experiencias de vida fuertes, dolorosas, lindas, irreversibles. De ahí fuimos sacando el porqué de cada canción. Creo que en el escenario va a continuar la conversación entre las dos”, anuncia Parodi.

A priori, existen huellas de vida que las aúnan. Ambas son producto de la Mesopotamia (Liliana entrerriana, Teresa correntina); de la misma generación (Teresa tiene 48 años, Liliana, 47); comparten historias familiares parecidas y ambas, a su manera, se rebelaron contra el “quietismo” provinciano de los suyos. La conducta transgresora recíproca fue, dicen, uno de las rabias que las enredó en un mismo fin. “Además de hablar de los hábitos que teníamos, de cómo pudimos zafar de algunos y adoptar otros”, se ríe Liliana. “Nos desandamos contándonos por qué elegíamos cosas que en nuestras casas no nos permitían, y que nosotros podíamos transgredir. Hemos pasado por lugares muy parecidos.”

–¿Por ejemplo?

Liliana Herrero: –Las moralinas tan provincianas de nuestras madres.

Teresa Parodi: –Claro, la provincianía nos había marcado mucho, y nosotros íbamos saliendo de eso.

L.H.: –Y con unos desgarramientos que no te puedo explicar, que nos llevaron a momentos felices y a otros de angustia.

T.P.: –Elecciones que de repente no fueron aprobadas por las personas que nos amaban. Pero sentíamos que eran elecciones de vida, que no estábamos dispuestas a decir que no. Yo siento que la transgresión ha salvado mi espíritu muchas veces. Soy primogénita y cabeza dura. Mis hermanas quedaron más encajadas a las pautas familiares. Fue una elección de ellas y la respeto, pero yo elegí otra forma de vivir.

En Dos orillas, Teresa y Liliana jugarán a trocar roles. Mientras Parodi, extrovertida y enérgica, releerá las interpretaciones de Herrero, la entrerriana, intimista y profunda, elegirá canciones del copioso acervo compositivo de la correntina, que alguna vez fue maestra rural. Además, versionarán a dos voces temas de Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa, el amigo de Teresa. “Lo primero que hicimos fue trazar un plano que consistía en que yo iba a trabajar sobre la obra de Teresa y ella iba a trabajar sobre mis versiones. La primera en decidirse fue Teresa, cuando me invitó al Ateneo para hacer juntas La musiquita”, cuenta la profesora de filosofía nacida en Villaguay. “Lo concretamos después de varias ‘amenazas’. Hubo que sentarse, conocerse más, ambientarse a los músicos de cada una. Un trabajo enriquecedor, porque a las dos nos mueve una enorme voluntad de transformar las cosas. Es un eje de nuestras vidas”, sentencia Parodi.

–Un eje que supera lo musical. ¿Es ideológico?

L.H.: –Casi no hemos hablado del aspecto ideológico. Sí de nuestras vidas personales, de nuestros recorridos. Con quiénes nos encontramos, cómo eran nuestros amigos y nuestras familias. Si esto es ideología, bueno... Pero para mí son historias de vida inscriptas en la historia de un país.

T.P.: –Y hay coincidencias en la forma que fuimos criadas, en el contexto, en las luchas que tuvimos en todo sentido, y en todas las etapas de nuestras vidas. Las pasiones que nos marcaron no sólo en lo musical, sino en la literatura, el cine o la política.

L.H.: –Por supuesto que uno puede sentarse a charlar con mucha gente y coincidir en todas estas cosas, pero no concretar un espectáculo. Nuestro procedimiento fue a la inversa: juntémonos para celebrar en la canción un período histórico y a partir de ahí comencemos a contarnos nuestras vidas.

–Entre las congruencias de vida, está que ambas provienen de familias “cultivadas”...

L.H.: –Claro. Las dos venimos de familias en las que había docentes. Estábamos rodeadas de música y libros.

T.P.: –Yo dejé la carrera de letras en tercer año. Estudiaba humanidades en el Chaco, pero por eso de la militancia quise ser maestra rural, y no era fácil. Aún no estaba el puente y tenía que cruzar el río en lancha. Busqué trabajo en Resistencia para seguir con las dos cosas, pero como no conseguí, me terminé yendo a Misiones. Después tuve hijos y no pude seguir. Es una asignatura pendiente para mí... la voy a terminar, y no me importa la edad.

–¿Con qué fin?

T.P.: –Organizar el conocimiento. Yo estoy todo el tiempo escribiendo. Incluso tengo dos novelas inéditas. Escribo a máquina, en computadora, en servilletitas de bar. ¡Cuántas canciones habrán nacido así! A veces se me pierden las partes y tengo que andar buscándolas. También ando por la vida con un grabadorcito en la cartera, por si aparece una melodía para tararear. Escribir es como respirar, comer y dormir. Es un misterio componer con la cabeza y ver cómo queda después en la guitarra.

–Liliana, ¿usted sigue ejerciendo como profesora de filosofía en Rosario?

L.H.: –Estoy con licencia. Tuve una serie de enfrentamientos administrativos y políticos con las autoridades. Tengo una idea muy escéptica sobre la Universidad en este momento. Por eso, me da risa cuando Teresa dice que quiere terminar la carrera. ¡Como si ella necesitara de la carrera para escribir!

–¿Cuáles son las desavenencias?

L.H.: –Las hay de todo tipo, pero para englobar, la Universidad se transformó en un conglomerado de gente confeccionando papers de último momento para ganar crédito. ¡Hasta se usan palabras bancarias! ¿Qué es eso?

–Además, sería algo demodé. Según dijo una vez Teresa, el capitalismo murió...

T.P.: –(Risas.) Algunos provenimos de momentos de adolescencia muy bellos, en los que queríamos hacer la revolución hoy a las cinco de la tarde, y no comprendíamos que no podíamos anticiparnos a la decisión que toma la mayoría en momentos determinados. Me refería a eso cuando dije lo del capitalismo. Hoy la gente está más cerca de la idea.

L.H.: –Teresa es una mujer valiente, que ha tomado decisiones culturales y políticas muy claras. Apasionada, vehemente y muy intensa. Pararse ante lo establecido y decir “ésta soy yo” es un acto de gran valentía.

–¿Dos orillas es una juntada o un encuentro?

L.H.: –No, juntada es la que tuve con Lidia Borda y Cristina Banegas. O con Juan Falú. Esto es un encuentro, porque compartimos absolutamente todo. Un tablado gitano, digamos.

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