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Domingo, 19 de agosto de 2007
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SIXTO PALAVECINO PRESENTO SU TRADUCCION DEL “MARTIN FIERRO” AL QUICHUA

El homenaje a un patriarca del folklore santiagueño

El “violinisto”, cantante y compositor, de 92 años, definió la concreción de esta obra, a la que dedicó nueve años, como “un sueño cumplido”. Con León Gieco y Peteco Carabajal presentes, el acto realizado en el teatro 25 de Mayo sirvió como un reconocimiento de Santiago del Estero a la vida y la obra del maestro. Al final, claro, tocaron todos.

Por Claudio Kleiman
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Sixto con León Gieco, Peteco Carabajal y funcionarios santiagueños.

Desde Santiago del Estero

La escena era, por lo menos, inusual: el redoblar de los bombos santiagueños sonaba por los alfombrados pasillos del centenario teatro 25 de Mayo, precediendo la entrada de un hombre que, aun cuando era llevado en silla de ruedas, se mostraba erguido y elegante, con su poncho al hombro. Sobre el escenario, le estaba reservado el lugar central en una mesa donde lo esperaban León Gieco, Peteco Carabajal, el “Indio” Froilán González, el vicegobernador a cargo del Ejecutivo, Emilio Rached, y el jefe de Gabinete, Elías Suárez, entre otros. Fue el comienzo de un emotivo acto que se prolongó durante más de tres horas, cuyo motivo central era la presentación del Martín Fierro en quichua, en una edición bilingüe, auspiciada por el Programa de Recuperación y Afianzamiento de Nuestros Valores, dependiente del gobierno de Santiago del Estero, cuya primera tirada de 1200 ejemplares será distribuida en bibliotecas y escuelas.

El “violinisto” de 92 años, músico, cantante, compositor y máximo patriarca del folklore santiagueño, definió la concreción de esta obra, a la que dedicó 9 años, como “un sueño cumplido”. Los problemas de salud que le impiden movilizarse por sus propios medios determinaron que el músico se alejara hace un tiempo de los escenarios, pero no consiguieron doblegar su inquebrantable voluntad, ni tampoco su sentido del humor, que afloró repetidamente durante el transcurso de la velada. La defensa y divulgación de la lengua quichua, con la que se identifica “desde que estaba en el vientre de mi madre” ha sido una tarea de toda la vida para Sixto, que fundó el Alero Quichua Santiagueño hace 37 años, un programa de radio que se sigue emitiendo –actualmente con la conducción de su hijo Rubén–, por LRA 21 Radio Nacional de Santiago, y que transmitió en vivo el desarrollo del acto.

Sixto trabajó en esta nueva traducción (inicialmente había publicado una en 1988, sólo en quichua) junto a Gabriel Conti, un poeta de San Martín, Buenos Aires, que colaboró adaptando la grafía a las normas aceptadas por la Academia Mayor de la Lengua Quechua, con sede central en Cusco, Perú, de manera que pueda ser difundida entre todos los pueblos quichuahablantes, que incluyen Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Colombia, además de Argentina. Según Conti, “Sixto respetó fielmente la rima y la métrica de los 7210 versos originales que Hernández escribió”. Palavecino, que comenzó pidiendo perdón por “ser lerdo y medio duro al hablar en castellano”, contó cómo desde siempre ha recorrido el país cantando en las dos lenguas, realizando la traducción al castellano de los versos en quichua de sus canciones, “dejando en donde andaba no sólo la enseñanza de nuestra lengua, sino también la pureza de nuestro folklore santiagueño”. Más adelante, remarcó que “esta lengua quichua tenía que juntarse con un grande, y ese grande fue el Martín Fierro. Sin ofender a los demás artistas, debo decir que no ha nacido otro José Hernández, ni en Argentina ni en el mundo”.

