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Viernes, 11 de marzo de 2016
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El guitarrista Adrian Smith adelanta la visita de Iron Maiden a la Argentina

“Este show es de los que mejor produjimos”

En plan de presentar el reciente The Book of Souls, el sexteto de metal clásico se subirá a su avión Ed Force One para viajar hasta Córdoba, donde tocará el domingo, y luego a Buenos Aires, donde actuará el martes en el estadio de Vélez.

Por Mario Yannoulas
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La gira de Iron Maiden es la primera que emprende después de que el cantante Bruce Dickinson se recuperara de un cáncer.

Adrian Smith se prepara para dejar la habitación del hotel en Tulsa, Oklahoma, para encontrarse con los 12 mil fanáticos que lo esperan en el BOK Center. Después de haber despegado y aterrizado sólo una vez con el Ed Force One –el Boeing 747-400 especialmente preparado para pasear a Iron Maiden, su tropa y sus equipos por los cinco continentes–, uno de los tres guitarristas del legendario combinado británico ya está ensamblado en una nueva gira que va a depositarlo en la Argentina este domingo, en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, y el martes, en la porteña cancha de Vélez Sarsfield. La nueva no es que una de las bandas de heavy metal más importantes de la historia tenga su propio avión –el Ed Force original se estrenó en 2008 para la gira retro Somewhere Back In Time–, sino que ahora se trata de una nave más grande –391 toneladas en 64,4 metros de ancho de ala, 70,7 de largo y 19,4 de alto–, que no necesitó ser acondicionada para los altos estándares técnicos del grupo. “No sé si cambiar el ploteo o el modelo del avión representa un estímulo extra para salir de gira. Lo que provoca es un efecto doble: para mi gusto, lo malo es que acapara demasiada atención en cada lugar al que vamos; el aspecto interesante es que, al atraer tanto, mucha gente se termina acercando a nuestra música desde ahí, que es lo único que nos importa. Es una gran propaganda para el grupo”, detalla Smith al otro lado del teléfono. “Hasta ahora lo habíamos usado sólo una vez, pero es muy cómodo, está muy lindo”.

Los años más recientes marcaron un ciclo indiscutible en la vida de Iron Maiden, que cada vez se asienta más como una franquicia multirrubro –marca propia de cerveza, un juego para dispositivos móviles a estrenar en junio, entre otras diversificaciones–, pero siempre con el show en vivo itinerante como base, algo que no sólo certifica la existencia de su avión –a veces piloteado por el hiperquinético cantante Bruce Dickinson–, también la edición de Flight 666, documental que expresó la devoción por el grupo en coordenadas tan distintas como las de Australia, India o Puerto Rico. El sexteto inglés regresa a la Argentina después de su última presentación en el estadio de River, en 2013, cuando desperfectos en el armado hicieron que una valla de contención cediera, comprometiendo la seguridad del espectáculo. Dickinson debió invocar a su intuición de animador durante más o menos media hora, mientras se solucionaba el problema. Smith dice que el cantante juega ese rol mejor que nadie: “Como frontman, es el que más está en el tema. Siempre trató de mantener al público tranquilo; había muchas personas, y la cosa podría haberse puesto fea si la gente se hubiese enojado y hecho más presión hacia el escenario. El sabe interactuar con el público, hizo algunas monerías y nos mantuvo a nosotros al margen”.

En septiembre del año pasado, Iron Maiden dio a conocer su decimosexto trabajo de estudio, el disco doble The Book of Souls, que acaparó un par de récords: no sólo es el trabajo más largo del grupo hasta la fecha –92 minutos en total–, también es el que contiene la canción más extensa, “Empire of the clouds”, con 18 minutos, compuesta sólo por Dickinson. Atenta a la idea de que sólo con la música parece no alcanzar, la franquicia de Maiden creó toda una serie de productos y atracciones, pero jamás pensó en ceder la parte artística, cuyo manifiesto parece quedar resguardado bajo siete llaves en The Book of Souls, que nuevamente busca épica en la duración y la intensidad de sus temas. “Uno hace un disco para darle a la gente algo con qué jugar. Hoy la mayoría descarga un track y lo escucha unos minutos, mientras piensa qué otra cosa va a bajar. El material fue saliendo en el estudio y en un momento nos dimos cuenta de que el disco estaba hecho. Nunca supimos cuánto iba a durar, vimos que tenía que ser doble cuando contabilizamos las canciones que había. Me gusta que el disco vaya contra la corriente, ésa que indica que todo tiene que ser rápido, ya. Bueno, para escuchar esto se tienen que hacer un tiempito”, ríe el templado músico por primera y única vez en la charla.

