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Sábado, 15 de octubre de 2005
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ENTREVISTA A JUANJO DOMINGUEZ

Una despedida con toda la guitarra

Su CD Eterno será el último de su carrera solista: lo explicará hoy en el Ateneo.

Por Karina Micheletto
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“La guitarra me dio mucho, pero yo le di a ella 40 años de vida.”
Juanjo Domínguez tiene un aro con una clave de sol, un disco recién editado, Eterno, una fecha para presentarlo y un anuncio importante: “Este es mi último disco como solista: no grabo más”. Después de 40 años de carrera (empezó a los 14, y está por cumplir 54), 24 discos propios y unas 130 participaciones en discos ajenos, el guitarrista a quien los colegas de todos los géneros reconocen por su virtuosismo y por su conocimiento del tango, anuncia su retiro artístico. Que, en rigor, es un retiro como solista, porque piensa seguir trabajando como productor y acompañando a algunos músicos elegidos, entre otros a Andrés Calamaro. Hoy a las 21 en el teatro Ateneo (Paraguay 918) presentará la que anuncia como su última grabación, Eterno, en un concierto especial que servirá para explicar públicamente los motivos de su retiro. “Va a ser un recital único, muy distinto a todos los míos, donde cierro los ojos y toco. Voy a contarle a la gente todo esto que me está pasando”, adelanta. Calamaro, su nuevo discípulo tanguero, será uno de los invitados especiales.
“Eterno quiere decir sin principio ni fin, por eso elegí ese nombre. No sé cómo empezó todo esto: me dediqué a la guitarra por amor al instrumento, no con la intención de vivir de ser artista. Jamás se me ocurrió”, cuenta Domínguez. “Qué sé yo cómo llegué a un escenario, la cuestión es que un día me encontré ahí arriba.” En Eterno, el músico recorre composiciones de distintas épocas de su carrera, acompañado por un grupo de amigos, algunos ya retirados, como Carlos Almeida o el dúo Avila-Payero, otros muy jóvenes, como Lucila Juárez. También está el catalán Dyango: “Es amigo mío, de (Rubén) Juárez, fue amigo del Polaco... Es un tipo que se internó en el tango”, lo halaga Domínguez. “Con él pienso hacer un disco de tango con guitarra y otro de boleros, onda Los Panchos.”
–¿Por qué toma la decisión de dejar de grabar en un buen momento de su carrera?
–Es como cuando vas a una hermosa fiesta donde está todo bien, pero llega un momento en que te tenés que ir. Por ahí no te querés ir del todo, pero te das cuenta de que es la hora. Siempre va a haber un descolgado que te dice: “Juanjo, quedate un rato más”. Pero vos sentís que ese es el momento de irte, contento. Bueno, de esta fiesta yo me quiero ir feliz. Yo he visto gente que me dio una especie de lástima con el paso del tiempo, llegué a pensar “no cantes más”, por ejemplo. No quiero que alguien piense eso de mí algún día. Me quiero ir tocando bien. Tampoco quiero que esto se transforme en una obligación: yo me meto de corazón, con ganas, así hice todo. Por eso pido que respeten mi decisión, aunque no la compartan.
–¿Y no va a extrañar?
–No, porque voy a seguir haciendo producciones: con Dyango, con Calamaro, con Majo Lanzón, una cantante de tangos de Bariloche excepcional... En realidad, mi idea original era dejar de tocar para dedicarme a la docencia. Después me di cuenta de que no puedo, porque atrás mío hay mucha gente que vive de esto. Pero mi carrera artística se termina. Igual, todavía hay material inédito: tengo cinco discos grabados en Japón y uno en Alemania que acá no salieron. Mientras tanto, quiero disfrutar del paisaje: cuando vas manejando, sólo podés concentrarte en la ruta, y a veces sentís que te estás perdiendo el paisaje. Bueno, ahora quiero disfrutar del paisaje, la familia, los amigos. La guitarra me dio mucho, pero yo le di a ella 40 años de vida.
–Habla de ella como una novia.
–¡Es que es así! Una vez, en una gira por Japón, le escribí un verso: “Así quedás añera en un rincón de la pieza, al verte sola embelesa tu postura de hembra fuerte, tal vez en algún camino vibrarás junto a mi muerte”. Como en la gira tocaba seguido, no la podía guardar, entonces la dejaba en un rinconcito tibio, al sol. Cuando me despertaba la veía ahí, como diciendo: “¿Y? ¿Me vas a dejar acá?”. No es una novia, pero casi, es una compañera de años.
–¿Cómo surgió su amistad con Calamaro?
–Viene de largo tiempo. Andresito no se animaba a llamarme, estuvo tres años hasta que el año pasado levantó el teléfono. El quiere meterse en el tango, y yo lo veo sincero, con ganas, humilde, respetuoso. Cuando me invitó a tocar con él en el Luna Park, yo tenía cierto temor de que todos esos pibes que estaban ahí saltando me sacaran a patadas. Pero él les habló de mí con tanto respeto y amor que no bien salí los pibes empezaron a corear los tangos. Eso me dio tanta alegría... No por mí, por el género.
–¿Y qué piensa hacer con él?
–Algunos tangos y algunos temas suyos, que los chicos conocen, pero hechos con guitarra. Me gusta porque él quiere llegar a ser tanguero, no cantarse un tanguito. Porque una cosa es hacer tango por homenaje y otra es conocerlo, profundizar. Me toma como referente y yo le agradezco. Tuve la suerte de acompañar a todos los grandes, y de cada uno rescaté algo. Todo eso se lo quiero pasar a él, en la medida en que pueda.
–Lo eligió para pasar la posta.
–Sí, porque él se atrevió a hablarme con humildad. El sueña con dos sillas, una para él y otra para mí, fíjese las ganas que tiene, un tipo acostumbrado a las bandas, al gran despelote. En su último disco grabó Malena con los arreglos que hice yo con el Polaco. Me lo trajo diciendo: “Lo hice con mucho respeto, si no te gusta soy capaz de romperlo”. Me gustó, pero le dije: “Andresito, ahora hay que profundizar”. He visto cantantes de rock que se quisieron meter en el tango y terminan faltando el respeto. Andresito no. Reconoce que tiene que aprender, y estamos en eso.

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