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Sábado, 26 de mayo de 2007
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FERNANDO CABRERA, REFERENTE ACTUAL DEL CANTO POPULAR URUGUAYO

“Para mí no hay música mala”

Hasta hace un tiempo artista de culto en la Argentina, el hombre que supo grabar con Eduardo Mateo se ganó un lugar de prestigio a través de una obra tan singular como inclasificable.

Por Karina Micheletto
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Cabrera presenta esta noche en La Trastienda su primer CD editado aquí: Bardo.

Hasta hace unos años, Fernando Cabrera era en la Argentina una suerte de secreto entre entendidos, uno de esos descubrimientos que los amigos traen de las vacaciones en Uruguay como una recomendación urgente: no podés no escucharlo. Con el tiempo, Cabrera fue ganando puertas de acceso cada vez más grandes en el país: invitaciones en los shows de Jorge Drexler, algunos conciertos propios, pequeños pero contundentes, discos que empezaron a conseguirse de este lado de la orilla. Acaba de editarse por primera vez un trabajo suyo en la Argentina: Bardo, que llega hasta estas tierras por el sello Acqua. Celebrando la ocasión, el uruguayo vendrá a mostrar esas canciones en vivo. Será hoy a partir de las 23.30 en La Trastienda (Balcarce 460) y habrá invitados destacados: Rubén Rada, Liliana Herrero y María Eva Albistur.

La música de Cabrera invita a una escucha tan desprejuiciada como (tal como se leerá en la entrevista que sigue, si el lector tiene paciencia) la que él mismo practica. Trasciende géneros y fronteras (la “canción uruguaya”, ni más ni menos, es la gran columna vertebral de su obra), y tiene un sello personal distinguible, aunque este nuevo disco suene tan diferente del resto. “Salió bien distinto, pero no es que uno se proponga cambiar, es lo normal: es otra etapa, sos otro”, explica él con naturalidad.

En las canciones de Cabrera hay una búsqueda deliberada, y es la de la música posible de cada palabra, que siempre dice también por sus sonidos. Y al revés: musicalmente puede haber citas y juegos que rompen el esquema de la canción, como en “Tierra”, donde aparece una cifra (ese ritmo folklórico ya en desuso), como una suerte de collage, en medio de una canción que amagaba seguir por otros rumbos. Nada de esto tendría gracia si la obra de Cabrera fuera uno de esos experimentos contemporáneos inaccesibles: lo suyo es música popular de lo más popular.

A la hora de explicar cómo llegó hasta aquí, Cabrera agradece con forma de titular: “¡Yo soy un capricho de Drexler!”, se ríe. “Drexler es la razón por la cual estoy empezando a trabajar en la Argentina. El se lo propuso y lo llevó a cabo. Así nomás. También me han dado una gran mano amigos como Liliana Herrero, la Bersuit o Kevin Johansen”, sigue en la lista de reconocimientos.

Mientras permaneció como “secreto de entendidos” en la Argentina, esos entendidos nunca obviaban un detalle cuando recomendaban a Cabrera: trabajó junto a un mito, Eduardo Mateo; llegó a grabar un disco con él. “Hoy lo recuerdo y tiemblo, en aquel momento me parecía lo más natural; así suele suceder. Tocar con él fe un premio de la vida”, define el músico la experiencia. “Pude ver de cerca el nivel de exigencia con sí mismo, el rigor con el que trabajaba. Más allá de lo musical, me dejó una lección: me mostró el coraje y la valentía artística de ir al límite de lo creativo, aunque eso signifique morirte de hambre. Toda una tendencia de la música uruguaya.”

–¿De dónde surgen las letras de sus canciones?

–Aparecen. El que escribe letras se pasa la vida atento a que aparezca un título, una rima. En general yo más bien espero que las ideas lleguen, no intento buscarlas porque no me ha dado resultado. Lo que hice toda mi vida fue esperar. Claro que en forma atenta, a veces con la ayuda de una libretita o un grabador para atrapar la idea. Después hay que desarrollarla, ésa es otra cuestión. Yo disfruto mucho jugando con las palabras, dejo que suenen. Quizá dejo una frase porque me gusta cómo suena, y nada más que por eso. Y después, por ahí, me vienen a decir: “¡Esa frase me arrancó la cabeza, habla de mí!”.

–¿Le pasó de verdad?

–Y, sí. Y seguramente también debo haber estado del otro lado, con la cabeza volada con una frase que alguien puso porque le gustó cómo sonaba. Tampoco es todo tan al azar. Lo que quiero decir es que escribir no es un acto racional, uno escribe lo que puede, no es tan libre. Cada cosa que hacés está influida por tus limitaciones y posibilidades, tus gustos, tus lecturas, lo que escuchaste de niño...

–Sin un género al cual responder, ¿cuál sería la columna vertebral de su música?

–La canción uruguaya. Sucede que la canción uruguaya es una cosa muy abierta y variada, pero ése es el lugar desde el que hago canciones. No pertenezco a un género porque toda mi vida me planteé hacer una canción y vestirla del modo que la canción lo pida, recurriendo a la mayor cantidad de influencias de todas las épocas. Para mí no hay música mala. No puedo entender que alguien se ponga a decir: esta música es mala, está mal hecha.

–¿Ni siquiera cuando la música es mala, está mal hecha?

–Podrá no gustarte a ti, pero no puedes calificar a alguien que se está expresando. Es absurdo. De toda música podés sacar una enseñanza, algo bello, aunque sea un solo compás.

–¿De un disco fabricado a medida, como el de mayor venta las últimas semanas en la Argentina –el de Gran Hermano– también?

–El origen puede ser espurio, pero quizás hay un solo de guitarra precioso, ¿por qué no? Los seres humanos tenemos la capacidad de seleccionar, de elegir. Lo que quiero decir es que no vale la pena calificar, ni discriminar. No se puede basar la audición en prejuicios. Desde que empecé a hacer música me preocupé por relacionarme con todos los ambientes: fui a los carnavales, trabajé con cantantes de tango, me metí en la cumbia, en el rock. Husmeé por todos lados... y pienso seguir haciéndolo.

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