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Sábado, 22 de agosto de 2015
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Artista a tres bandas

Por Eduardo Fabregat

Es una consecuencia inevitable, y una gran paradoja, que un tipo que desat贸 tantas carcajadas provoque semejantes l谩grimas. Mueren artistas a cada rato, pero s贸lo algunos generan esta desaz贸n, esta tristeza: son esos que nos han mejorado la vida de verdad, que nos han hecho tan felices que no podemos despedirlos sino como a amigos del alma.

Daniel Rabinovich fue amigo nuestro. Un hombre de talento extraordinario que, sin necesidad de ning煤n gesto de demagogia, salt贸 la cuarta pared y acompa帽贸 nuestras vidas. Nos provey贸 la invaluable sanaci贸n que ofrecen el humor, la m煤sica y la inteligencia. 驴C贸mo no dejarlo todo y largarse a llorar cuando lleg贸 la noticia? 驴C贸mo no sentir que con 茅l se va un cacho grande de nuestra alegr铆a?

Una escena vuelve recurrentemente a la cabeza: en los a帽os de mierda, la infame d茅cada de la persecuci贸n y la muerte, en el living familiar todos se reun铆an alrededor del Winco a escuchar los longplay de Trova y Microf贸n. Un ritual de escuchar bajito por las dudas, porque no eran tiempos de andar delatando el gusto por artistas 鈥減eligrosos鈥, aun cuando la Triple A primero y los milicos despu茅s no los registraran del todo por la sencilla raz贸n de no terminar de entenderlos. 鈥淓n Educaci贸n y Cultura, Cabo Primero Anastasio L贸pez鈥, anunciaba Mundstock, y la realidad gris perd铆a frente a la filosa luz de Les Luthiers.

Como parte del portentoso colectivo que lo conten铆a, Rabinovich model贸 algo irrepetible. En casi cincuenta a帽os de carrera, el conjunto de instrumentos informales ejerci贸 鈥揺jerce鈥 una forma de humor que no necesit贸 satirizar o parodiar a lo conocido, sino que construy贸 un universo propio y lo mantuvo en perfecta 贸rbita. En las grabaciones y en el escenario, Gerardo Masana (el fundador fallecido en 1973), Daniel Rabinovich, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos N煤帽ez Cort茅s, Carlos L贸pez Puccio y Ernesto Acher (que dej贸 el grupo en 1987) construyeron algo 煤nico e ini- mitable: si alguien se atreviera a emularlos s贸lo le quedar铆a el rid铆culo.

Y Neneco fue uno de los pilares de semejante palacio. Tocaba una multitud de instrumentos formales e informales, se luc铆a con la voz pero adem谩s descollaba en su gestualidad, su vis c贸mica. Le bastaba una mirada de esos ojos p铆caros para decirlo todo; no necesitaba subrayar en exceso para destilar una iron铆a de alto vuelo. Experto billarista, fue tambi茅n un artista a tres bandas, capaz de exquisitas carambolas. Fue responsable de tantas l铆neas y encarnaduras memorables que ser铆a agotador detallarlas aqu铆: basta recurrir a los DVD de sus espect谩culos o a YouTube para comprobarlo. Y volver a estallar en carcajadas, y que la realidad se entrometa y volver a sentir esa clase de tristeza que s贸lo produce la partida de un grande. De un amigo que nos hizo mejores.

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