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Sábado, 24 de septiembre de 2005
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LA PEQUEÑA ORQUESTA PRESENTA SU NUEVO DISCO EN EL ATENEO

Con el traje de reincidentes

“Nunca intentamos volver a probar lo mismo, porque no hay certeza de que funcione”, dice el grupo, que esta noche le da curso a un disco donde encuentra matices para no repetirse.

Por Cristian Vitale
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Guerra, Fernández y Pedroncini, tres de los cinco integrantes de Pequeña Orquesta Reincidentes.
Quince años separan origen y presente de esta pequeña orquesta. Pero parecen cien. Es una historia singular, apartada del tiempo y el show business, abnegada y zigzagueante. Allá lejos y en el tiempo fueron rock y pop a medias, después adoptaron como inspiradores a Nick Cave y Tom Waits, supieron del tango y su insondable profundidad, juguetearon con polcas, valses y sonidos griegos, improvisaron con todos los instrumentos posibles y le cantaron las más de las veces a lo sórdido de vivir. Todo esto, encorsetado en siete discos e innumerables recitales, es una mezcla sin fin, un cruce, una mutación constante, un ser y no ser a la vez. Un trascender cuyo vaivén, Rodrigo Guerra –contrabajo, tuba, trombón y voz– sintetiza en una constante. “En lo único que reincidimos es que ninguna fórmula tiene un lugar asegurado, se usa y se desvanece. Nunca intentamos volver a probar lo mismo, porque no hay certeza de que funcione.” Para corroborarlo basta con escuchar el flamante Traje –que estrenan esta noche en el ND Ateneo, Paraguay 918–, poco comparable con su inmediato antecesor, Miguita de pan (2003), y menos aún con Nuestros años felices (1996) o Tarde (1998). “Nunca hubo una intención de hacer determinado tipo de música... no hay un estilo definido ni una idea hacia dónde ir. Seguimos en el mismo estado que cuando empezamos”, completa Santiago Pedroncini, pianista, acordeonista y violinista.
–Sin embargo, forzando comparaciones, la fórmula de Traje parece ubicarlos entre el Cuarteto Cedrón y Nick Cave. ¿Acuerdan?
Santiago Pedroncini: –Es probable que haya algo entre Cave y el Tata, sobre todo en la forma de encarar la música. No hay dudas de que Cedrón hace tango, sin embargo se toma mucha libertad para frasear, y nosotros vamos por ese camino.
–Hay una coordenada que los emparienta: la subordinación de la música a la poesía...
S.P.: –Pienso en Miguel Mateos... el tipo compone las letras desde la fonética, sólo para que le cierren métricamente. Hay gente que trabaja la letra como una cuestión rítmica, sin interesarle lo lírico en sí. Las letras te pueden llevar para otros lados y modificar la música. La comparación vale.
Juan Pablo Fernández: –Los temas en que Cedrón canta a Tuñón parece que fueran de él. Logra una mezcla exacta entre lo que canta y lo que dice. Si leés de corrido La cerveza del pescador Schiltigheim, decís “es imposible que esto pueda ser una canción”... sin embargo el tipo respeta hasta la última coma.
Para el concierto de hoy, estos muchachos –los entrevistados, más Alejo Vintrob y Guillermo Pesoa– descartan invitados y escenografías. Dicen que será un show “típico” y, como tal, no faltarán el arsenal de instrumentos ni los trajes, billetes de otra época “y brillitos que no podemos explicar de dónde vienen”, oculta Rodrigo. Planean tocar Traje “de punta en blanco” y algunos clásicos de otra época, pero no prometen más que eso. Traje es una integridad de por sí. En él conviven melodías bellas (Anoche) con letras oníricas desesperantes (“ya el negro murió y se llevó con él/ las llaves, las puertas/ de adonde nunca pudimos volver”, de Escafado), algún valsecito de vuelo bajo (Romance de suelas y suelos) y un tema proletario y un poco sombrío llamado El camión. “Tenía ganas de escribir algo acerca del ir pesado por el camino, cargando cosas en una mochila: afectos, vivencias, experiencias. El camión es una metáfora burda de esto. Siempre hay una huella y un volantazo que te hace volcar”, explica su hacedor, el guitarrista y poeta Fernández.
–¿Los inspiró algún viaje?
Rodrigo Guerra: –No... no hubo nada consciente. Y si lo hubo, ya se convirtió en inconsciente.
–¿Componen desde el inconsciente?
R.G.: –No sé. El nivel de conciencia o inconciencia es difícil de determinar. En música, siendo la más grande abstracción que existe, siempre hay un motor inconsciente que lleva a tocar una cosa u otra... sobre todo en este tipo de trabajos, que carecen de planteamientos técnicos. Nuestros discos son la cosecha de una estación, necesariamente hay una coherencia temática porque es una época de nuestras vidas, y como está todo en el mismo caldo, por más que haya una diversidad siempre hay relación entre las partes. Pero no hay un punto de partida temático adrede, vamos buscando, encontrando y utilizando elementos que surgen espontáneamente.
–Es un lugar común que se diga que son melancólicos. ¿De verdad son gente triste?
S.P.: –Para nada. Para mí, tristeza y melancolía no son sinónimos. Uno puede tener cierta melancolía y no ser triste en su vida... yo, por ejemplo, tengo momentos de conexión con algo que no es necesariamente alegre. Las cosas que tienen una carga emotiva asociada a lo melancólico me mueven más, incluso como oyente, pero no soy un tipo triste.
–La inquietud surge porque las canciones hablan por sí mismas, y no parecen transmitir estados festivos.
R.G.: –Claro... pero esa transmisión necesita de dos partes. ¿Cuánta gente triste compone y uno se caga de risa al escucharlo?
–¿Corazón es una excepción entre el perfil taciturno de las otras?
R.G.: –Tiene una simpatía, algún desenfado. Pero no sé si es tan alegre. Su letra no me deja muy tranquilo. Me parece que hay más sosiego en No hay un alma, por ejemplo.
–¿Cómo hacen para lograr que todo ese mundo interior, esas sensaciones a veces desgarradoras, se transformen en sonidos?
S.P.: –Buscamos transmitir algo emotivo... en cada tema surgen muchos arreglos diferentes. Van fluyendo y te vas quedando con lo que te resuena en ese sentido. Es pura prueba, ensayo y error. Incluso, en la elección de los instrumentos para un tema probamos dos o tres diferentes, hasta que alguno resuena más que otros a los fines que uno busca.
R.G.: –Somos nuestros propios conejitos de Indias, porque las decisiones sobre qué queda y qué no son bastante sentimentales. Nos pasa algo que nos mueve, nos conforma el arreglo y queda. Nunca dijimos “esto no nos mueve nada, pero lo ponemos igual”.
–Igual, debe ser complejo homologar sentimientos.
S.P.: –Sí, pero al menos se busca. Hay mucha confianza en el otro... si a uno no le cierra una idea pero a otro sí, buscamos un punto en el que uno termine confiando en el otro, y empiece a hacer propia esa decisión.
–¿A qué alude Traje?
S.P.: –Es sencillo y puede referir a la vestimenta que usamos para tocar o a algo que traemos del pasado. No queríamos que el título explicara el contenido del disco.
J.P.F.: –Igual, algo está explicando: este puñado de canciones no sé si dibujan una constelación, pero cada una tiene lo suyo.

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