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Lunes, 29 de octubre de 2007
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FRANCO LUCIANI Y LA PRESENTACION DE “ACUARELAS DE BOLSILLO”

El mundo entra en una armónica

En una noche ideal para el simple acto de juntarse y dejarse llevar por la música, el armoniquista recorrió un repertorio que viajó sin conflicto de Atahualpa Yupanqui a Piazzolla.

Por Karina Micheletto
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Franco Luciani, un instrumentista de excepción.

Es viernes en La Trastienda, ese escenario porteño que desde hace un tiempo se llama “Club”, y donde a veces, como en esta amable noche de primavera, se cumple la promesa del agregado nominal del marketing: la de poder pagar para consumir, además de música, un momento de reunión alrededor de una mesa, tomando, quizá brindando por algo. El presentador, elegantísimo en su saco blanco y en su prosa precisa, se remonta a la historia de ese instrumento que un día llegó a las manos de un nene santiagueño, regalo de un médico, como un juguete quizá, en medio de una ceguera temporal tras un accidente. El nene se llamaba Hugo Díaz, y cuando creció fue el gran armoniquista que tuvo este país. La referencia se revela en todo su acierto cuando llega Franco Luciani con su grupo. Comienza a sonar una melodía conocida, pero nueva. Es la “7 de abril”, una zamba antiquísima recopilada por Andrés Chazarreta. Si suena como nueva no es por la extrañeza que produce el protagonismo de un instrumento tan poco habitual como solista. Es porque este joven músico, que parece tocar la armónica con todo su cuerpo, le imprime otra fuerza a la tradición, y la suya es una fuerza exquisita.

Franco Luciani tiene 25 años, y parece menos. El dato no es biográfico, ni de color, en este contexto. Tiene que ver con la forma en que evolucionan las músicas de raíz popular y las posibilidades de desarrollo de determinados instrumentos. A veces esas formas se dan a los saltos, entre el afuera y el adentro de los cánones del registro académico, dependiendo de que llegue el momento y el lugar de un solitario que las asuma, a cuenta y riesgo. Lo sabe Jaime Torres, convertido a la fuerza en un militante de su instrumento, sobre el que todavía pesa la proscripción del prejuicio cultural. Franco Luciani toca la armónica cromática, esa que, a diferencia de la diatónica, la más conocida, tiene un botoncito que permite obtener los semitonos cromáticos, algo así como las teclas negras del piano. Con 25 años, es el único solista de armónica profesional desde los tiempos del gran Hugo Díaz. Al menos el único que demostró hacer de su instrumento una apasionada elección de vida profesional, con todo lo que ello implica. Como todas las pasiones, la de este muchacho es contagiosa.

El repertorio del concierto, que se debe a la presentación oficial del disco Acuarelas de bolsillo, abre el juego a chacareras, zambas, aires del litoral, y también a la música ciudadana, desde Piazzolla a “Garúa” o la milonga saltadita “La puñalada”. Así el intérprete transforma en virtud el defecto, y allí donde el desorientado puede creer que el suyo es un instrumento menor, tan chiquito que parece un chiche, aparecen todos los colores y texturas que pueden caber en un bolsillo. Por eso le puso un título muy bueno a su disco, como observa con seriedad entre el público Pablo Ceña, de 10 años.

Franco Luciani toca como los que no necesitan demostrar que saben, y por eso puede jugar a meter más notas de las que entran en la chacarera “La bilingüe”, o dejarse llevar por la melodía simple, bella, de “Pescadores de mi río”, de Chacho Müller (con el guitarrista Ranzo Baltuzzi como invitado) como si estuviese acompañando a Mercedes Sosa cuando la incorporó a su repertorio. O hacer respirar a su armónica para cargar de más dramatismo a la zamba “La pobrecita”, de Atahualpa Yupanqui, o desplegar una técnica admirable en “Violentango”, con el pianista Daniel Godfrid, con quien mantiene un proyecto paralelo de tango. El tercer grupo de Luciani es Proyecto Sanluca, un trío que conformó con Raúl Carnota y Rodolfo Sánchez, que fueron sus maestros y ahora lo incorporan como a un par.

Precedido por la locución del periodista de folklore Miguel Angel Gutiérrez, en medio del show se presenta un segmento de homenaje a Hugo Díaz, referencia siempre presente en la música de Luciani, junto con la de Toots Thielemans. Entonces se proyectan imágenes del documental A los cuatro vientos, sobre la vida del santiagueño, de próximo estreno, donde conmueve especialmente la figura de Domingo Cura, cuñado de Díaz y otro que supo ser maestro de los que lo siguieron. Llega Mavi Díaz, la hija del armoniquista que en los ’80 fue conocida como una de las Viuda e Hijas de Roque Enroll, y que ahora regresa de España para mostrar un disco en el que también homenajea a su padre. Hacen juntos la “Zamba del ángel”, a la que Mavi también le imprime nuevos aires de otros géneros. Es un encuentro improbable sólo unos años atrás, que de repente aparece tan lógico, exacto y disfrutable que no hacen falta preguntas, aunque los músicos quieran contar que se conocieron personalmente mucho después de escucharse a la distancia.

Ocurre como ocurre con otras cuestiones importantes de los seres humanos cuando se encuentran: la música, cuando fluye porque encuentra su cauce y se enriquece en ese camino, no reclama preguntas aleatorias. Y así como, a veces, cuando se escucha música caen preguntas sin pedir permiso, suenan como un grito, redondas, forzosas, ineludibles –para qué se habrá puesto a cantar Lito Vitale, por ejemplo, y la cronista pide permiso para seguir extendiendo el comentario entre líneas: ¿para qué?–, otras veces las cosas (la música, en este caso) suceden por la simple fuerza de quienes las generan. Como todo lo importante en la vida.

7-FRANCO LUCIANI

Presentación del disco Acuarelas de bolsillo.

Músicos: Martín González (guitarra), Facundo Peralda (bajo), Franco Exertier (percusión).

Duración: 100 minutos.

Público: 300 personas.

Viernes 26 de octubre, La Trastienda.

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