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Martes, 14 de junio de 2016
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Las Pelotas presentó Brindando por nada en el Luna Park

Sin necesidad de demagogia

A la banda que encabeza Germán Daffunchio le basta con apoyarse en su sólida historia para darle forma a un show que deja al público con los sentidos satisfechos. Quedó
demostrado en el estadio del Bajo, donde la música se impuso a los problemas de sonido.

Por Juan Ignacio Provéndola

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LAS PELOTAS

Músicos: Germán Daffunchio (guitarra y voz), Tomas Sussmann (guitarra), Gabriela Martínez (bajo), Gustavo Jove (batería), Sebastián Schachtel (teclados y máquinas) y Alejandro Gómez (vientos y guitarra).
Invitados: Gabriel Dahbar y Emiliano Brancciari.
Duración: 150 minutos.
Público: 6 mil personas.
Estadio Luna Park, domingo 12.

Daffunchio en el Luna, instalado como la nueva catedral del rock porteño tras la clausura de Obras. Foto: Télam

El Luna Park asume una condición bifronte cada vez que aloja un recital. Por un lado, se despliega en las horas previas al show todo el cotillón característico de la cultura rock, que va desde la muchachada rancheando sobre las veredas adyacentes con alguna bebida o sánguche comprado in situ, hasta cantitos de arenga e incluso distintos artilugios pirotécnicos que hacen tronar a una de las zonas más caras de la Capital, en el límite entre Retiro y Puerto Madero. A la inversa, en la otra dimensión, dentro de Palacio de los Deportes esta expresividad parece desteñirse con uno de los problemas más extendidos y difíciles de resolver: el rendimiento sonoro, déficit que ya parece instalarse como una de las condiciones que caracterizan al lugar y lo distinguen.

Así las cosas, y pese a todo, el Luna se ha instalado como la nueva catedral del rock porteño tras la clausura de Obras y las dificultades de acceso del microestadio Malvinas. El Templo del Box se convirtió, con el tiempo, también en un sitial sagrado del rock local. Tocar allí no es para cualquiera y llenarlo constituye todo un hito para quien lo logre.

En ese sentido, Las Pelotas talló otro mojón de su historia increíble, mutante y vigente colmando el lugar el domingo por la noche con motivo de la presentación de Brindando por nada, su décimo disco de estudio, al que le dedicaron prácticamente la primera mitad del show. “El amor hace falta”, corte de adelanto, fue elegido para el inicio de un concierto que se extendió a lo largo de 35 canciones (un clásico de la banda).

“Qué lindo momento”, dijo irónicamente Daffunchio, quien por supuesto no se refería al show. Fue su primera intervención de la noche, luego de “Combate” (de Amor Seco) y antes de “Desaparecido”, uno de los dardos de Esperando el milagro, aquel disco que en 2003 dinamizó la popularidad de un grupo que entonces ya llevaba 15 años de rodaje aunque en un segundo plano.

¿Cómo caracterizar a Las Pelotas? Los cambios a lo largo sus casi tres décadas obligan a repensar la banda a cada rato. Dígase: a cada disco. Brindando por nada, el último, los encuentra penetrando la búsqueda de texturas, climas y sonoridades que tan bien se conjugan en estas cuidadas puestas de luces en vivo. La época de trinchera y batalla, al menos musicalmente, parece nada más que un bello recuerdo del pasado. Pasado, por cierto, que se conmemora con rescates como “Movete”, del seminal disco Corderos en la noche, o bien “Esperando el milagro”, protesta de barricada que Las Pelotas incorporó como su propio “Jijiji”, aunque con una letra más cruda, directa y urgente.

Porque siempre se habla del Indio Solari o de La Renga como máximas expresiones de la ritualidad en el rock argentino, pero Las Pelotas también acredita una feligresía que acude a los recitales como parte de una liturgia en la que se entreveran banderas y cantitos. El ya instalado “soy de Las Pelotas hasta que me muera” se hace oír en cada hueco de silencio y ni el más imperturbable de los agentes de seguridad puede enajenarse ante tamaña muestra de devoción.

Una vez que Las Pelotas desandó buena parte del cancionero de su nuevo disco (con “Víctimas del cielo” pidiendo pista para posterizarse en repertorios futuros), llegó el turno de ir hacia atrás en el tiempo. Así apareció una versión acústica de “Será” con Kola Canga (compañero del baterista Gustavo Jove y corista en la grabación original), el tradicional set reggae con “Que estés sonriendo”, “Si supieras” y “Hawai” y algo que puede interpretarse como un homenaje a Alejandro Sokol en voz de Gabriel Dahbar.

Es desconocida la historia de Dahbar, quien ya lleva un largo rato interviniendo en los shows de Las Pelotas. Tal vez ahí radique el mayor impacto de este misterioso cantante que tiene una similitud física impresionante con Sokol y que se hace cargo de canciones cantadas originalmente por el Bocha, como sucedió en el Luna con “Muchos mitos” y “Día feliz”. Aunque Sokol se fue de la banda antes de fallecer, su sombra indaga la continuidad del grupo y lo expone a la delicada tarea de tener que reconstruir su identidad. Algo que Las Pelotas vienen logrando con sus discos posteriores, claramente diferentes a la era signada por el inolvidable cantante.

¿Y cómo se logra esto? En principio, con Germán Daffunchio consagrado como el frontman de la banda, tal vez en detrimento de su destreza en las guitarras (un sello que se advierte desde sus delirantes pero delicados arreglos en Sumo) pero aportando desde un nuevo lugar para darle direccionalidad escénica a un grupo que jamás apela a poses exagerades ni mohines demagogos para ganarse el fervor de la audiencia. A su lado, el guitarrista Tomás Sussmann completa la vieja guardia pelotera, acompañado por la base Gustavo Jove–Gabi Martínez (valorable pulso femenino en una escena machista al borde de la misoginia) y Sebastián Schachtel, el orquestador entre las penumbras del costado del escenario donde se aloja junto a sus teclados, sintetizadores y máquinas varias. Cierra el bloque Alejandro Gómez a cargo de vientos, alguna eventual guitarra y artilugios de percusión.

La presencia de Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar para “Capitán América” despertó suspiros en la plata femenina, a la vez que aportó picante para el tramo final de un shows. Que, con Las Pelotas, nunca se sabe cuando ocurre, ya que tres veces amagaron con despedirse. En la última de ellos se despacharon con una bonita versión de “Mañana en el abasto” mientras mucha gente ya se había retirado del lugar creyendo que todo había acabado. Se perdieron otro de los tantos momentos impredecibles de esta banda que sigue soplando su leyenda a punto de cumplir 30 años en activo.

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