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Martes, 27 de marzo de 2007
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EL CIGALA EN EL GRAN REX

La pasión de una voz sin impostura

El cantaor flamenco hizo más que presentar Picasso en mis ojos: también adelantó canciones de Dos lágrimas negras.

Por Karina Micheletto
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El Cigala protagonizó un intenso recorrido por el sentimiento flamenco.

El show estaba anunciado como la presentación de Picasso en mis ojos, el último disco de Diego el Cigala, que el año pasado llegó a ganar un Grammy al Mejor Album Flamenco. Después de entrar en clima con un cruce entre la percusión y la guitarra flamenca, sin embargo, los primeros acordes del piano anunciaron lo que todos estaban esperando: la que dio la bienvenida a escena al gitano cantaor fue la melodía introductoria de “Inolvidablemente”, el tema que abre el experimento más acertado –artística y económicamente– de la world music de los últimos tiempos, Lágrimas negras. Durante dos horas, el flamenco repuso casi todas las canciones del disco que compartió con el cubano radicado en Suecia, Bebo Valdés, mostró algo de Picasso en mis ojos y hasta adelantó temas de lo que será Lágrimas negras II (o Dos lágrimas negras, tal como anunció El Cigala). Terminó elevado por el público a la categoría de ídolo local (el olé, olé, olé, Diego, Diego, tiene por estas tierras un único sentido), volviendo a escena una y otra vez en un bis extendido.

Con esa exuberante elegancia que caracteriza a la estética gitana (formal traje negro cortado por impecable camisa fucsia, y por una importante cantidad de anillos, pulseras y cadenas de oro), agradeciendo con frases como “que Dio’ os guarde y os dé salú”, y brindando cada tanto con un vasito espirituoso que fue repuesto varias veces en la noche, El Cigala fue poniendo a punto una garganta cuyo arte no pasa por ninguna técnica aprendida. Algo que quedó claro tanto cuando abordó los palos (así se llama a los ritmos del flamenco) más puros como cuando piloteó los cruces con boleros y sones, o el de esa sorprendente versión de “Niebla del riachuelo” que propone Lágrimas negras.

La formación instrumental del exitoso disco junto a Bebo Valdés fue respetada, con excelentes reemplazos, y si bien algunos temas fueron casi covers en lo instrumental, hubo espacio para el lucimiento de cada uno de los intérpretes. La que iba y venía de escena era la guitarra, protagonista principal de Picasso en mis ojos, donde participan guitarras célebres como las de Paco de Lucía, Tomatito, Raimundo Amador y Josemi Carmona. Así transcurrió la versión flamenca del poema de Rafael Alberti, “La paloma”; o el tema que abre el último disco del cantaor, “Chaneleando”. Entre los temas nuevos sorprendió la versión flamenca del bolero “Dos gardenias”, que, a juzgar por la respuesta del público, promete ser el hit del próximo dueto con Bebo Valdés. Entre los hits instalados pasaron perlas como “Se me olvidó que te olvidé”, “La bien pagá”, “Corazón loco”, además, claro, de la versión del bolero de Matamoros. Todo seguido por un público más que bien dispuesto y entusiasta, aunque incapaz de hacer palmas flamencas o de lograr que los “olés” que se soltaban cada tanto sonaran convincentes.

Los sentimientos en el flamenco son intensos, intensísimos, y esa radicalidad a flor de piel es la que músicos e intérpretes suelen marcar como el elemento que acerca este género al tango, además de sendos orígenes en los márgenes. Aquí, cuando se ama, se ama; cuando se extraña, se extraña; cuando se odia, se dice: “Te odio tanto que yo mismo me impacto de mi forma de odiar, deseo que después que te mueras no haya para ti un lugar...”. Eso es un varón despechado, y no los de ahora. También luce intenso este hombre que odia a Alejandro Sanz y es capaz de tirar el teléfono en plena entrevista si se le pregunta por su colega (aunque él, claro, jamás lo llamaría así).

En su recorrido desde el origen regional hasta el circuito comercial global, toda música atraviesa caminos insondables, y eso ha dado tema para más de un ensayo alrededor del funcionamiento de lo que se conoce como world music. Bastará decir, en este caso, que la potencia de la propuesta radica en haber guardado para sí la marca de origen, eso que a El Cigala le fluye tan naturalmente, el desgarro de esa voz donde no hay impostura posible. Si a eso se le suma el cuidado con que se abre el flamenco a otros géneros y otras geografías –no como experimento de fusión sino buscando lo que tienen en común, y por lo tanto los potencia–, el resultado es un acierto como éste. Las recepciones podrán o no operar desde el snobismo o el mandato de las modas, pero en quien canta y quien toca hay o no hay algo de verdad.

Sobre el final, los aplausos entusiastas fueron logrando que El Cigala se despidiera, tomara fuerzas detrás de escena y volviera para hacer un bis tras otro. Si hasta terminó transformando el escenario en un tablao improvisado, ensayando algunos pasos que lo revelaron como un gran cantaor de flamenco. Afuera comenzaban a picar las primeras gotas de una lluvia que pronto se reveló tormenta intensa. Flamenca, se diría.

8-DIEGO EL CIGALA

Músicos: Jaime Calabuch Asensio (Jumitus) en piano, Diego Morao Giménez en guitarra, Sabú Suárez en percusión, Yelsi Heredia en contrabajo.

Duración: 120 minutos.

Público: 3300 personas.

Domingo 25 de marzo, teatro Gran Rex.

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