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Domingo, 29 de octubre de 2006
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EL LARGO CAMINO QUE LLEVA A LA LEY DEL MUSICO

“Tenemos que perderle el miedo a la política”

Apoyado por figuras como Liliana Herrero, Adrián Iaies, Teresa Parodi y Litto Nebbia, entre otros, un grupo más grande de artistas integra una mesa redactora de la ley, cuyo texto será llevado al Congreso. Incluye la figura del “músico independiente”.

Por Cristian Vitale
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La guitarra no se quedó en el ropero: los artistas lograron que anularan un decreto que los perjudicaba y van por más.

Tras las acaloradas asambleas que se vivieron en el Hotel Bauen en abril pasado, la patria musical argentina se calmó y está trabajando en la redacción de una nueva ley. Logrado el objetivo de anular el decreto 520/05 que reglamentaba la 14.957, un cúmulo de músicos analiza el “punteo fino” del texto que llevarán en breve al Parlamento. “No nos servía un estatuto que contemplara derechos y deberes de los músicos cuando trabajaban. ¿Por qué? Simple, porque no hay laburo. ¿Quién me va a pagar a mí por tocar si los boliches prefieren tener un disco puesto? La idea es mejorar las condiciones en que se hace música hoy en Argentina”, señala Marcelo Moguilevsky, uno de los artistas comprometidos con la movida.

Apoyados por figuras de relieve como Liliana Herrero, Adrián Iaies, Teresa Parodi, Cristian Aldana y Litto Nebbia, entre otros, unos cien artistas conformaron un colectivo –Músicos Argentinos Convocados– y 25 de los más activos configuraron la mesa redactora de la ley, que trabaja en dos puntos fundamentales: la creación de un Instituto Nacional de Música y el Estatuto del Ejecutante Musical. El instituto estaría destinado a generar herramientas tendientes al desarrollo de políticas culturales. Amplía Diego Boris, otro de los “implicados”: “No sería el Estado haciendo política cultural, sino dando herramientas”. Entre otras características, el instituto que imaginan Boris, Moguilevsky y compañía sería autárquico administrativa y financieramente. Algo así como el Incaa, pero de la música. “Lo central es que puedan generar fondos propios para volcar en la actividad”, afirma Boris.

“La antigua ley –sigue Moguilevsky– obviaba al músico independiente y, por ende, daba por el piso con el movimiento de rock. Sostenía una cantidad de derechos pero sólo para los músicos en relación de dependencia. Nosotros incluimos la figura del músico independiente, con sus derechos y su blanqueo. Es inevitable, porque sabemos que si un músico se rompe un dedo su familia no come. Hemos charlado con chicas que viven como una tragedia quedar embarazadas. Esta es una generación que creció con sus derechos cercenados y ve como imposible la posibilidad de mejorarlos. Así no va.”

Los músicos también tienen entre ojos motorizar un gran censo federal, que contemple a los artistas de toda la república. El modelo, según Moguilevsky, es el que ya puso en marcha una organización cordobesa, que cuenta con un registro completo de la actividad. “El censo sería gratuito y consistiría en una declaración jurada con datos mínimos y necesarios, con el fin de entrecruzarlos con los espacios para tocar, y demás. Hay una especie de telaraña que se puede armar para entender quiénes somos”, se entusiasma Moguilevsky. El Estatuto del Ejecutante Musical, en tanto, conservaría algunos puntos de la norma derogada más un plus: el músico independiente. “Incluirlo en la ley es tan importante como conservar los derechos de los dependientes: jubilación, lucro cesante, ART u obra social”, destaca Boris.

El brazo político de los músicos es el presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, Jorge Coscia, quien ya se comprometió a recibir el borrador de la ley, bajarlo a “papel fino” y trasladarlo al Congreso para su tratamiento. “El proyecto es ambicioso, porque su fin es fomentar la cultura nacional. Pensamos que hay un déficit, en el sentido de que no se le da lugar a la música argentina. Por eso, tenemos una intencionalidad cultural”, engloban. El colectivo también trabó contacto con financistas y legistas, que los orientaron sobre legislación comparada. “Se laburó de una manera casi obsesiva, tendiendo a un bien común”, sostiene Boris.

Tras el llamado masivo y general que se hizo durante la tercera asamblea, se comprometieron a trabajar unos 300 músicos. Luego, la mitad participó activamente de las primeras reuniones. Y se dividieron en cinco grupos: políticas culturales, gremiales, legales, grupo federal y prensa. Comenta Moguilevsky: “Ahí nos dimos cuenta de que éste no era un fenómeno exclusivo de Buenos Aires. Es una llave importantísima, porque si se anula una ley promulgada a ciegas es para cambiarla por otra con consenso: tiene que estar incluido el país”. Sobre la marcha, trabaron contacto con diversas organizaciones provinciales (MIN, de Mendoza, ANI de Neuquén y el MIF de Tierra del Fuego) que preexistían a la movida del Bauen. “Nos enteramos de tremendos problemas en el interior: por ejemplo, en Tierra del Fuego los músicos no pueden registrar sus canciones en Sadaic, porque no hay representantes para cobrar. Seguramente, organizados como están, podrán lograr que manden alguno”, dice Boris.

Otro flanco que los músicos autoconvocados no pueden esquivar es el generado por la tragedia de Cromañón –ver recuadro–, que desbalanceó el “equilibrio” oferta-demanda en la actividad. La fórmula es axial: muchos músicos + escasos lugares para tocar = monopolio empresarial. ¿Qué piensan hacer ante esta desproporción inédita? Responde Boris: “Es central analizar cómo se generan espacios para tocar. Puede ser a través de un circuito de lugares estables, subvencionados por el instituto, al menos en términos de infraestructura edilicia. Somos conscientes de que si no se mejoran las condiciones cualquier conquista laboral termina siendo una traba más”. Los músicos prefieren bajarle el tono al cruce con el Sadem (impulsor de la ley anulada) y se centran en el marco político que subyace a la potencial normativa. “Somos hijos directos de la dictadura, de una trama social desecha en la cual los músicos también nos perdimos. Es necesario luchar contra ese individualismo feroz que generó el menemismo... por eso, el fondo de esto es retomar la trama social perdida. Hay que perderle el miedo a la política.”

Según Boris, todo artista debe ser consciente de la necesidad de los tiempos que corren. “El artista le tiene que dedicar al menos dos horas por semana a lo colectivo, porque no hay realización individual en una sociedad que no se realiza. Nadie va a perder la inspiración por preocuparse del mínimo bien colectivo, porque también es el individual. Durante muchos años nos hicieron creer que, al ocuparse del todo, los músicos perdían la inspiración. Y lo que se perdió fue una asociación gremial fuerte, que nos representara.” Ambos señalan, además, el carácter apartidario que caracteriza a la organización. “Acá no hay banderas partidarias: han rebotado voluntariamente. Fue un aprendizaje sentarse con un liberal, con el que nunca te sentarías en tu mesa, y llegar al fondo de la idea. Una onda ‘flaco, la música necesita de tal cosa’...”

–Una “horizontalidad” que se quiebra si se llega al debate con ideas preconcebidas e inamovibles...

Diego Boris: –Por eso, se privilegió el amor a la música y la honestidad intelectual. En la charla sincera entre las personas que aman la música, siempre se llega a un acuerdo, porque vos no vas a querer nada que vaya en contra. La idea es favorecer las condiciones en que se hace música y no una idea de cómo debería ser la música en otro modelo de sociedad. La realidad que tenemos es la sociedad en que vivimos.

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