Más allá de la presentación del libro, el acto sirvió como un verdadero homenaje y reconocimiento de su provincia a la vida y la obra de Sixto Palavecino, figura patriarcal unánimemente querida y admirada, especialmente por parte de sus pares, músicos de varias generaciones que reconocen su influencia y el importante rol que desempeñó en la difusión del folklore santiagueño. Muchos de ellos estuvieron presentes en el escenario, que luego de los discursos, entrega de regalos y reconocimientos, y un breve documental sobre la trayectoria del homenajeado, se convirtió en el marco para un recital donde desfilaron manifestaciones auténticas del folklore, por pedido expreso de Sixto. Buenos ejemplos de las formas más tradicionales de la música santiagueña fueron la presentación de un coro de niños quichuistas con cajas, así como los vidaleros de Fernández, también con cajas y los clásicos ponchos, y Beto Mansilla con el grupo Sachamanta. Las Hermanitas Herrera, que de pequeñas grabaron una canción en el disco que Palavecino dedicó a los niños,

se hicieron presentes con sus telúricas voces, y el grupo La Brasa, de Tucumán, interpretó “Ampisumaa Amorani” (Pa’curarte he venido), un clásico de Sixto. El músico Gustavo Cisneros relató una anécdota representativa de la personalidad del homenajeado. Cuando le pidió si podía grabar su voz para introducir una canción que él había compuesto, le explicó con cierto temor que se trataba de una zamba no tradicional. “Nosotros, los mayores, hemos sembrado los árboles. Ustedes, los jóvenes, no tengan temor de florear las copas”, respondió el Maestro.

Sin duda alguna, el momento más conmovedor fue la presentación del propio Sixto con el grupo integrado por sus hijos Rubén, Carmencita y Haydée, con el que no tocaba desde hace muchos años. Sixto volvió a empuñar su violín y también a salpicar sus intervenciones con “relaciones”, versos picarescos muchas veces dedicados a las damas presentes, como “yo no sé a cuál quererla/ya que todas son bonitas/yo no las puedo engañar/es que las quiero a toditas”. Luego, los hijos interpretaron un par de temas en homenaje al padre.

La presencia más extravagante fue la de Elpidio Herrera, el músico de Atamiski creador de la sachaguitarra (guitarra del monte), mezcla de guitarra y mandolín que se toca simultáneamente con los dedos pulsando las cuerdas y un pequeño arco, a la manera del violín. Con un discurso desopilante que orillaba el surrealismo, y dos sachaguitarras interpretadas por él y su hijo (que toca un modelo más moderno, la “sachaguitarra X-10”), Elpidio reprodujo los sonidos del monte en “El canto del tero” y se paseó por momentos cercanos al blues y la música de vanguardia, justificando la definición de León, que llama a Herrera, “el Keith Richards de Santiago”.

Para el final, se presentó el Dúo Coplanacu, que vino especialmente desde Córdoba para estar presente en este homenaje, y el violinista Néstor Garnica, un virtuoso del instrumento. Faltaba el postre: un “power trio” integrado por Froilán González (legendario músico y fabricante de bombos legüeros), Peteco Carabajal y León Gieco, haciendo “Don Sixto Palavecino” en presencia de quien fuera el inspirador de la canción que León grabara en De Ushuaia a La Quiaca (además, la exposición del mismo nombre, con fotografías de Alejandra Palacios, estaba montada en el hall del teatro). Pero ése fue el final formal, ya que la velada se prolongó en la casa de Sixto, con vino y empanadas, familiares y amigos demostrando su devoción al “violinisto”, musiqueros dedicándole canciones y la presencia del inefable Elpidio haciendo chacareras en alemán y canciones tirolesas que aprendió durante sus giras europeas. Nada mal para un hombre de 92 años llamado Sixto Doroteo Palavecino, nacido en Barrancas, departamento de Salavina, que horas antes, cuando un funcionario lo trató de “Maestro” le respondió, “pero si yo soy un sacherito, nomás”.

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