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Domingo, 6 de diciembre de 2015
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EL TRIO GUALICHO TURBIO EDITO SU DISCO DEBUT EXCLUSIVAMENTE EN VINILO

Blues chamánico suburbano

El grupo integrado por Juanjo Harervack, Zelmar Garín y Hernán Balbuena reivindica las raíces legendarias bluseras, pero les agrega un toque telúrico y un costado “murguero” que sobresale en los disfraces que utiliza. Todo con actitud “de garage”.

Por Cristian Vitale
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Gualicho Turbio actuará el viernes próximo en El Emergente.
Por Cristian Vitale @

La primera imagen que muchos tienen de ellos es la de tres tipos tocando en un jardín de infantes, con pibitos y pibitas a pleno con sus mambos. Lo de muchos es casi tanto como la cantidad de seguidores de Peter Capusotto, que se cuelgan con sus videos. Juanjo, Zelmar y Hernán (Gualicho Turbio) están tocando un tema (“Dilema”) y el descontrol de los benjamines acompaña, sincopado, el swing de sus músicas. “Pasó que el griego Iconomidis, el que le programa los videos a Capusotto, nos pidió uno y nosotros le mostramos el del jardín de infantes, pero como el sonido no daba y la idea sí, él decidió que lo volviéramos a grabar en un jardín que tiene él, y ese es el que quedó”, cuenta Hernán Balbuena, armoniquista, sobre el acto disparador que no solo tentó al trío a grabar más videos (“Chica con swing”, entre ellos) sino también a publicar su disco debut (Gualicho Turbio) exclusivamente en vinilo y con un arte de tapa que empieza a revelar mejor la impronta de la banda: un guitarrista –que puede ser tanto el Robert Johnson de Encrucijada como el Santos Vega, que se encuentra con Supay- apoyado en un árbol y tocando, en el crepúsculo, frente un fueguito, y con tres carabelas a sus espaldas.

–¿Cualquier comparación con el nombre de la banda es pura coincidencia?

Hernán Balbuena (risas): –El tema es que somos de La Matanza, donde se ven muchas ofrendas umbanda, algo que el común de la gente llama gualicho, y también hay una cosa de aquellos bluseros viejos que pactaban con el diablo.

Zelmar Garín: –Y lo de turbio es como un lunfardismo que sale de una canción que hice en el bondi, llevé al ensayo y terminamos ahí. Pero también haría hincapié en la contratapa, donde salimos disfrazados como cuando tocamos: yo soy el diablo; Juanjo el poseso, y Hernán el chamán.

El envase de la hermosa edición en vinilo del disco debut –que el trío presentará el viernes próximo a las 21 en El Emergente (Acuña de Figueroa 1030)– no solo habla por sí, sino que explica también ciertas auras de los trece temas que lo pueblan: seis del lado A, y siete del B. Cuenta de las raíces bluseras y sus leyendas; también del toque telúrico, y el costado “murguero” que sobresale en los disfraces y ciertas fugas rítmicas de un sonido básicamente blusero y de garage. De hecho, la historia empezó con dos tipos queriendo tocar blues. “Botella de fernet por medio, con Juanjo grabábamos bluses espontáneos en un Akai, de esos de cinta abierta. Y les decíamos bluses del orto, porque estábamos siempre puestos”, se ríe Zelmar. Así fue, hasta que la cosa tomó un rumbo más certero. Cuando se plegó Balbuena a tocar la armónica, y le terminó poniendo cierto tinte rioplatense a la intención inicial. “Yo vengo de la murga pero también me gusta el blues, y creo que estaba bueno hacerlo”, dice él, sobre el mojón cero.

Sobre los inicios de este trío que se espeja en bluseros legendarios (John Lee Hooker, Sam “Lightnin” Hopkins y Muddy Waters, entre ellos) tanto como en Ali Farka Toure, cantante y guitarrista maliense; en el rock de garage de mediados de los sesenta, Captain Beefheart y la veta rioplatense, que se expresa más clara en los disfraces que en la música. “Quisiera recalcar que el blues de Gualicho Turbio no es el blues standard sino que proviene de influencias directamente africanas y monocordes, muy diferentes al blues de los doce compases y los tres tonitos, y más relacionado con el blues de Malí o del mismo Hooker, que toca con un tono solo, o no cambia cuando tiene que cambiar, o da vuelta el acento. Todo ese sonido negro es el que me interesa”, retrata el inquieto Zelmar que toca batería, guitarra, banjo, kazoo, y además es DJ, melómano de vinilos y director del sello Noseso Récords. “Yo, como cantante, me agarro más de la forma de escribir y cantar de Javier Martínez y Alejando Medina, de Manal”, balancea Juanjo Harervack, mientras que el negro Balbuena deja fluir en palabras su linaje rioplatense: “Para mí el blues y el candombe son similares, porque vienen de la gente negra traída del Africa hacia dos ríos (Misississipi y de la Plata) que, es cierto, luego se diferencian: por un lado el candombe puro, que se basa en sus tres tambores, y el blues yanqui, que toma otro camino, porque en Estados Unidos a todos los negros les sacaron los tambores, porque eran un medio de comunicación entre ellos, mientras que acá no pasó eso”, explica el armoniquista, integrante también de la murga Momo a Shanty.

“Yo incluiría la influencia que tenemos de las bandas garage yanquis, que trataron de diferenciarse de la invasión británica del blues con saco y corbata, sacando simples entre 1966 y 1967, que tienen un sonido muy particular y que son el antecedente de lo que, años después, sería el punk”, agrega Zelmar, que también se referencia en los Mockers, los Skakers y Sandro. “No sé por qué no lo nombra mucho la historiografía del rock: Sandro es el primer chabón que hace una canción como `No puedo esperarte más nena`, con tinte propio que no es ni Beatle ni Stone, en 1964”, señala Zelmar y encierra así las tres vertientes que caracterizan el disco debut del trío, publicado exclusivamente en vinilo. “Como es un disco de blues y de garage, no podía salir de otra manera. Nos encanta el formato y la música suena como para un vinilo. Además, es algo personal de Zelmar, que es un melómano y nosotros acompañamos la decisión”, dice Hernán, sobre el soporte que fue fabricado en la República Checa. “Casi todos los vinilos que se editan hoy están hechos allá”, agrega Zelmar, mientras refrenda que hoy es mucho más fácil vender un trabajo en este soporte que en CD. “El cd está tan bastardeado que es complejo de vender. Igual, creo que, con el avance de la música digital, se está perdiendo la posibilidad de que la gente tenga una experiencia total con el disco, ese rito de sentarte, poner el disco y seguirlo entero. Nosotros seguimos apostando a esto”.

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