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Miércoles, 2 de diciembre de 2015
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Piti Fernández despide junto a La Franela un año de actividad intensa

“Quiero sentirme cómodo en el escenario”

Más allá del impacto que significó “Hacer un puente”, la banda sigue cimentando un camino de identidad propia, que incluyó la decisión de cortar lazos con el pasado piojoso: “Fue algo natural, no un objetivo”, señala el guitarrista y cantante.

Por Mario Yannoulas
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“No me maté mirando a nadie, soy una mezcla de vago y egoísta, toco lo que me sale”, dice Fernández.

El mito de Los Piojos empezó a nacer cuando Daniel “Piti” Fernández conoció a Micky Rodríguez jugando al fútbol en una plaza de El Palomar. Una casualidad barrial que engendró causalidad barrial cancelando los 80: las canciones habían renunciado a cambiar el mundo pero no a mantener puras las almas jóvenes. Piti conservó algo de aquello –“Me colgué mirando Planeta Gol”, se excusa desde su casa al fin del almuerzo–, y tampoco tiene intención de cambiarse demasiado a sí mismo. “Soy de madera, muy análogo, no tengo Facebook ni mail, recién ahora, por el trabajo, estoy aprendiendo a usar WhatsApp. Los pibes que iban a ver a Los Piojos hace 15 años no tenían Internet, había que juntarse para hacer la previa; ahora se resuelve con un grupo de una red virtual. ¿Qué se van a tomar un bondi para encontrarse con la tribu, si ahora la tribu está en el living de la casa con un vasito de cerveza? Voy a cumplir 45 años y no entiendo. Yo me juntaba en una plaza, pintaba Los Piojos en una pared, pegaba calcomanías en los colectivos, salía a volantear con Micky y Andrés (Ciro) por Corrientes cuando tocábamos en Arpegios. Al ritual lo inventó la gente, eran días especiales; eso se transformó.”

Lo que también se transformó fue la música que el guitarrista empezó a proponer cuando, en 2008, invitó a amigos y conocidos a su casa a comer empanadas para mostrar qué era La Franela: un grupo de géneros cruzados con base en el rock, formado casi como una micro orquesta de ocho, que nació con canciones que él componía y quedaban afuera de la carta piojosa. La Franela hoy tiene tres discos editados –Nada Es Tarde el más reciente, en 2014–, y un último año de gira intensiva que despide mañana a las 23 en La Trastienda (Balcarce 460). “Tocamos en todo el país en un año de mucho laburo y difusión, hemos llegado a meter semanas de cinco shows, parecíamos Kapanga”, explica. En realidad, hace tres años que La Franela mantiene un ritmo de ruta considerable, algo que, según Fernández, corre riesgo de cortarse. “Evidentemente, gustamos mucho en el Ministerio de Cultura, por nuestra versatilidad y la amplitud del público que abarcamos. Nos convocaron a un montón de eventos y aunque no estamos esperando que nos convoquen para hacer lo nuestro, eso nos llevó por el país. Ahora quizá tengamos que salir a pelar un espíritu más punkie; de hecho, ya tenemos arreglados muchos shows en el conurbano, algo que habíamos dejado de hacer. Ahora, a cruzar los dedos con la política: aunque no lo voté, ojalá le vaya bien al presidente electo, que se ilumine para que no se pierda lo que se logró. Yo nunca la pasé mal porque fui clase media, pero vi familias destrozadas a mi alrededor.”

–La canción “Hacer un puente” se vinculó con un momento del país...

–Me encantaría decir que la hicimos porque somos muy políticos, pero la escribí porque mi hijo se había quedado viviendo en Córdoba con la madre. Lo otro apareció cuando la eligió 6 7 8, como cualquier programa puede elegir un tema y pagar los derechos. Estaba tan identificado con la gestión del Gobierno, que al poner las imágenes de esa magia de la gente con las banderas, quedó como algo generacional. Estaba de acuerdo, y me encantó, pero no lo hice por eso. Ahora por suerte tengo a mi hijo cerca.

–El primer disco fue urgente, el segundo sirvió para afianzar una identidad, ¿qué rol cumplió Nunca es tarde?

–A veces al artista y a la gente les pasan cosas distintas. Es verdad, al primero lo hicimos a las corridas, como para decir “Acá estamos”, y terminó gustando mucho. Después, con “Hacer un puente” sacamos un video que tiene casi 12 millones de visitas, escapó a lo que pudiéramos haber proyectado. A este último lo trabajamos mucho, el sonido te aplasta la cabeza, me encanta, pero no pegó tanto. Como cuando uno cree que está re-fachero y después no le gusta a nadie. Quiero que el próximo sea pesado, denso. Trato generalmente de ir con la música atrás de las letras, de lo que quiero contar, para después colorear con las guitarras y demás elementos. Durante mi carrera fui comprando distintos instrumentos de cuerdas, desde una charango a un cavaquinho, pasando por mandolinas, un tres cubano, un cuatro venezolano...

–Al principio, el público se identificaba más con usted que con su nueva obra, ¿eso cambió?

–Claramente. Nosotros, desde que salimos, no desaparecimos nunca, y si bien no rompimos todo, las primeras entrevistas sólo hablaban de la banda del guitarrista de Los Piojos. Ahora es La Franela. Tocamos por todo el país, mayormente en fiestas populares al aire libre, donde se acerca mucha gente tatuada que dice: “Mirá lo que sos para mí”. Pero el piojoso no es nuestro público. Estaría buenísimo que lo fuera, por la cantidad de gente que te escucha, pero el franelero es franelero. Por eso llevamos cuatrocientas personas a La Trastienda. Si me hubiese quedado con el 10 por ciento de aquel público, estaría tocando en el Luna Park para 8 mil personas, como le pasa a Andrés (Ciro), ahí sí se sigue haciendo el ritual. En nuestros recitales no pasan las mismas cosas que pasaban con Los Piojos. Ciro era la cara de la banda, y yo no soy Ciro, a él le gusta bailar y hacer zapadas, yo me quedo atrás del micrófono, soy más guitarrista, tengo otra impronta. La gente no es boluda, no va a hacer lo mismo que hacía cuando había otro tipo adelante, espera a ver qué hace uno para devolver algo.

–¿Haberse despegado artísticamente de eso es hasta hoy el mayor logro de La Franela?

–Fue algo natural, no un objetivo. En un punto, soy tan personaje, tan yo, que no tengo ningún cantante o guitarrista como ídolo. Entonces, no canto parecido a nadie, y si quieren decir que no canto, que lo digan. No me maté mirando a nadie, soy una mezcla de vago y egoísta, toco lo que me sale. Si me vuelvo loco buscando la afinación de Keith Richards, probablemente termine tocando como él, sin serlo. Si me hubiera puesto a ver los tips de Andrés me habría quedado a mitad de camino, porque lo que más le gusta a la gente es ver algo auténtico, que no se parezca a nada. Lo único que quiero es sentirme cómodo en el escenario.

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