–Dice que mucho del material provino directamente del estudio. ¿De qué forma impactó esto en el resultado final?

–Normalmente, entramos a grabar con un sesenta o setenta por ciento del disco escrito y ensayado, pero esta vez no. En su momento estuve revolviendo bocetos que tenía guardados desde los 80. De ahí salieron “Death or glory” y “Speed of light”, dos temas que le mostré a Bruce y que terminamos juntos, algo que no hacíamos desde hacía mucho tiempo. Exceptuando esas dos canciones, el resto lo resolvíamos en el día: armábamos las partes, las aprendíamos, y grabábamos. Eso hizo que el disco resultara muy fresco.

–Recurrieron al estudio donde, hacía quince años, habían grabado Brave New World, un álbum especial para Dickinson y para usted...

–Creo que el estudio tuvo un gran impacto, es uno de mis lugares favoritos para grabar. El espacio cambió mucho visualmente desde aquella vez, pero conserva una excelente vibra que nos hizo sentir muy cómodos para trabajar. Además, nos encantó estar esas seis semanas en París. En cuanto a Brave New World, es uno de mis discos preferidos, representa una fase muy emotiva para Bruce y para mí, porque volví a Maiden después de diez años, y está lleno de buenas canciones. No sé si considerarlo un clásico, al menos eso no debería decirlo yo, porque nosotros metemos lo que mejor que tenemos para cada disco, y le queda el público definir si es un clásico o no. Imagino que Piece of Mind o The Number of the Beast están más cerca de serlo.

–Muchos relacionaron la canción “Tears of a clown” (“Lágrimas de un payaso”) con el suicidio del actor Robin Williams. ¿Hay alguna relación?

–No en principio. Primero estuvo la música, de donde partió la idea para la letra. Se puede interpretar como la historia de alguien que parece feliz pero está oscureciéndose por dentro. Si alguien quiere, puede pensar en Robin Williams, pero no fue él el disparador.

Comenzada la nueva gira, que va a mantener en actividad al Ed Force One hasta agosto, la invitación de la “doncella de hierro” siempre promete un punto más de audacia, y la expectativa no es sólo qué canciones van a tocar, sino también qué forma va a tomar el robot de Eddie. En el arte del último disco, la mascota del grupo aparece empapada de una estética maya. “Nos parecía que la idea del disco doble y el libro de almas tenía sentido”, explica Smith. “Para mí, éste es uno de nuestros shows mejor producidos, la introducción es emocionante. Vamos a tocar algunas canciones del nuevo disco, del que estamos orgullosos, y varios clásicos.” Uno de esos infaltables es “Wasted Years”, superlativa canción compuesta en solitario por el propio Smith para Somewhere in Time –la única de todo el disco que no incluye sintetizadores–, que este año cumple tres décadas de historia. “El tema lo escribí pensando en la melancolía que me generaba estar en la ruta, lejos de mi casa, extrañando a mi familia. El mensaje es que no tiene sentido llorar ni ponerse mal, no hay que perder el tiempo, hay que vivir el momento y ser positivo”, desgrana.

Smith volvió a Iron Maiden en 1999 de la mano de su amigo Dickinson, quien también retornó después de algunos años concentrado en su camino solista. Otra particularidad de esta gira, que los transporta a Sudamérica desde el norte y el centro del continente, es el nuevo regreso del cantante a los escenarios, después de haberle sido diagnosticado cáncer de lengua el año pasado. El guitarrista reflexiona sobre las siete semanas de vacilación humana y profesional en los que se maceró el grupo mientras duraban los tratamientos: “Lo más difícil lo vivieron Bruce y su familia. En lo personal, no me deprimí tanto, porque es un tipo tan fuerte mental y físicamente, que sabía que iba a salir adelante. Pero no fue fácil. Cuando alguien cercano está enfermo, uno se pregunta qué puede hacer para ayudar, y realmente no hay mucho. Tuvo el mejor tratamiento y lo acompañaron bien. Por suerte, el tema está resuelto”. Tanto el cantante como el guitarrista Janick Gers tienen intereses en historia antigua y sociología, respectivamente, algo que para Smith sí tiene repercusión en el espíritu del grupo: “Creo que cuando la gente lleva adelante otras vidas por fuera de una banda, al volver todos se sienten con nuevos aires e ideas. En Iron Maiden, todos tratamos de hacer eso. Hacer algo más que tocar en un grupo de rock lo mantiene a uno fresco, y creo que eso se nota”.

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