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Domingo, 27 de septiembre de 2015
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PAGINA/12 EN LA GIRA DE VAN HALEN POR ESTADOS UNIDOS

Una noche en la quintaesencia del hard rock estadounidense

Con la excusa de presentar el disco Tokyo Dome In Concert, el cuarteto celebra en vivo la potencia de su música, con los monumentales solos de Eddie Van Halen y el carisma inagotable de David Lee Roth, aunque las cosas no parecen andar tan bien debajo del escenario.

Por Miguel Mora
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Durante las más de dos horas de show, la interacción entre David Lee Roth y Eddie Van Halen pareció fresca, natural y amena.

Desde West Palm Beach

Debe haber pocos ejemplos más virulentos de hard rock en vivo en la actualidad que escuchar “Hot For Teacher” por Van Halen versión 2015. Promediaba el show en West Palm Beach y ese rock bestial, cuarto single (que en la Argentina se tradujo en su momento como “Apasionado por la maestra” en un exceso de corrección) del esencial MLMLXXXIV, sonó por sus creadores como una ola expansiva capaz de acabar con todo. El arranque de batería frenético, un tapping que se suma parar frenar a los pocos segundos en seco y en adelante, rienda suelta a pura distorsión y virtuosismo, que sintetizan el excelente estado del que goza Van Halen en esta gira por Estados Unidos.

La excusa es presentar Tokyo Dome In Concert, editado en marzo de este año, el primer disco en vivo del grupo con David Lee Roth, el más representativo de todos los cantantes que hayan pasado por sus filas. Porque Van Halen es con David Lee, sin vueltas. Hasta el mismísimo Eddie Van Halen reconoció en una entrevista: “Creo que ya está en el ADN de la gente que no será Van Halen si no está la voz de Roth. Uno hace música para la gente, de lo contrario tocá adentro de tu placard. ¿Y cómo alcanzas la mayor cantidad de gente? Dándole a la banda que conoce. Hacerlo de otra manera sería egoísta”. Es tan claro como que durante los doce años en que Sammy Hagar se puso al frente del micrófono, siempre tuvo que echar mano al catálogo previo a su llegada e intentar que “Panama” o “Ain’t Talking About Love” sonaran dignas. Desde que David Lee Roth volvió al grupo en 2006, nunca le hizo falta resucitar en vivo ni una sola de las canciones de los cuatro discos que grabó Hagar (y eso que lograron hits globales). A partir de ese reencuentro con Roth, la banda es más Van Halen que nunca, con Alex en batería, Eddie en guitarra y su hijo Wolfie en bajo. El bajista original Michael Anthony no fue tenido en cuenta para volver a poner el motor en marcha. Además, según Eddie, no hay manera de que él vuelva a estar en actividad si no es con su hijo en el grupo. Suficiente para que los fans banquen a Wolfie.

El concierto de Van Halen del pasado 15 de septiembre en la calurosa y húmeda West Palm Beach fue en el Perfect Vodka Amphiteatre (¡vaya nombre!), un moderno y comodísimo anfiteatro al aire libre con capacidad para 19 mil personas. Como en toda la gira, el grupo soporte fue Kenny Wayne Shepherd Band (blues de alto octanaje) que cerró su set con una tremenda versión del clásico de Hendrix “Voodoo Child (Slight Return)”. Poco antes de las nueve en punto, sin intros ni pirotecnia, Alex Van Halen se sentó tras su enorme set y el resto del grupo tomó posición para arrancar la noche con una furiosa versión de “Light Up The Sky”, uno de los temas con mayor vértigo de Van Halen II. Si el lector nunca escuchó esa canción, debería hacerlo para entender cómo es comenzar un show de rock con un tema así.

Durante el transcurso de las primeras canciones, el sonido y lucimiento de Eddie Van Halen pareció opacar todo y llevarse la atención. Pero no: lo de David Lee Roth, pelado y lejos del sex symbol que fue, es cosa seria. En West Palm Beach no paró de improvisar pasos de baile, cambiar un saco por otro más brillante que el anterior, revolear pañoletas, jugar con la el público, tomar de punto a los de las primeras filas, con las mismas muecas y caras que inmortalizó en los videos de “Jump”, “Panama” o “Just A Gigolo” y tirar varias frases de antología. ¿Ejemplos? “En esta humedad, me siento joven, flaco y jodidamente peligroso”. O “Tenemos Halloween a la vuelta de la esquina y muchos de ustedes van a salir disfrazados de mí. Sé que es así”. O la que le dijo a una chica de la primera fila: “En honor a tu entusiasmo desde el principio, vamos retitular el resto de la noche como Cincuenta Sombras de Dave”.

