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Lunes, 23 de noviembre de 2015
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Homenaje a Luis Alberto Spinetta en el Centro Cultural Kirchner

El antídoto contra todos los males

Los músicos de las “bandas eternas”, sumados a otros artistas invitados, como Ricardo Mollo, produjeron una juntada notable, en la que sonaron clásicos spinetteanos de todas sus etapas. Unas dos mil personas disfrutaron del recital.

Por Cristian Vitale
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Todos los músicos que participaron del tributo al Flaco en la Ballena Azul.

“Contrarrestando la crueldad del mundo, con una música maravillosa como la de Luis”. Cuando Emilio Del Guercio dijo lo que dijo, no sólo estaba proponiendo un hermoso antídoto contra todos los males de este mundo –los lejanos y los cercanos, los de afuera y los de adentro– sino también definiendo exactamente lo que había pasado, lo que estaba pasando y lo que habría de pasar, esa noche, en la ballena azul del Centro Cultural Kirchner. Promediaba el concierto homenaje a Luis Alberto Spinetta, nombrado como Tu vuelo al fin, la sala estaba repleta –repleta, literalmente– y no la habitaba otro sonido que no fuera el de las músicas y el de los pañuelos para secar lágrimas. El de un estado emocional y musical que, tras las clavadas palabras del bajista, cantante y compositor de Almendra, encarnó en una interpretación impresionante de “Hoy todo el hielo en la ciudad”. Una versión en la que medio Almendra (Rodolfo García y Del Guercio, más el polifuncional Dhani Ferrón como sostén) se dio el gustazo de recrear un reflejo de la primera hora: la fuerza y el encanto coral. Reflejo que, al amparo de una banda de lujo (el tándem Fontana-Cardone en teclados, más Guille Arrom en guitarra, Javier Malosetti en bajo y Sergio Verdinelli en batería), se amplificó con otra gema del primer Almendra: “Fermín”.

No quedaron para nada vacías –ni nada que se le parezca un poquito– las palabras premonitorias de Del Guercio. Premonitorias y testimoniales, claro. Porque lo que había pasado, hasta ahí, también tenía que ver con eso de “contrarrestar la crueldad del mundo con estas maravillosas músicas”. Había comenzado con una rabiosa versión de “El monstruo de la laguna” (Pescado II) a través de una banda que unió generaciones: medio Pescado Rabioso, en este caso (Bocón Frascino en guitarra y Black Amaya, en batería) más Ferrón en voz, Juan del Barrio en teclados y el bajista Marcelo Torres que, al concluir la intensa versión del clásico de Pescado, no olvidó a quien no tenía que olvidar: Daniel “el tuerto” Wirtz. “Quería extender en esta canción a mi querido compañero Daniel Wirtz, con el que compartimos Los Socios del Desierto”, dijo Torres al encarar una sentida visita por “Para Ir” (Almendra II). El bloque se completó con un furioso paseo eléctrico por “Post-Crucifixión” y, primer separador visual mediante –fotos de Luis con músicas alusivas, como en cada intermedio– dio lugar al plan Jade.

Lito Epumer en guitarra, Leo Sujatovich en teclados, César Franov en bajo y Daniel Rawsi en batería se unieron a la impecable voz de Ferrón para hacer la fina, rara y única “Amarilla flor” (Madre en años luz) y luego entraron Del Barrio (por Sujatovich) y otro as del mundo Spinetta (Jota Morelli) en lugar de Rawsi para animársele al instrumental “Influjo estelar” (Los niños que escriben en el cielo), cuyo final sacudió a la ballena en un descomunal maremoto sonoro. De ese mismo disco, otra parte de las bandas eternas hizo también “La herida de París”, una pieza que solía faltar poco en los shows del primus inter pares del rock argentino, y “Cementerio Club”, el blusazo de Artaud que Malosetti se dio el gusto de cantar –y suplir la tremenda ausencia de la guitarra de su creador– y Gustavo Spinetta, de rememorar su participación en la versión original. La cuarta banda se desdobló entre una bellísima versión de “Enero del último día” (Madre en años luz), cantada por el queridísimo bajista de Invisible Machi Rufino, y otra de “Durazno Sangrando” –también cantada por Machi– y aromatizada por las texturas de las teclas de Cardone, el bajo del mismo Machi, la guitarra siempre exacta de Epumer –un cacique del jazz-rock argentino– y la batería de Cristian Judurcha. El trío Epumer-Machi-Judurcha, más Cardone, al cabo.

Tras ellos, llegó el reflejado bloque Almendra y luego una conmovedora intervención del tándem Cardone-Fontana que le siguieron los pasos al maestro, con el mismísimo maestro en pantalla gigante haciendo “Hiedra al sol”, esa gema de Un mañana. Tras tal interacción, la voz de Vera Spinetta se dejó acompañar por el piano de Leo Sujatovich para cantar “Cisne” (Para los árboles) y por Cardone-Fontana más Nico Cota en percusión y el todoterreno Malosetti para recrear una perlita acústica de Kamikaze: “Ella también”. Fue el preludio calmo de una instancia –la última– que empezó a tono y que se fue transformando en apoteosis al pulso de la orquesta Kashmir (sinfónica de cuarenta músicos). Un crescendo que comenzó sutil con “Tonta luz” (Silver Sorgo); siguió emotivo con “Laura Va” (Almendra I) cantado por otro tipo que orbitó muy cerca del planeta Spinetta (David Lebon, claro) y devino imponente con el estreno en vivo posmortem de “Cristálida” (“Aguas claras de Olimpo”), una de las piezas más reverenciadas por las cuatro generaciones de admiradores del Flaco Spinetta, cuya versión estuvo muy a la altura de las circunstancias, no sólo porque quien hizo su arreglo orquestal original (Carlos Cutaia) estaba ahí, presente e intacto, con su piano, sino porque Del Guercio, en otra excelente intervención, la cantó como había que cantarla. Y contagió tal emotividad, fortaleza y lirismo a las casi dos mil personas que poblaron la sala central del Kirchner. Fue un embrujo. Fue el cenit de la noche. Fue lo que faltaba para completarlo a Luis, y completarse con él.

Después llegó, bajo un parecido encuadre estético y conceptual, “Canción de amor para Olga”, otra pieza clave de Un Mañana. Tras ella, emergió en escena Ricardo Mollo para cantar “Figuración” (Almendra I) como un cantor de tangos, y “8 de Octubre”, con don Rodolfo García en batería. Y un final que hizo confluir a músicos y público en “Quedándote o yéndote”, una canción cuyo mensaje anida en el alma de todos, de una vez y para siempre: “Y deberás plantar / y ver así a la flor nacer / y deberás crear / si quieres ver a tu tierra en paz / el sol empuja con su luz / el cielo brilla renovando la vida / y deberás amar / amar, amar hasta morir...”.

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