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Martes, 18 de octubre de 2005
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DIE TOTEN HOSEN

Obras vivió su gran fiesta punk

Por Roque Casciero
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Los Hosen volvieron a ser locales en Buenos Aires.
Tuvieron que plantarse sobre el escenario esos viejos amigos germanos que son los Die Toten Hosen como para que la penúltima fecha del Pepsi Music despertara un poco del letargo... Ojo, no es que los shows de Las Pelotas y La Vela Puerca del sábado no hayan sido buenos ni efectivos, pero algo pasó en este megafestival de diez días y un centenar de bandas. ¿Cómo se explica que conciertos que en cualquier recinto cerrado hubiesen generado una respuesta muy caliente, en el campo abierto de Obras apenas lograron encender a los más fanáticos, esos a los que hay que despegarles el vallado de seguridad del cuerpo cuando se apagan las luces?
Pueden intentarse algunas respuestas, aun con la certeza de que ninguna será completamente acertada. Una es la adaptación del público a los nuevos códigos para ver recitales pos Cromañón, con la tragedia más grande de la historia del rock instalada en el inconsciente colectivo argentino. Ya no hay bengalas ni banderas, la participación de la gente es diferente... pero todavía no termina de encontrar su forma. Otra posibilidad es el agotamiento físico: el maratón de conciertos hizo mella hasta en los cuerpos más jóvenes y enjundiosos. Y también habrá que replantear, de cara al futuro, el hecho de cortar con la idea de convocar cada año a las mismas bandas. Si los artistas nacionales a los que se puede ver casi todo el tiempo y los visitantes que ya son habitués se mezclaran un poco más con nombres extranjeros fuertes y no tanto (bien por los Beatsteaks, Nortec Collective, Tachenko), tal vez este megafestival generaría desde curiosidad hasta ansiedad por ver por primera vez a alguna figurita que se hizo difícil después de la crisis. Pero si la apuesta es siempre a lo que ya dio buenos resultados, en un plazo corto el festival se pisará la cola.
De todos modos, ninguno de los pensamientos anteriores pudo cruzarse por la cabeza de nadie durante el show de los Hosen, porque todo el mundo estaba disfrutando demasiado de la incontenible energía de Campino y sus secuaces. Estos alemanes de buenos modales se convierten en bestias escénicas apenas el batero cuenta cuatro. La acertada mezcla entre hits punkies propios como All Die Ganzen Jahre, Opel Gang, Steh Auf o Bommerlunder con una batería de covers dieron como resultado uno de los mejores conciertos del Pepsi Music. Should I Stay or Should I Go (The Clash) fue un solo grito, y todavía está sonando el “Hey, Ho, Let’s Go” del Blitzkrieg Bop ramonero. Pero la sorpresa mayor fue la versión de Uno, dos, ultraviolento, de Los Violadores: los Hosen demostraron respeto y agradecimiento por quienes les abrieron las puertas de este amor con el público argentino.
La historia que hay entre los alemanes y sus seguidores locales genera que gestos que en otros sonarían a demagogia, en los Hosen se conviertan en algo natural. Campino se tiró de cabeza al público después de cantar un fragmento de Guantanamera, que devino en Cunt in the Mirror. Hizo Feuer Frei en español. Notó que un pibe sabía todas las canciones, lo hizo subir y le cedió el micrófono en All Die Ganzen Jahre: el muchacho cantó fenómeno. Dedicó Cokane in my Brain “a los tenistas argentinos, que se drogan mucho”, y desató la carcajada. Tiró al público unas camisetas con los colores celeste y blanco, y el escudo de los Hosen, después de aclarar que las habían pintado ellos mismos. Y el guitarrista Breiti, dueño de un español más que correcto, fue el encargado de transmitir el mensaje sobre Cromañón: “Nuestros sentimientos están con todos ustedes”.
Mientras que otras fechas del Pepsi Music fueron “temáticas”, en la novena primó la variedad. Los Hosen se trajeron a unos compatriotas, los Beatsteaks, que fueron una de las sorpresas de la tarde: punk rock y actitud positiva, con tanto de los Clash como del hardcore, y una versión demoledora de Sabotage (Beastie Boys). Antes, los españoles Tachenko se habían ganado el respeto con su pop estilizado, aunque les hubiera venido mejor otro lugar en la grilla. Y por el escenario cubierto pasó Lovorne, la banda de Luciano Napolitano, con el rocanrol que heredó de Pappo.
A los uruguayos de La Vela Puerca les tocó salir a escena con los últimos restos de luz diurna y sin todo el público (hubo 18 mil personas), pero su concierto repleto de complicidad con sus fans los hizo irse con una sonrisa. Queda poco de aquellas primeras veces que la banda liderada por Sebastián Teysera cruzaba el charco como pidiendo permiso: ya tienen una legión de seguidores argentinos como para llenar tres Obras. Pero esos mismos chicos que los vieron hace poco tal vez dudaron sobre gastarse los 50 pesos de la entrada para un concierto más corto en el marco de un festival, con otras bandas que no son de su agrado. Las Pelotas también tuvieron una buena noche. Su show pasó por todos los momentos del sexteto, desde el impecable comienzo con Muchos mitos hasta el final con Shine (dos canciones del iniciático Corderos en la noche). Uno de los picos del show fue Capitán América, que contó con solo de trompeta de... ¡George W. Bush! El músico con la máscara del presidente más odiado sirvió para acentuar la acidez de esa clásica canción pelotera. Y también sonaron Sin hilo, Esperando el milagro, Será y un montón más, como para dejar a todos los fans satisfechos, aunque sin la efervescencia de otras noches.

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