Aunque durante las más de dos horas de show la interacción entre David Lee Roth y Eddie Van Halen pareció fresca, natural, amena y como en sus mejores días –cuando conquistaban el mundo–, abajo del escenario la relación parece ser otra. En recientes entrevistas para promocionar gira y disco, Eddie no se anduvo con vueltas: “El está siempre haciendo sus cosas. Tatuándose en Japón... Tiene un departamento por allá. También tiene uno en Nueva York. La relación siempre ha sido la misma. Sólo porque él se fue en 1985 tras su carrera solista, creo que la prensa magnificó esa crisis más que nosotros, ¿se entiende? David Lee Roth no quiere ser mi amigo –reconoce Eddie algo perplejo–. Vamos a ponerlo así: la percepción que Roth tiene de sí mismo es diferente a quien es en realidad. Ya no estamos en nuestros 20 sino en nuestros 60. ¡Actuá como si tuvieras 60! Ya dejé de teñirme el pelo, porque sé que no volveré a ser joven”. El cantante también parece ser la traba para la posibilidad de un nuevo disco de estudio. “Es difícil, porque somos cuatro personas en esta banda y a tres de nosotros nos gusta el rock’n’roll –disparó Eddie–. Al otro le gusta la música dance. Eso solía funcionar, pero ahora Dave no quiere sentarse a la mesa”. A pesar de toda esa catarsis, es imposible imaginar a uno sin el otro arriba del escenario y la relación entre ambos fluye naturalmente.

La inicial “Light Up The Sky” junto a “Drop Dead Legs” y “Dirty Movies” son temas que han sido rescatados para esta gira, ya que casi nunca fueron interpretados en vivo. La lista de temas en general parece haber sido diseñada por un curador con un master en Vanhalenología. En la primera hora de show, la banda tocó “Runnin’ With The Devil”, “Somebody Get Me A Doctor”, “I’ll Wait” y “Everybody Wants Some!!”, con espacio para dos de las “nuevas” del último disco de estudio de 2012, “She’s The Woman” y “China Town.” Alguna vez David Lee Roth dijo que las canciones de Van Halen tienen el ritmo perfecto para poder bailar sin que se derrame nada del vaso. Esa es la medida. Y aunque en algunas a Eddie se le vaya el pie en el acelerador, la descripción es bastante acertada. A esta altura puede afirmarse que Van Halen es la quintaescencia del hard rock estadounidense. Destilan USA por los cuatro costados, desde la historia de American dream de los hermanos Eddie y Alex Van Halen (inmigrantes holandeses en total pobreza durante su infancia a este status de consagradas estrellas de rock), esa base de batería de Alex que recuerda al edificio Chrysler de New York, las armonías vocales patentadas por los Beach Boys y un cantante acuñado en la más clásica escuela del anfitrión de late night show de la TV yanqui.

Tras un solo de batería, siguieron “Dance The Night Away”, “Beautiful Girls”, “Little Guitars” y “Women In Love”, y el vaso efectivamente no derramó una gota a pesar de que fue imposible mantenerse quieto. Hasta que llegó el momento de vender helados. David Lee Roth quedó solo en el escenario, banquito, armónica y una guitarra acústica, situación ideal para relatar con cierto tono de intimidad alguna de sus historias. La de esa noche tuvo como protagonista a James Brown: en 1985, MTV realizaba la primera entrega de los MTV Awards en el Radio City Music Hall, contaba David con lujo de detalles. El había reunido 8 nominaciones por sus videos de “Just A Gigolo” y “California Girls”, pero se fue a casa con las manos vacías, porque ese mismo año fue el de “We Are The World”. “¡No puedo competir con la paz mundial! Ese es trabajo para Bono”, remató como excusa a su magra fortuna en la ceremonia. En la previa esa misma noche, el cantante se había cruzado en los pasillos a James Brown, que se paró, lo miró fijo y vociferó “¡David Lee Roth! Conozco tu trabajo y está muy bien” La propia moraleja fue que no podía haber premio mayor que el hecho de que su ídolo supiera su nombre y cómo se ganaba la vida. Risas, aplausos y una gran versión de “Ice Cream Man” a la que se sumó el resto del grupo.

Con el anfiteatro encendido, siguieron “Unchained” y “Ain’t Talkin About Love.” Acto seguido, uno de los momentos más extraordinarios que pueda ofrecer un show de rock desde hace más de treinta años: un solo de guitarra de Eddie Van Halen. Con una extensión de casi diez minutos (que mentalmente vuelan y parecen la mitad de tiempo), el último guitarrista vivo en revolucionar el instrumento incluyó extractos de “Spanish Fly”, “Cathedral”, “Mean Street” y, por supuesto, “Eruption”. No existe sobre la faz de la Tierra otro guitarrista con la habilidad, técnica y destreza al servicio de un show de rock que tiene Eddie Van Halen. La analogía futbolera sería que “la deja chiquitita”. Y así siguió en la recta final del concierto, con “You Really Got Me” (¿acaso una versión que supera con creces la original de The Kinks?), “Panama” y el cierre a pura fiesta con “Jump”.

El show en West Palm Beach fue parte del final de la gira, que terminará la primera semana de octubre con un doblete en el mítico Hollywood Bowl de Los Angeles. No quedan muchas esperanzas para que algo de ese tour se replique en Sudamérica. La última y única vez que Van Halen pisó el continente fue en 1983. Otra era. Cuando antes de iniciar la gira le preguntaron a Eddie Van Halen si todavía le queda algún país en el que quisiera tocar, respondió que lo que le importaba no era el país o el lugar donde tocaba, sino el público: “Cuando vienen a verte tocar, es todo más o menos lo mismo. Vienen porque les gusta tu música. La mitad de las veces, no estoy ni enterado de qué lugar se trata”. Y el tipo es tan genial que hasta se le perdona cualquier bravuconada de ese estilo. Mientras se suba a un escenario con un guitarra (y con David Lee Roth a su lado), se le perdona todo.

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