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Domingo, 25 de septiembre de 2016
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UNHEARD BIRD, CON GRABACIONES INEDITAS DE CHARLIE PARKER

Un disco conceptual involuntario

El álbum con dos CD, que incluyen 69 pistas con tomas alternativas descartadas y entradas fallidas de Parker, es presentado por el sello Universal como un acontecimiento histórico, y en parte lo es, pero no deja de ser también, como diría Kundera, un testamento traicionado.

Por Diego Fischerman
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En busca del arca perdida de Charlie Parker.

Podría pensarse Unheard Bird como un disco conceptual involuntario. Las obras conceptuales cambian lo que está alrededor de ellas. Funcionan como bisagras. Obligan a pensar y volver a pensar aquello que parecía absolutamente claro antes de su existencia. Nada sería igual en las artes plásticas sin el mingitorio de Duchamp y nada sería igual en la música sin los 4’33” de John Cage, esa pequeña inmersión en el silencio –y en la reformulación del ritual del concierto– que pondría en tela de juicio al sonido mismo.

Sin embargo, ya se sabe, un mingitorio no es exactamente la clase de obra que alguien querría colgar en su casa y nadie –o casi nadie– compraría un disco con una colección de versiones de 4’33” para solazarse con su repetida –y silenciosa– escucha. El rechazo de esas obras por las formas tradicionales de circulación y los esquemas establecidos del gusto es, eventualmente, parte del “concepto” que se ocupan de poner en escena. Son obras geniales. Son imprescindibles. Pero, en general, alcanza con que a uno se las cuenten. Un álbum con dos CD, que incluyen 69 pistas con tomas alternativas descartadas originalmente y entradas fallidas de Charlie Parker, tiene algo de eso. Es importante. Se trata de un documento único. Pero son muy pocos los que podrían encontrar alguna clase de regocijo en su audición.

Concebir esta edición –que el sello Universal presenta como evento histórico– como un concepto, aun impensado. tal vez sea generoso. Quizá se trate solamente de algo tan fallido como el material que lo constituye. De una idea condenada al fracaso desde su propia formulación. De algo pensado por productores discográficos y no por escuchadores de música. Un álbum con grabaciones inéditas de Charlie Parker suena a descubrimiento del arca perdida hasta el momento exacto en que se descubre que de las 69 pistas más de la mitad ronda el minuto de duración o aún menos, como la entrada fallida de la toma 1 del tema bautizado “Z”, de apenas 7 segundos. Y, no obstante, hay algo de atractivo en todo ello. Algo de voyeurismo monstruoso, un poco como en el volumen de infidencias sobre Borges que Bioy escribió en privado y sus editores hicieron público. Escuchar la lenta, trabajosa construcción de la grabación de un tema de Parker, las dificultades de los músicos para entender la construcción, para familiarizarse con los saltos melódicos y las armonías cambiantes –muchas de las tomas incompletas se deben a errores de Gillespie, por ejemplo– tiene algo de impúdica enseñanza.

Para un estudioso del arte, para un alumno de saxo, o de historia del jazz, puede, finalmente, resultar fascinante escuchar todo aquello que los músicos jamás quisieron que escuchara. Testamentos traicionados, diría Milan Kundera. Historia viva, afirmarían otros. De las grabaciones incluidas, abarcando contextos y formaciones instrumentales que van del cuarteto y el quinteto a registros con big bands, con la orquesta “latina” de Machito o con cuerdas, y registradas entre 1949 y 1952, no todo es morralla, a pesar de todo. Algunas de las tomas alternativas –las dos de “Okie Dokie”, las de “Night and Day” y “What is This Thing Called Love”, por ejemplo– son magistrales. Pero resultan poco a la hora de justificar la edición completa. Un solo disco con una selección de las tomas descartadas e inéditas podría haber resultado atractivo. El criterio de agrupar todas las tomas de un tema, incluyendo al final el master que se publicó en su momento, en cambio, puede funcionar si el objetivo es el estudio y el análisis pero en los hechos, y si de placer se trata, convierte los dos discos en algo inescuchable.

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