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Domingo, 29 de noviembre de 2015
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EL CANTAUTOR CELEBRO LOS TREINTA AÑOS DE GIROS EN EL TEATRO GRAN REX

La noche en que Páez volvió a ser Fito

En la primera fecha del festejo, el rosarino no sólo se transformó en un director técnico de las emociones, sino que dejó en evidencia que su cancionero de los 80, más que disfrutar de la contemporaneidad, evolucionó de tal manera que consiguió resignificarse.

Por Yumber Vera Rojas
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En la celebración, Fito Páez respetó a rajatabla los arreglos originales de las canciones.

La idea surgió durante una cena en Ciudad Juárez (México), barajó como posibles plazas La Habana (Cuba) y Rosario, pero finalmente se consumó en Buenos Aires, donde Fito Páez celebró en la noche del viernes, en la calle Corrientes –testigo de ese amor púber más fuerte que el Olimpo de “11 y 6”–, los treinta años de Giros, su primera obra maestra. Si el recital clásico y sinfónico que brindó en julio en el Centro Cultural Kirchner lo había reconciliado con la magnitud de su trayectoria, en el Gran Rex el cantautor no sólo se transformó en un director técnico de las emociones, sino que dejó en evidencia que su cancionero de los 80, más que disfrutar de la contemporaneidad, evolucionó de tal manera que consiguió resignificarse. Por lo que pasajes con la contundencia de “Viendo cómo hacen el mundo en vez de hacerlo yo” o “Pueden vender un país y estar del lado de Dios, pero nunca podrán sacarme mi amor” retumbaron tan fuerte entre el público, casi a manera de augurio bien sabido, que el show estuvo lejos de convertirse en un viaje en el tiempo.

Antes que caer en el lugar común del protocolo del aniversario, Páez entró caminando al escenario, con las luces encendidas, para saludar, lo que decantó en una suerte de ensayo sobre el tiempo vivido. Y eso le dio pie para rememorar la grabación de Giros, y para presentar a los músicos que participaron en esas sesiones: Paul Dourge en bajo, Fabián Gallardo en guitarra y Tweety González en teclado, quienes aparecieron a medida que los invocaba. También recordó y dedicó el recital al baterista del disco, Daniel “Tuerto” Wirtz (fallecido en 2008), cuyo lugar fue ocupado por Gastón Baremberg, integrante estable de su banda. Tras la señal de “A empezar, carajo”, el festejo del segundo álbum del artista rosarino comenzó con el tema que le da título, lo cual sugería que se apegaría al orden del repertorio. Pero no sólo sucedió eso, sino que se respetaron a rajatabla los arreglos de las temas, a tal instancia que “Alguna vez voy a ser libre” mantuvo su solo de saxo al final, y “Decisiones apresuradas” incluyó el sample de Norberto Campos interpretando al General Alcoholtieri.

Al terminar el tema “Giros”, los únicos invitados de la noche salieron de escena para dar paso al grupo de Páez, al que se sumó en esta ocasión, y tal como en los viejos tiempos, Fabiana Cantilo en coros, quien tuvo una actuación brillante. Así que juntos hicieron las otras ocho canciones del disco, aunque acerca de los 29:50 que dura este trabajo rondaba la duda de qué sucedería con el resto de del show, considerando la consigna inicial. Si bien siempre es un dilema resolver el concepto de un recital temático, el artista rosarino, con experiencia en estos avatares (en 2013 conmemoró los 20 años de El amor después del amor), se abocó a recrear sus demás álbumes de los ‘80, plegándose aparte al orden de aparición. Así, construyó una perspectiva del lugar que ocupa Giros en su obra. Idea estupenda, al igual que la decisión de preservar los arreglos originales. Por eso, tras recuperarse de la emoción por el reencuentro con el disco que creó a los 22 años, Páez aludió a un fragmento de “Del ’63”, para luego continuar con “Tres agujas” y “Canción sobre canción”.

Después de hurgar en su disco debut, el músico de 52 años desempolvó “Nunca podrás sacarme mi amor”, al que le secundaron “Folis Verghet” (mechado con “Fanky” de Charly García) y “Hay otra canción” (ambos de La la la, su disco junto a Luis Alberto Spinetta). Ya en Ciudad de pobres corazones, el rosarino rescató “Pompa Bye Bye”, “De mil novecientos veinte”, “A las piedras de Belén” (en la que retomó los timbales) y “Gente sin swing”. Y de Ey! recopiló tres temazos: “Lejos en Berlín”, “Dame un talismán” y “Polaroid de locura ordinaria”, en cuya presentación reconoció que “no hay otra ciudad en la que la canten como acá”. No obstante, el recorrido no terminó ahí, sino en 1990, con una versión más rockera de “Fue amor”, dedicada a quien la inspiró, Fabi Cantilo, y con la que hizo después “Y dale alegría a mi corazón”. Justo con ese título, y tras dejarlo encendido, el público pidió la vuelta del artista al escenario, a lo que accedió, pero en una versión más actual, con “El diablo de tu corazón”, y otra noventosa, con “A rodar la vida”, para cerrar así una noche histórica e inolvidable en la que Páez volvió a ser Fito.

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