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Domingo, 2 de octubre de 2005
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ENTREVISTA CON ARIEL ROT, EL ARTISTA QUE ASUME SU “DOBLE VIDA” EN ESPAÑA: ROCKER Y PADRE DE FAMILIA

“No sé si se escucha música, pero se consume”

El músico, ex Los Rodríguez, acaba de editar su nuevo álbum solista, Ahora piden tu cabeza, en el que además de grandes canciones, muestra en la tapa una imagen más dura. “Me parece interesante ir acercándome hacia el look viejo indecente”, dice Rot, que también sigue con la marcha del rock argentino.

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Ariel Rot, criado como rockero porteño, tiene casi toda su trayectoria hecha en España.
Por Martín Pérez
Desde Madrid

Hasta hace no mucho tiempo, Ariel Rot supo ser el gran cuñado de la sangre azul del rock argentino. A pesar de haberse criado como un rocker porteño, el niño Ariel se hizo famoso desde joven en España como uno de los integrantes del grupo Tequila, y él mismo asegura que apenas si se pudo hacer un lugar dentro del rock del Río de la Plata gracias a Los Rodríguez. “Aquí insisten en presentarme como un músico argentino, y yo tengo que recordarles que desde 1976 grabo discos para España, aquí en España y con bandas españolas”, explica. Así las cosas, una vez terminado su capítulo Rodríguez, de alguna manera su contacto más directo con el rock argentino supo ser su relación familiar con Fito Páez y Andrés Calamaro, con su hermana Cecilia como pareja de Fito y la hermana de su pareja haciendo lo propio con Andrés.
“Ahora soy el ex cuñado de todos”, bromea Ariel en la entrevista con Página/12. Y agrega: “La verdad es que las relaciones andan viento en popa, e incluso creo que entre los ex también. Por suerte, últimamente todo se está dando de manera muy armoniosa”, dice, y se acomoda en una silla ubicada en una pequeña sala de reuniones del edificio de su discográfica aquí en España. Acaba de salir su último álbum solista, titulado Ahora piden tu cabeza, y su rostro comienza a estar en todos lados. “Quizá mi mejor disco hace tiempo que lo hice, y tal vez mi mejor año nunca llegó”, canta en Historia completa, el tema con el que cierra el disco, tal vez el más Rodríguez de un álbum que seguramente sea uno de los mejores de su carrera solista, y en el que –a pesar de ser un padre feliz y hogareño– aparece en la portada de traje y anteojos negros, bastante desaliñado, y con una tanga femenina a la altura de su nariz.
–En el disco anterior estaba de traje en la portada, pero ahora a esa imagen le ha ido sumando elementos rockeros, como unas largas piernas femeninas. ¿Por qué ese arte de tapa?
–Tuvimos algunos problemas con el arte. Parece que el título del disco era muy tentador para los diseñadores y finalmente aparecieron cosas muy explícitas. Pero yo quería que sólo se sugiriera una cosa amenazante en el ambiente, así que finalmente terminamos juntándonos con un fotógrafo amigo, y con Jazmín, una amiga argentina, en el hotel Embajador, un lugar emblemático, casposo y decadente. Y un poco la referencia inicial eran esas fotos de Serge Gainsbourg, acompañado de chicas y demás, y reivindicar un poco el dandismo. Si en Lo siento, Frank reivindicamos la elegancia, esto sería un poco más decadente.
–Justo ahora, que es un orgulloso padre de familia, aparecen las piernas de una chica en la portada de su disco.
–Una chica que no es mi hija, aclaremos (risas). Pero podría serlo...
–Bueno, eso sería aún más decadente, ¡y más Gainsbourg, por cierto...!
–(Risas.) Es curioso, porque en las épocas en que fui muy malo, siempre tuve aspecto de chico bueno y ahora, que soy un buen padre, que eso también te deja destruido, empiezo a tener estas pintas tan canallas. Pero me parece interesante ir acercándome hacia el look viejo indecente.
–Si hay que envejecer, que sea con indecencia.
–¡Claro! Hay que seguir los pasos de Bukowski y de Gainsbourg (carcajadas). He digerido un poco más esto de ser padre. Pero esta doble vida, la del padre y la del rocker, me permite disfrutar más de las dos.
–¿Se puede ser padre y rocker al mismo tiempo?
–La verdad que el agotamiento, ahora, es mucho más sano. Antes venía un tipo a contarte su vida, y te tenía toda la noche así. Ahora, en cambio, aparece en mi cuarto alguien que a las cinco de la mañana me dice: “papá, vamos a buscar el arco y la flecha”. ¡Más rock and roll que eso no hay!
–¿De qué habla su nuevo disco? ¿Se puso a pensar en ello?
–(Se ríe.) En estos días de promoción por el lanzamiento, llenos de entrevistas, no tuve más remedio...
–¿Y cuál de sus respuestas a la prensa fue la que más le gustó?
–Me gustó darme cuenta de que en el disco el paso del tiempo está muy presente. Tanto el tiempo pasado como lo que vendrá, y también aprovechar el momento. Me parece que todo gira un poco alrededor de eso: se repite varias veces la palabra pasajero, por ejemplo. O si no hay otra frase que dice que el tiempo es muy poco caballero.
–¿No hay muchas reflexiones sobre los romances fallidos?
