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Sábado, 20 de octubre de 2007
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EL CONCIERTO DE REGRESO DE SODA, UNA NOCHE DE EMOCIONES FUERTES

Se levantó la persiana americana

La apertura de la gira que los llevará por toda Latinoamérica tuvo todos los condimentos que el reencuentro ameritaba: Cerati, Zeta, Alberti y casi 65 mil personas protagonizaron un ida y vuelta emocionante, sólidamente sustentado en un repertorio inoxidable, en versiones fieles y rotundas. Hoy y mañana, el grupo vuelve a copar el Monumental.

Por Roque Casciero
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Gustavo Cerati, Charly Alberti, Zeta Bosio: como si el tiempo no hubiera pasado, aunque ya no queden vestigios de aquellos raros peinados nuevos.

“¡Por fin!”, dice Gustavo Cerati. Y al unísono piensan exactamente eso casi 65 mil personas: por fin Soda Stereo vuelve a tocar. Son las 9 de la noche del viernes 19 de octubre de 2007, fecha histórica para los fans de la banda. “Una eternidad esperé este instante... ¡Bienvenidos!”, sigue el cantante, mientras hace sonar la intro de “Juegos de seducción”. Un comienzo más que apropiado para una gira con la que los fans de la banda soñaron desde que Soda dio las gracias (totales) hace más de diez años. Lo que empieza, además de la burbuja en el tiempo declamada por el trío, es uno de esos escarceos amorosos inolvidables para público y banda, un juego de seducción en el que las imágenes retro se superponen con este presente tan ansiado por quienes cantaron que volverían a ver a Soda, cada vez con menos ilusión. Aquí está Soda Stereo, ellos tres solos en el enorme escenario montado en River, y es como si el tiempo no hubiera pasado, por más que ya no queden vestigios de aquellos raros peinados nuevos. Se acabaron por un rato las especulaciones sobre el dinero, las peleas, el ego. La enorme masa del Monumental se mueve como estuviera hecho de un material mucho más flexible que el cemento: está tocando la banda más importante de la historia del rock hablado en español y eso se nota.

Al principio el sonido está como empastado, pero nadie se queja. “La música es el arte de mover objetos a distancia” es la frase que Cerati, ataviado con una especie de chalina y con barba de pocos días, usa para introducir “Tele Ka”, un hit del primer disco de Soda que no había sonado en muchísimo tiempo. El público no termina de reaccionar, entre el asombro por tener enfrente a la banda después de tanto tiempo y la ansiedad por inmortalizar el momento en la baja calidad de imagen que proveen los celulares. Zeta Bosio y Charly Alberti suenan compactos, como si hubieran tocado juntos durante la década en la que, en realidad, apenas si se dirigieron la palabra. Pero es como si los tres estuvieran calentando motores, también ellos desbordados por el reencuentro colectivo. Pasan “Imágenes retro” y “Texturas”, y entonces llega el primer gran momento de la noche, más allá de la emoción del comienzo: suena “Hombre al agua” (“agua finamente gasificada”, bromea Cerati) y todo River marca el ritmo con las palmas. Detrás de los músicos, tres largas pantallas verticales dan imágenes de tormenta. Más adelante se convertirán en seis pantallas más chicas, y luego en tres más una horizontal, y siempre serán aprovechadas para un juego visual diferente. Las luces no alcanzan a los tres músicos que acompañan a Soda, pero se los escucha ahí: el eterno Tweety González, Leandro Fresco y Leo García.

Cerati presenta “En camino” como uno de los temas que más le gustan de Soda, y se queja de que lo tocaron muy poco. Y enseguida, otro momento cumbre: “(En) La ciudad de la furia” genera una euforia extraña, con saltos de todo el estadio que poco tienen que ver con el mid tempo original de la canción y mucho con la estatura de himno que adquirió con el paso del tiempo. Además, una frase de ese tema es el leitmotiv de la gira de regreso: “Me verás volver”. Y entonces da para pensar en que todas estas canciones no envejecieron, y que por eso este retorno nostálgico suena bien en tiempo presente. “Picnic en el 4º B” termina con el estribillo de “And she was”, de Talking Heads, una de las primeras influencias de Soda, y enseguida “Zoom” mueve impensadamente al Monumental. Pero es apenas un aperitivo para lo que viene: enganchan “Cuando pase el temblor” y el estadio late de verdad. “Cuando pase el reggaeton”, suelta Cerati, y la banda sorprende con un final con ese ritmo caribeño. “Corazón delator” retoma las emociones fuertes, que continúan con “Signos”, con guitarra acústica.

Entre “Sobredosis de TV”, “Danza rota” y “Persiana americana” le dan la derecha a Cerati, que había anunciado: “Vamos a bailar un poquito”. A esta altura, la sensación de un grandes éxitos en vivo es palpable, especialmente por la reacción de la gente. “Fue” baja un poco los decibeles, y “En remolinos” empieza a sonar mientras el clima cambia súbitamente por acción del viento, casi como si fuera un efecto especial de la canción. “Primavera 0” le pone electricidad al aire, pero desde los parlantes, y enseguida estallan “No existes”, con la segunda parte rockerísima, y “Sueles dejarme solo”. Una especie de enormes ventiladores, pero con luces en lugar de aspas, descienden del techo del escenario para agregar más a la impresionante puesta. “En el séptimo día” y “Un millón de años luz” mantienen al público en vilo, como preludio para el mayor pogo de la noche. “Y otra vez el acorde de Si”, anuncia Cerati, hace una pausa y suena “De música ligera”, que provoca la catarata de recuerdos: es la canción de la despedida de 1996, la que nadie pensaba volver a escuchar en manos y garganta de estos tres tipos que ahora, encima, parecen estar disfrutando igual que los de abajo.

“Disco eterno” y “Cae el sol” son los primeros bises, con Cerati ahora luciendo un sombrero negro, pero todo vuelve a volar por el aire con “Prófugos”, otro de esos hitazos inolvidables, que suena perfecto (¡qué solo de guitarra!). “Siempre seremos... Soda”, cambia la letra Cerati, para que la multitud se ilusione con la prolongación de la burbuja en el tiempo. Y se despide, en tono jocoso, con un “gracias” que 60 mil personas completan, claro, con “¡totales!” Pero no es el final, todavía. Queda tiempo para un momento íntimo con “Zona de promesas”, en el que se luce Zeta. Y, sobre todo, para que “Nada personal” (con la misma guitarra que en 1985) desate el último momento de delirio de esta noche única, tantas veces deseada. Pero ya está, Soda ya volvió, ahí se abrazan Cerati, Bosio y Alberti para recibir el “Olé, olé, olé, Sodá, Sodá” con el que los despiden sus fans. La nostalgia y el presente se mezclan para los tres músicos, y miles de personas que soñaban con que todo volviera a ser como fue. Y esto recién comienza.

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