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Viernes, 21 de octubre de 2005
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ADRIAN IAIES Y EL TRIO TANGO REFLECTIONS ACTUAN ESTA NOCHE EN EL TEATRO COLISEO

“Nos tenemos confianza, ésa es la clave”

El pianista Adrián Iaies, el bandoneonista Pablo Mainetti y el contrabajista Horacio Fumero forman un trío de jazz que incluye al tango en su nombre. Grabaron un disco y un DVD en vivo, recién publicado, y hoy los presentan en concierto.

Por Diego Fischerman
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“Lo interesante es que venimos de tres lugares distintos”, dice Iaies acerca del trío.
El jazz es muchas cosas a la vez. Una de ellas es una música nunca igual a sí misma; un cuerpo estilístico en movimiento perpetuo; algo tan cambiante que puede incluir a Jelly Roll Morton y a Keith Jarrett y seguir siendo reconocible a pesar de sus diferencias. Otra de las cosas que es el jazz es un juego permanente entre la figura y el fondo. Se trabaja sobre temas –o sobre su ausencia–, pero la obra nunca es esa secuencia de acordes o esa melodía originaria. Ese es apenas el punto de partida –y el punto de comparación– contra el que se va a proyectar el resultado final. En el jazz, de nada sirve hablar de Round Midnight o de All the things you are. Si se quiere saber de qué se está hablando hay que referirse al Round Midnight de Thelonious Monk o al de Art Farmer y Benny Golson, a All the things you are por Bill Evans, por Serge Chaloff con Sonny Clark o por Anthony Braxton.
En el jazz el tema está en la memoria, de quien toca y de quien escucha, y la obra se edifica contra esa memoria y valiéndose de ella. Y la memoria de Adrián Iaies, de manera explícita, elige circular por los lugares por donde anda la de muchos de sus compatriotas: tangos, algunas canciones de Charly García. Este pianista que tuvo, de pequeño, la formación clásica de rigor y que, en la adolescencia, pasó por el funk y el jazz rock, es, sin duda, un músico de jazz. Y lo es, más allá del lenguaje musical que utiliza, de la manera de improvisar y de la libertad con la que imagina las formas de desarrollar un material, porque hace exactamente lo que han hecho todos los músicos de jazz desde los comienzos del género hasta la fecha: tratar de sonar distinto a otros. “El trío es una formación instrumental emblemática, para el tango, para el jazz y para cualquier otra música”, dice Iaies, que hoy presenta en el Teatro Coliseo un disco y un flamante DVD de un trío de jazz que incluye bandoneón y cuyo nombre, como no podría ser de otra manera, es Tango Reflections. “Es la mínima formación en la que nadie queda afuera. Puede haber alguien que en algún momento no toca, pero en ese momento casi diría que lo que suena es esa ausencia. Por otra parte, en cuanto a este trío en particular, que está integrado por piano, bandoneón y contrabajo, responde a un deseo que tenía desde hace mucho: tocar sin batería. Cuando se viene de tocar siempre con ese instrumento y se deja de hacerlo, uno repara en que estuvo tocando automáticamente. Uno se acostumbra a esa idea estereotipada de que el acento es del baterista y todos los demás nos montamos arriba y tocamos sobre ese acento.”
Adrián Iaies, el bandoneonista Pablo Mainetti y el contrabajista Horacio Fumero forman un grupo muy poco asimilable a los lugares comunes de cualquier género en particular. Sobre todo, porque se deleitan en relevarse, porque intercambian papeles y porque cualquiera de los tres puede tanto tomar una melodía como situarse en el lugar del acompañamiento. “Lo interesante es que somos tres tipos que venimos de tres lugares distintos. Porque aun Fumero y yo, que somos ambos músicos de jazz, tenemos escuelas distintas y él viene, por ejemplo, de tocar standards todas las noches con músicos diferentes y sin ensayo mientras que yo estoy en el jazz por una cuestión de ideología, porque me gusta mucho esa música, pero nunca he hecho la vida musical típica del jazz. Nunca me he subido a un escenario, salvo en alguna jam ocasional, a tocar repertorio jazzístico tradicional. Y Pablo claramente viene del tango, aunque tenga otras intenciones y otro universo. Aunque no hubiera ninguna clase de planificación ni de especulación estética, aunque no nos hubiéramos planteado ningún proyecto particular, ya el hecho de que tengamos pasados musicales tan diversos y tan poco tradicionales necesariamente estaría produciendo una sonoridad distinta. Pero, en esencia, este trío es un grupo de jazz.”
