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Lunes, 20 de agosto de 2007
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RECITAL DE LAS PELOTAS EN EL MICROESTADIO DE FERRO

El crecimiento de un clásico

Ante unos 13 mil fans, la banda presentó su último CD, Basta. Fue su concierto más convocante en dos décadas de trayectoria. Sobre el final hubo un emotivo homenaje a Sumo.

Por Yumber Vera Rojas
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Alejandro Sokol y Germán Daffunchio, las dos voces de Las Pelotas.

Son muy pocos los grupos del rock nacional que ostentan una verdadera feligresía. Aunque Las Pelotas no presumen de este poder de convocatoria de enjundia parroquiana, realmente lo suyo es una ceremonia en la que sus corderos nocturnos corean de forman inspirada cada clásico, dialogan entre sí a través de los estribillos y danzan como si estuvieran poseídos –agitando las manos hacia el cielo, moviendo los brazos a manera de nado y batiendo la cadera bajo un movimiento lógicamente inconcebible– cuando la tonada remonta con intensidad el tema y advierte el estallido del festejo colectivo. Un himno –porque también los tienen– como “Sin hilo” puede desatar una escena como ésa en una noche como la del sábado pasado, en la que la mítica agrupación, ante 13 mil personas delirantes, presentó oficialmente –en el Microestadio del club Ferrocarril Oeste– Basta, su más reciente CD. Unos treinta temas entre sus hits, cortes desempolvados y un cierre emotivo que puso en evidencia que Sumo –su antecedente–, a 20 años de la desaparición física de Luca Prodan, sigue estando en el imaginario colectivo.

Así como reza uno de los tantos cánticos que confeccionó su tribu, y que se cruzaba con otros de igual exaltación en la medida en que quienes los entonaban se acercaban al predio ubicado en el barrio porteño de Caballito, Las Pelotas redimió nuevamente ese sentimiento inexplicable que sus fans llevan bien adentro. Pese a la gélida noche sabatina y con un cielo rojizo como techo, a lo largo de dos horas y media el sexteto no se guardó nada. Tras una larga espera, a las 9.15 los músicos aparecieron sobre el escenario en medio de una gran ovación. El vocalista Alejandro Sokol, vestido con un jean y con un saco verde oliva de pretensiones pop, tomó el micrófono para saludar: “Buenas noches, me vine elegante para ustedes. Vamos a hacer música”. De esta manera dieron inicio a la celebración: arrancaron con la canción que titula su reciente disco, secundada por “Como un buey” y el promocionado “Siento” –también de Basta–. A diferencia de otros shows del grupo, uno de los rasgos notables de este recital, debido a la mayor presencia lírica de Germán Daffunchio en el flamante álbum, fue el armado de un set en el que tanto éste como Sokol fueron al frente en la parte vocal de una manera equitativa.

El primer llamado al agite lo manifestaron con “Día feliz”, de Esperando el milagro (2003) –su última producción en estudio antes de Basta–; al que le siguieron “Tormenta de Júpiter” y “Desaparecido”, en el que Daffunchio hizo alusión a Jorge Julio López y que tuvo como detalle la proyección de imágenes de desaparecidos durante la última dictadura militar. Si bien el sustento audiovisual tuvo relevancia en la puesta en escena, ésta no pisó la interpretación musical. Pero fueron tímidas las situaciones performáticas en una escalera aérea dispuesta a un costado del escenario, que llegó a su circunstancia de mayor funcionalismo en el momento en que una enfermera desarrolló una especie de sketch con Sokol en la parte inicial de “El desquiciado”. Otro de los tantos pasajes intensos de este impecable recital de Las Pelotas llegó con “Será”. O poco más tarde, cuando Daffunchio convidó a Marcelo “Gillespi” Rodríguez –ex integrante de la agrupación y uno de los dos invitados de la noche junto a Ismael Sokol, hijo de Alejandro– en “Hola qué tal”, tema en el que el vocalista se olvidó la letra: “Me la olvidé, la puta madre. No fue una laguna, fue el Atlántico”, reconoció.

“Solito vas”, “Transparente” y “Me fui” relegaron por un soplo el frío que asediaba en la noche porteña y calentaron el ambiente al son del reggae hambriento de descuelgue. “Uva uva” levantó el espíritu y ese instante de recogimiento emotivo reventó con “Cuándo podrás amar”. Acto seguido, Germán Da-ffunchio preguntó a la muchedumbre si la estaba pasando bien, convirtiéndose en uno de los pocos instantes de elocuencia del show. Y es que Las Pelotas aprendieron desde hace muchos años a establecer un diálogo con la audiencia más allá de las palabras. Una situación minimalista que le saca brillo a un extenso repertorio. “Revolución”, “Capitán América” y “Hoy me desperté” se volcaron en una rauda seguidilla de canciones. Pero, rato más tarde, Sokol advertía la primera de las despedidas con “Astroboy”: “Nos sentimos medio raros, éste fue nuestro primer tema electrónico y robótico”. La vuelta la marcó “Esperando el milagro” –con una alusión al caso Carrascosa– y “Nunca me des la espalda”.

A partir de la euforia que habían desatado, un nuevo bis signó el momento Sumo de la velada –todavía daba vueltas el recuerdo del reencuentro del grupo tras 20 años en la pasada edición del Quilmes Rock–, con Daffunchio avisando previamente: “¿Quieren más? ¿Seguro?”. Y así emanaron los yeites de una versión más rocker de “Cinco magníficos”, encadenada al súper tema “Debede”, con Gillespi otra vez en la tarima. Así como en el inicio del show, Sokol tomó nuevamente el micrófono para saludar a la multitud: “Muchas gracias por venir. Váyanse en paz”. Ya no había fuerzas para una más. No obstante, mientras los fans comenzaban a abandonar el Microestadio de Ferro y a bifurcarse hacia las calles aledañas, se escuchaba en el fondo una estrepitosa algarabía que obligó a volver corriendo al lugar, llevándose por el medio a más de un vendedor de panchos y gaseosas, especialmente cuando se escucharon los acordes del maravilloso “No tan distintos”. Como para rescatar eso que dijo durante enero Daffunchio: “A Luca le gustaría estar con Las Pelotas”. Tras el fabuloso bonus para el inagotable público, ahora sí: todos contentos.

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