–Más bien hay mucho lugar para el personaje femenino. No sé si en forma de romance, tal vez con cierta ternura. Hay una muñeca rota pagando sus facturas después de haber tenido una vida dislocada, y un tema como swing, de Sergio Markaroff, con la chica todavía disfrutando de ese momento, haciéndose la loca y cayendo de pie.
–En sus épocas de hombre decadente y con cara de niño, habrá visto muchas historias de primera mano respecto de las chicas.
–En realidad, tuve muchos personajes como referencia. ¡Incluso masculinos!
–Con la salida de su anterior disco, la prensa española pareció tener una obsesión por preguntarle dónde estaba parado dentro de la escena española, algo que no sucede ahora. Tal vez porque todos ya han dado por sentado que ha vuelto a quedarse...
–Mirá, lo que yo creo es que gracias a Lo siento, Frank, aprendí muchas cosas. Por ejemplo, qué es lo que no quiero hacer. Que es pasarme cinco meses con un ordenador trabajando en las mismas canciones para intentar que suene como si fuese una banda fresca: ¡pero grabando yo solo todos los instrumentos! Ahora fui directamente al grano, y también aprendí cuál es mi voz, cómo quiero cantar, qué es lo que quiero decir. Toqué mucho en vivo el anterior disco, así que incorporé nuevos registros. Y también me da la sensación de que, al margen de las ventas y todo eso, propias de una época muy inestable, creo que aquí estoy estabilizado en un lugar que es bastante agradecido.
–¿Cómo ve la escena del rock en Buenos Aires desde este lado del Atlántico?
–Siento que hay una escena muy sana, muy sólida y muy bien nutrida. Siempre que me hacen esta pregunta en España, les digo que en Buenos Aires hay una tradición tan sólida, unas bases tan claras, y unos nombres tan precisos, que eso hace que cada década la cantera se siga renovando y sigan surgiendo discípulos, gente con talento y haciendo cosas de puta madre. Cada vez que voy a la Argentina, hay diez grupos nuevos que están llenando sitios y que el año pasado no existían. Ya en la radio del taxi me entero de que tal sacó este disco, y veo los anuncios en las calles. ¡Antes de llegar al hotel estoy al día!
–Especialmente estará al día con lo último de Fito, Charly o Spinetta.
–Mucho más al día que con las nuevas bandas, ahí te tengo que confesar que tengo muchas lagunas...
–Se habrá enterado también lo que sucedió en Cromañón.
–Por supuesto, ya que estaba ahí cuando sucedió, de vacaciones. No en Buenos Aires, pero fue como si lo estuviésemos. No sé muy bien cómo terminó todo el asunto, realmente. Pero Chabán ahora está afuera de la cárcel, ¿no es cierto?
–Así es, esperando el juicio.
–Pero, como en el disco, Ahora piden tu cabeza, ¿no? (se ríe). Pasa en todos lados, y no es por comparar, pero si no que le pregunten a Kate Moss.
–Una de las sorpresas al escuchar el disco fue la aparición del bajo de Fernando Lupano, que supo tocar durante muchos años con Charly García, pero al que se le había perdido la pista en Buenos Aires. ¿De dónde salió?
–Con Lupano grabamos hace bastante el disco de Andy Chango. Y quedó ahí la cosa. Pero cuando me tuve que plantear con quién iba a grabar, reescuchando aquel disco, me di cuenta de que hay bajistas que están acostumbrados a que les pases un repertorio y a los dos días lo tienen listo, pero ahí se queda. Mientras que Fernando tal vez es más lento, pero llega mucho más lejos. Cuida mucho el detalle del bajo. Creo que, en el disco, para la gente que le gusta centrarse en un instrumento, si es que queda alguien así, hay mucho material interesante.
–¿Queda gente que escuche los discos? ¿O ahora todos escuchan sólo el disco duro?
–Estamos en una crisis del soporte, realmente. Pero la música está más presente que nunca. No sé si se escucha, pero se consume. Porque siento que todo el mundo tiene una terrible obsesión por llenar su disco duro de información que nunca va a poder asimilar. ¡Es que gratis es una palabra muy bonita! A mí siempre me encantó, cuando viajo en avión, cuando llego a un hotel, que te digan: esto es gratis. Ahora esto le pasó a lo nuestro, a la música. Pero la gente no puede escuchar la música de la misma manera. Si yo a mis discos comprados muy caros a veces los pierdo, no me quiero imaginar el valor que se les puede dar a esas copias grabadas...
–¿Qué es lo que sigue luego de la edición de este disco en España? ¿Saldrá en Argentina?
–Hasta diciembre, la idea es hacer la presentación es España, y luego miraré la cancha y veré cómo sigo. Tengo opciones para seguir tocando en España, tal vez en otros formatos, más acústicos. Es que, como solista, la única forma de mantener una banda entera es con trabajo, si no es imposible. Ahora, lo que espero es que, después del esfuerzo hecho, al menos de mi parte (se ríe) con Lo siento, Frank todo tenga una cierta continuidad. Hasta ahora fue imposible, con esto de la paternidad y del nuevo disco. Pero, con o sin respaldo, a la Argentina regreso a tocar seguro, aunque sea a hacer un solo concierto.

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