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Domingo, 3 de junio de 2007
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ADDY ANTOGNA, “EL ROBERT WYATT ARGENTINO”

“Por suerte, la vida siempre te da otras oportunidades”

En los ’70 integró grupos legendarios, como Ave Rock y Orion’s Beethoven, pero también tocó con Jorge Navarro, el Mono Villegas y Vinicius de Moraes. En 1982, un accidente lo dejó cuadripléjico, pero ahora el baterista vuelve con su propio grupo.

Por Cristian Vitale
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Daddy Antogna y los de Helio grabaron su primer CD, Espacio ecléctico.

Un rótulo rápido: “Es el Robert Wyatt argentino”. Daddy Antogna no nació en Inglaterra. Tampoco brilló en la escena psicodélica de Canterbury, cuando Soft Machine estallaba en el lisérgico UFO, pero –igual que Wyatt–- es baterista, ama el jazz, adora a King Crimson y, sobre todo, se enfrentó a un destino tan hostil como el del batero nacido en Bristol. En 1982, el legendario baterista de Ave Rock estaba pasando el día en una casaquinta. Había una pileta de dos metros por ocho, alguien lo empujó para hacerle un chiste y él, que mide 1,82m, pegó la cabeza contra uno de los bordes. Quedó cuadripléjico. Atrás quedaban su participación en uno de los discos más estupendos de rock progresivo en Argentina (Ave Rock, 1974), los duetos con el Mono Villegas, su paso folkie por Pastoral, dos semanas antológicas como baterista de Vinicius de Moraes y el orgullo inicial de haber grabado Superángel, el incunable de Orion’s Beethoven. Daddy estuvo un año internado en una cama de agua sin poder moverse, soportó nueve operaciones en las manos y un larguísimo proceso de rehabilitación. “Todo el mundo pensó que había muerto, porque ese año habían fallecido el Negro González de Orion’s y Alejandro de Michele de Pastoral”, dice. Pero fue algo parecido a la muerte: Daddy jamás pudo volver a caminar, apenas recuperó dos de los treinta músculos que coordinan la motricidad de las manos y carece de abdominales. “Me hicieron un montón de operaciones para abrir y cerrar las manos.”

El fin de la historia es que Daddy, a los 53 años, esquivó la oscuridad y –como su colega inglés– siguió tocando la batería. El mes pasado presentó temas de su inminente disco en Espacio Ecléctico junto a su banda (Daddy Antogna y los de Helio), conformada por el guitarrista trotamundos Alan Curtis –fundador de Reynols–, Nicolás Diab y Fernando de la Vega. “Toco con un redoblante, un tom de pie y un platillo. Con un octapad me cagaría de risa, porque mandaría a grabar un bombo y un charleston, y tocaría todo arriba. Así es muy incómodo porque tengo que abrir las piernas para meter el redoblante entre ellas y apoyar los pies en el suelo, o agarrarme a la silla con una cinta. Pero es lo que hay”, dice. La clave de su recuperación fue la terapeuta ocupacional –hoy su mujer–- Cristina Alegre. Después de lo peor, ella le fabricó unos aparatos para que Daddy pudiera manipular los cubiertos, y encendió la chispa del retorno. “Lo primero que se me ocurrió fue tocar. En 1989, una amiga me compró un midipad que me sirvió para tocar en dos bandas de rock, hasta que en 1999 se rompió y ya no había más repuestos.”

–Pero no le impidió seguir tocando...

–Siempre hay alternativas. Estuve tres años casi parado, hasta que Alan me insistió para armar un grupo. Ensayamos seis veces, editamos un CD y justo cuando íbamos a presentarlo me agarraron dos pancreatitis y ahí sí, me quise dejar morir. Por suerte, la vida siempre te da otra oportunidad.

De no haber sido por aquella desgraciada tarde en la casaquinta, Daddy hubiese brillado con luz propia en el rock argentino. Alumno prodigio de batería (cursó los cinco años de la carrera de músico en sólo uno), a los 10 años ya tocaba el clarinete, a los 14 sacaba temas de Soft Machine y King Crimson en la guitarra, a los 17 grababa con Orion’s Beethoven y a los 21 años tocaba en el Colón por impulso de Antonio Yepes. “El maestro me llevó al Colón, pero salí rajando. En las orquestas clásicas, tocan sólo los de las primeras filas. El resto lee el diario hasta que le toca la parte. Dije ‘esto no es para mí’...”, recuerda. Admirador de Duke Ellington, Bill Bruford y Benny Goodman, Daddy se integró a Ave Rock a fines de 1972 y estuvo en la banda hasta su separación, en 1975. Junto a Luis Borda, Osvaldo Caló, Federico Sainz y Oscar Glavic grabó tal vez el primer disco de rock progresivo hecho en Argentina (Crucis y Espíritu lo hicieron después) y los cinco temas que lo integran (“Viva Bélgica” y “Déjame seguir, en especial”) son de las mejores piezas del género en estas pampas. La batería de Daddy suena polirrítmica, compleja, versátil y el disco, por intrepidez y virtuosismo, ameritó reediciones en Estados Unidos y Europa. “La grabación fue una casualidad. En el primer recital que hicimos, vino un tipo de una compañía y dijo ‘los quiero’. Se calentó...”, evoca.

–Su batería suena muy jazzera en el disco...

–Cuando hacía los solos me decían Buddy Rich, porque me gustaba mucho, fue uno de los más grandes bateristas de jazz. Con eso lo digo todo.

–¿Por qué duraron poco?

–Estábamos grabando el segundo disco, creo que teníamos tres temas listos. Primero se fue Osvaldo Caló, después murió mi viejo y yo tuve que salir a laburar para sostener a mi familia. Fue una pelea boluda, de chicos. Unos querían tiempo exclusivo para la banda, y yo ya no podía.

Tras Ave Rock, Daddy trabajó con el dúo Pastoral. “Teníamos tres o cuatro shows por noche. A mí no me gustaba esa banda, pero era laburo. Hasta que se pudrió todo con Alejandro De Michele, porque se agrandó y dijo ‘loco, van a empezar a cobrar como sesionistas’... Cualquiera, si cuando empezamos me conocían más a mí que a ellos.” En simultáneo, se entreveró en calientes jam sessions con Jorge Navarro y el Mono Villegas, fue parte de orquestas judías, hasta que una noche, tocando en La Fusa, tentó a Vinicius de Moraes. “La dueña del boliche era súper amiga de Vinicius, que estaba reloco, como el gordo Casero. Había venido con un pianista, y nos integró a mí y al guitarrista. Fue una experiencia alucinante... me gustaba mucho la bossa nova.”

–Iba y venía... Pastoral, Vinicius, Villegas. Incluso estuvo por formar Aeroblus con Alejandro Medina y Pappo, ¿no?

–Sí, pero fue un proyecto inconcluso. Yo había aprendido a tocar con la técnica del relax, que me permitía tocar doce horas por día sin ningún ayudín. Pero me hice livianito. Cuando empecé a ensayar con Pappo y Medina estaba súper liviano y acelerado. Estuvimos dos meses intentando hacer algo, pero no iba. Era imposible que tocáramos juntos... ellos eran unos duros y yo estaba en otra. Además ¡estaban tan locos!...

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