–¿Y cuál es la esencia de un grupo de jazz en la actualidad?
–Lo que permanece, aun cuando uno pueda descartar lo que el tiempo se encargó de volver obsoleto, es la idea de la improvisación, del juego. Lo que sí me parece novedoso, y eso tiene que ver con nuestras formaciones, es que, siendo un grupo de jazz y un grupo que improvisa, nuestra idea de improvisación es diferente. Para nosotros no se trata solamente del solo de cada uno, sino que hay una manera dinámica de entender nuestros papeles. Por ejemplo, en El Marne, yo estoy tocando en dúo con Fumero y, de repente, quedo solo. Y esto no es porque lo decidimos así de antemano sino porque el tempo se va disgregando y se vuelve a armar de otro modo. Creo que la clave es que hay una gran confianza de cada uno de los tres en los otros dos. Nos conocemos. Siempre la música va a ir para algún lado.
–¿Cómo se concilia esa libertad con el hecho de estar tocando a partir de temas dados y, además, conocidos para el público?
–Es que nosotros tocamos siempre sobre la forma y eso es lo que sostiene al tema. Uno de los aspectos en los que uno ve la diferencia entre un músico de jazz y uno de tango es el entrenamiento, la disciplina del primero, para tener la forma del tema siempre presente. Y en la medida en que nosotros tocamos sobre la forma, sobre lo que se experimenta es sobre los límites de esa forma. La pregunta es, siempre, cuánto aguanta la forma del tema, hasta dónde se la puede tensar.
–¿Cuánto condiciona el sonido general un instrumento como el bandoneón, tan fuertemente identificado con el tango en particular?
–Y, el bandoneón suena a tango. No hay remedio. Y es que, además, a los bandoneonistas, aun cuando no estén tocando tangos, les cuesta no tocar tangos. No hay otros instrumentos con tanto olor a tierra como el bandoneón. Una gaita, tal vez, pero la manera en que el tango se refiere a un territorio es única. Y no es que eso no haya estado presente en la decisión de incluir bandoneón. Lo pensé y lo pienso, por supuesto. Pero hay otro aspecto que me interesa mucho de ese instrumento y es que puede sonar como una gran sección de cuerdas. Y, por otra parte, además de interesarme el bandoneón, me interesa Mainetti.
–En el repertorio hay una especie de viaje de ida y vuelta, partiendo del bandoneón pero reencontrándolo en otra música que la que le dio origen.
–A esas canciones les ha pasado algo en el medio. Y cuando vuelven al bandoneón ya no son lo que eran. De todas maneras, esto, cuando fue pensado, lo fue de un modo mucho más sencillo. No sé si alguien se toma el trabajo de hacer todo este análisis cuando Jarrett toca una canción popular norteamericana. Las cosas salen de vaya a saberse dónde y vuelven como vuelven. Lo que yo hago es tocar las canciones que más familiares me resultan. Eso es todo.
–¿Es obligatoria la originalidad en el jazz?
–No es una cuestión de originalidad ni sucede sólo con el jazz. Hay personas que cuentan historias y uno quiere escucharlas porque tienen una manera divertida de hacerlo. Después uno puede hacer un montón de conjeturas. Uno escucha un disco de John Lewis y cuando terminó de oírlo piensa en la Tercera corriente, en el Modern Jazz Quartet, en las ramificaciones del estilo bop. Pero antes de eso uno lo escuchó porque le dio placer. No sé si buscaba o no ser original. Pero ese disco, o ese libro o esa película que nos gustaron estaban diciendo algo que no había sido dicho antes y lo estaban haciendo de una manera que nos dio placer. Eso es todo.

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