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Sábado, 22 de octubre de 2016
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EL ENSAMBLE CHANCHO A CUERDA CELEBRA DIEZ AÑOS DE VIDA EN LA SALA CARAS Y CARETAS

“Somos siete pero con identidad propia”

El grupo nació como un juego de improvisaciones entre músicos de diferentes vertientes estilísticas, pero ya tiene tres discos y, en plena celebración del décimo aniversario, uno más por venir.

Por Cristian Vitale
La banda nació como “La chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos”.

“¡El Chancho es Perón!”, dice uno y todos ríen. “Todos” son casi la mitad del grupo (Agustín, Julián y Nahuel) y la alegoría no está nada mal. El chancho es el que une en la diversidad. El que hace magia para que siete individuos, dejando de lado intereses mezquinos, confluyan en una unidad común. En un colectivo de músicos que precisamente han dado en llamar Ensamble Chancho a Cuerda, y que tiene mucho por decir. Ya dijeron –también mucho– a través de una primigenia tríada de discos (Contrastes, Subversiones y Reconstrucción) y parte de lo que dirán asomará hoy a las 21 en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037), cuando conmemoren sus primeros diez años de vida. Su década ganada. “Teníamos muchas ganas de hacer un balance de nuestra historia. Después surgió invitar músicos amigos también históricos, pero el tema fue que el concierto nos agarró embalados, haciendo un cuarto disco”, enmarca Julián (Galay, el bajista), y se explaya en ese horizonte: “Nos agarró con composiciones nuevas y probando con samplers, electrónica, guitarra eléctrica… un proceso de novedad que no queríamos cortar, y dijimos: achiquemos pero hagamos todo”, ratifica Galay, en la previa de un concierto que participará a Melina Moguilevsky, Mario Gusso y Diego Schissi como invitados.

Un recital, entonces, que intercepta al grupo en un momento de transición. En un punto de inflexión instrumental, estético y conceptual. Agustín Lumerman –baterista– lo explica desde adentro: “Estamos trabajando con nuevos instrumentos y maneras de hacer sonido. Pensando un disco con una sonoridad espacial, grande, por lo menos respecto de Subversiones, donde trabajamos un sonido acústico, de cámara y sin sobregrabaciones”, dice el también percusionista del ensamble que completan Manuel Rodríguez Riva en clarinete, clarón y armónica; Lautaro Matute en guitarras, bandurria y voz; Nicolás Rallis (guitarras, ronroco y voz); Joaquín Chibán, en violín y viola, y Nahuel Carfi, el pianista que continúa desarrollando las nuevas intenciones: “Proponemos una mirada actual, contemporánea, distinta a la que era hace diez años. Se escucha cómo estamos plantados hoy, en este tiempo”.

–¿En qué sentido lo de contemporáneo? Cuesta acotar la música que hacen en una idea de tiempo.

Agustín Lumerman: –El ensamble ha sido siempre un colectivo de músicos, y siempre hemos defendido esa manera de entenderlo, y queremos que esto se escuche en la música, tanto en el sonido, como en la poética y en la temática. Acá sentimos que hay una actualidad y, si, una permanencia a la vez.

Julián Galay: –Hace diez años, cuando nació el grupo, todavía estábamos en la escuela, y era cosa de experimentar, de cruzar músicas. En cambio hoy, momento en que todos hacemos todo, cada uno tiene su proyecto solista y esto le hace bien al ensamble, porque las ideas de cada uno están explotadas por fuera. Esto le permite al grupo en sí mismo, al chancho, ganar una identidad propia que ya no es una suma de siete, sino una identidad donde es el chancho el que elige de cada uno.

–Es cierto, entonces: el chancho es Perón.

Los tres: –(Risas). Totalmente, sí. Podríamos ponerle Perón, Perón a algún disco.

–¿De dónde proviene ese nombre tan extraño?

J. G.: –Cuando empezamos la cosa era sentarse, juntarse a la noche a tocar, improvisar y grabar medio en chiste, porque todos veníamos de músicas muy diferentes. Hasta que apareció la posibilidad de tocar en vivo, y le pusimos La Chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos (risas). Era una formación rara, con muchos instrumentos y rumbo incierto. Además, había algo del mal gusto de los chorizos que nos parecía divertido. No sé, en ese momento nos cagamos de risa, pero cuando empezamos a tocar, empezamos también a hacer los diseños, que ya tenían la presencia del animal, y nos empezaron a decir La chancha… pero cuando lo quisimos registrar había dos grupos, uno acá y otro en La Plata, que tenían un pedacito del nombre, y uno de ellos quería “la parte”, entonces nos juntamos en una pizzería a pensar un nombre. Horas en que no aparecía nada, hasta que apareció. Nos gustó lo del chancho, por lo irracional; lo de ensamble, por lo racional; y lo de la cuerda nos generaba como algo mecánico, una especie de juguete, de autómata.

–Alguien que les quiera entrar por el nombre podría pensar, también, en un ensamble de cuerdas, pero ¿y el chancho?

J. G.: –Hubo interpretaciones muy variadas a lo largo de estos años, y muy divertidas. “Ah, yo pensé que era a cuerda porque ahorcaban a un chancho para hacer un asado”... (risas).

Nahuel Carfi: –Eso dijo uno en Brasil, sí. Había hecho una traducción medio extraña. Igual, está bueno, porque es un nombre difícil de clasificar, como la música que hacemos... El nombre representa eso.

–Una música inclasificable: no existe palabra que la identifique en el sentido de género.

A. L.: –Avisen cuando esté el nombre, así lo empezamos a usar (risas).

N. C.: –En un momento sonaba lo de música popular contemporánea, u otras músicas, o world music. De hecho, el Gardel que nos dieron por Subversiones fue de world music… lo pudimos aprovechar (risas). Lo cierto es que el ensamble agarra las siete individualidades que vienen de orígenes musicales diversos y las mete a jugar en la misma cancha, digamos. Cada uno tiene muchos universos, algo típico de Buenos Aires.

J. G.: –No se puede estar ajeno del candombe rioplatense, el tango, la música experimental, la canción, lo latinoamericano. Hay como un interés descomunal en lo que suena bien, incluso de músicas a las que no se le da tanta bola, como la murga porteña. Hay una influencia de ella, que por ahí la encontrás en la parte de la batería de un tema… está como solapada, pero está.

–¿Dónde encuentran la unidad, la autonomía, en esa diversidad?

N. C.: –En el código común que encontramos con los años. Esa unidad se da con el lenguaje logrado en ensayos durante muchos años, además de generar vínculos entre nosotros… no se trata de sumar elementos y géneros.

–Podría salir un híbrido, hasta un desastre. Hay ejemplos...

N. C.: –De acuerdo, pero lo que hay entre nosotros siete es muchas horas de ensayo, de búsqueda. Mucho diálogo.

J. G.: –Compromiso emocional y una exigencia artística que nos puede salir o no, pero la tenemos. El chancho tiene una identidad propia. Hay siete miradas que confluyen en un punto, y lograr ese punto lleva mucho trabajo… pero estamos tranquilos porque el chancho va a tomar lo que más le gusta de cada uno. El chancho es una unidad en la que pueden convivir Violeta Parra, Charly García, y expresiones muy diversas. El Chancho es movimiento.

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