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Lunes, 16 de julio de 2007
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ENTREVISTA A BJÖRK, LA ISLANDESA QUE RECORRE EL MUNDO EN BARCO

“Mi música no cambió, el mundo sí”

La artista explica por qué muchas de sus últimas canciones describen la coyuntura política internacional. Está en contra de los nacionalismos y espera un pronto colapso de Bush.

Por Lourdes Gomez *
desde Londres
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Björk quiere ser “la versión sónica del posglobalismo”.

Björk se ha echado al agua. Literalmente. A los mares y a los océanos. En cuanto el calendario se lo permite, vive y trabaja en un barco que compró hace unos años. Es el hogar y medio de transporte preferido de la singular artista islandesa, madre de un joven adolescente y de una niña nacida en 2002. “Viajar en barco es complicado porque no avanzan muy rápido. Ahora mismo está anclado en aguas de Nueva York y, cuando paso temporadas en la ciudad, ahí está mi casa”, explica en tierra firme, en un hotel de Londres. “El año pasado –añade– estaba en Malta y cruzamos el norte de Africa y el Atlántico. Fue una gran experiencia.” Barco, estudio. Fue así como Björk compuso el último disco, Volta, que a medida que pasan los meses desde su publicación, adquiere una nueva maduración en el gusto de sus seguidores.

Se trata de un trabajo que ciertamente tiene sabor a viaje oceánico e intercontinental. “En un principio, y medio en broma, lo titulé Ship up” (algo así como “A bordo”), comenta entre risas y sorbos de café. “Quería darle un sentimiento de travesía marítima y rememoré sinfonías épicas a bordo de navíos. Introduje sonidos característicos de los barcos, el mundo sónico de las sirenas, un sonido pesado y bastante industrial.”

La referencia marítima va más allá del oleaje, las sirenas, las gaviotas y los motores que se escuchan en Volta. “Es un disco que va de antinacionalismo. Y, para mí, la solución al nacionalismo está en el océano. Todos los países son iguales desde el punto de vista del océano. Teniendo un barco propio, me pareció oportuno hacer un disco desde esta perspectiva”, explica.

La política no es precisamente un área dominante en la discografía de Björk. Pero, después de pasar cuatro años aislada del exterior, componiendo en casa mientras se centraba en criar a su hija pequeña, la cantante y compositora despertó a un mundo regido por unas coordenadas distintas a las que conocía. Volta está poblado de historias que describen la coyuntura política internacional. El tema “Hope” hace referencia a una musulmana embarazada que activó su bomba en un hospital; en la canción “Declare Independence” llama a la gente a la rebelión, a tomar las armas y a luchar contra el enemigo. Al enemigo ya lo había identificado, a su manera, en la pieza de apertura del disco, titulada “Earth Intruders”.

“Todavía no me considero política en el sentido amplio de la palabra. Si estoy entrando en política, se trata de una política personal. Se trata de descubrir cómo debería actuar un individuo en el mundo que nos rodea. Hacia qué música debería avanzar y qué tipo de palabras tranquilizadoras pueden ayudarme a vivir hoy día. Yo no pretendo conocerlo todo, pero sí debo dar con las palabras y los ritmos que me ayudan a superar cada jornada y que necesito en este mundo en el que están sucediendo cosas tan horribles. Mi música realmente no ha cambiado, pero el mundo sí.”

En Volta, dice Björk, ha ido recogiendo “indicadores” o “señales” de la problemática actual. “Cuestiones de religión, guerra, Bush... y el lado negativo de la globalización. La globalización no es necesariamente una cosa mala. Hagamos lo que hagamos, la globalización es un hecho obvio y evidente. La cuestión está en cómo reaccionamos, de una forma negativa o positiva. No podemos hacerlo, como muchos políticos, empobreciendo a los países del tercer mundo y sin saber cómo responder ante desastres naturales, ante la ira del terrorismo. Me gustaría creer que Bush y sus amigos, su forma de actuar, representan el último aullido de los dinosaurios antes de colapsar definitivamente”, aventura. “Dentro de 50 años estaremos más unidos, con menos fronteras, dada la expansión de Internet y la facilidad del transporte aéreo. Yo soy islandesa y sé que hay cuestiones obvias relacionadas con el nacionalismo, pero aferrarse al nacionalismo puede ser negativo”, dice con firmeza.

Björk prefiere aferrarse a los aspectos positivos de la globalización. “¿Qué es lo que nos une a todos?”, pregunta, para responder inmediatamente: “La naturaleza. Todos formamos parte del mundo natural y deberíamos estar orgullosos de ello. Somos una gran especie animal y deberíamos estar agradecidos, admitir nuestros errores y avanzar sobre lo que nos une, no lo que nos separa. El papel de un artista consiste quizás en señalar los aspectos positivos de las cosas. Y, en lo que mí respecta, en Volta simplemente intento construir el aspecto sónico de este nuevo mundo. Musicalmente estaba interesada en hacer la versión sónica del posglobalismo”. Para ello ha recabado colaboraciones de distintas culturas. Músicos asentados en Estados Unidos, como el productor de hip hop Timbaland, el cantante Anthony Hegarty, de Anthony and the Johnsons, los percusionistas Chris Corsano y Brian Chippendale, de Lightning Bolt, y su habitual colaborador Mark Bell. También los africanos Tounami Diabaté, virtuoso de la kora, y el colectivo Konono Nº 1. De su país natal, Björk recupera los metales de una orquesta de mujeres. Fue la manera en que la islandesa le dio sentido práctico a su idea de la posglobalización.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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