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Juegos y ensoñaciones, estados de enorme felicidad que remiten a la infancia, y que difícilmente se repitan en otros estados de la vida. Y la música, por ahí. El Sonido de los Durmientes, orquesta de diez músicos que presentará su tercer disco (Mancha arena) hoy a las 21 en Hasta Trilce (Maza 177), tiene algo de todo eso. Primero el nombre del disco que, según su director Gabriel Lombardo, remite precisamente al juego callejero que él mismo disfrutaba en la Plaza del Trébol, de Parque Chas. “Un juego único que nos igualaba y nos hermanaba sin que mediara ningún tipo de diálogo”, evoca él e hila, desde allí, el concepto lúdico y colectivo que atraviesa la obra de siete piezas causalmente instrumentales. Piezas que ensamblan músicas urbanas, tangos y resonancias latinoamericanas, bajo el manto de la música de cámara. Y que Lombardo eligió componer “rápido e irresponsablemente”. “Sin pretender hacer referencias claras en cuanto a lo estilístico, quiero decir. En contraposición a Danza entre Todos (el disco anterior), buscamos una música dinámica, fresca y ágil. Anteriormente, siempre tendí a borrar lo primero que escribía solamente por haber sido inmediato. Esta vez fue todo lo contrario, un juego, una búsqueda de lo espontáneo”, señala el director que también se encarga de la composición y la guitarra.
–Son más las rupturas que las continuidades respecto del disco anterior, entonces.
–Es probable, porque éste tiene un carácter más tanguero. Esto fue buscado desde la interpretación y la escritura, por medio de la orquestación y de texturas más homófonas. Pero la principal novedad no el material que ya estaba dado anteriormente, sino que lo que antes fue un esbozo, ahora se desarrolló y generó una obra, con dos características de la ciudad de hoy que para mí definen su estética: lo cosmopolita y la vertiginosidad de los acontecimientos.
–Con una música que se vale de elementos también “cosmopolitas”: tango + música académica + “folklore urbano”.
–Esta mezcla estética es el reflejo de nuestra mezcla cultural, por eso nos surge como algo natural, intuitivo. Es la condición que tenemos al vivir en una ciudad cosmopolita y en un país que fue colonizado.
–¿En qué sentido, o hasta qué punto, lo que hacen es una resignificación musical?
–No sé si resignificamos, sí creo que el desarrollo técnico que brinda la música académica europea puesta al servicio del carácter y el desarrollo rítmico de nuestro folklore es un camino poco abordado, y tiene que ver con nuestra identidad. Creo que hay mucho por hacer en este sentido.
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