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Martes, 13 de noviembre de 2007
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“YO BUSCO VIVIR DE UNA MANERA DIGNA”

“Yo busco vivir de una manera digna”

Más cerca de Alanis que de Shakira, la cantante colombiana vino a presentar Allá en el sur, su flamante segundo disco.

Por Cristian Vitale
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En su niñez, Ilona supo escuchar las canciones de dos argentinos impensados en Colombia: Luis Alberto Spinetta y León Gieco.

Diminuta pero fornida, sensual a su manera, Ilona relaja sus huesos sobre un sillón improvisado: siete u ocho almohadones encimados que le evitan la frialdad del piso. Lleva una minimusculosa negra y sobresale, además de un luminoso tono moreno, el sol tatuado que tiene en el brazo derecho. El marcapiel es rojo y azul y coincide con el significado del apodo: luz del sol. “Cambiar de nombre fue cambiar de vida –arranca ella–. Lo elegí y dije: ‘A partir de hoy voy a hacer lo que quiero ser’.”

–¿Y qué quiere ser?

–Luz.

Breve background: Ilona, cuyo nombre real se niega a revelar, es una cantautora colombiana con dos discos editados (Desde mi ventana y Allá en el sur) y un futuro exitoso. Hija de un lustrabotas del sur de Bogotá que tuvo diez hijos –ella es la tercera– e influida, centralmente, por Alanis Morissette y Tracy Chapman, vio la luz cuando, aún sin disco, fue convocada a cantar en el Festival de Canciones por un Mundo Mejor de Medellín, versión 2004. Hasta entonces tenía banda, tenía canciones (un mosaico estético hecho de rock, rap, rancheras y canciones de protesta) y tenía calle. Mucha, fruto de recorrer buses y plazas de Bogotá. Después, en gran medida por el espaldarazo de León Gieco, que alabó sus canciones, llegaron el disco debut hecho en Argentina –producido por Cachorro López–-, un tema compartido con la banda británica Blue (“One love”), otro con el mismo León (“En la zona”) y el flamante disco Allá en el sur, poblado por once canciones “radiables”. “León fue fundamental para mi carrera”, resume.

–¿Cómo fue el encuentro con él?

–Cuando terminó el festival de Medellín lo fui a buscar a los camarines y le dije: “Usted me marcó la vida con la canción ‘Mi pueblo azul es gris’”. Y hubo mucha empatía... conocí a un ser humano maravilloso, que dice mucho sobre lo que son los argentinos. Cuando grabé mi primer disco, él aceptó con muchas ganas cantar un tema mío que habla del silenciamiento del que es víctima mi país.

Ilona desconoce que hay un tema del acervo gieconiano que le apunta directo al corazón de su tierra (“Bajo el sol de Bogotá”), pero no otros más antiguos. Dice que su niñez estuvo minada por las estrofas de “Mi pueblo azul...”, de “Todos los caballos blancos”, de “Hombres de hierro”. Y sorprende con otra influencia argenta: Luis Alberto Spinetta. “Nunca he escuchado una canción que me inspire amor y erotismo al mismo tiempo como ‘Muchacha ojos de papel’. Me mata la forma en que está escrita... es tan sensual, tan erótica –suspira–. Creo que junto a ‘Barro tal vez’ y ‘Ella también’ es una de sus canciones más bellas. Spinetta escribe desde las vísceras.” Casualmente, Ilona debe su mochila –que pocas veces entreabre en sus canciones– a su padre lustrabotas. Ni Gieco ni Spinetta formaban ni forman parte del mainstream mediático musical colombiano, pero el Don se las arreglaba para conseguir sus discos. “El era un coleccionista del rock y la música de protesta. Cuando era pequeña, le llegaban discos a un nivel muy underground y me los hacía escuchar. Mi padre era un lustrabotas que cantaba hermosísimo... el hecho de ser pobre no lo hace a uno bruto ni estúpido. Fue él quien me inyectó el amor por el arte a través de todos los poros.”

–¿La enorgullece provenir de la clase obrera?

–Totalmente. Yo soy una trabajadora, una guerrera más de un país difícil como Colombia. Pese a los problemas que hay, mi país está hecho de gente muy terraca, luchadora, que siempre va adelante. Es más lindo decir “no tuve las herramientas ni los medios, pero los busqué y los encontré”, a decir “me crié en Milán, me arropaban con sábanas de seda y mi papito me grabó el disco”.

–Sus canciones, sobre todo “Allá en el sur”, “Yo me voy” o “En este lugar”, encierran cierto idealismo y, también, cierta desazón por el mundo que le tocó vivir. ¿Es escéptica?

–Pienso que el mundo en que vivimos es muy frívolo, superficial. Es triste, porque dejaron de ser importantes las cosas importantes: los valores, el amor, la cercanía, la hermandad, la lealtad. No quiero ser pretensiosa, pero yo busco vivir de una manera digna, haciendo lo que me gusta sin pasar por encima de nadie. Sin hacer chuecos ni trampas, porque lo que genera la música es amor... y es lo que pretendo lograr para los demás. Para mí, eso es ser luz: trabajar sin vanidades ni egos. No me importa si llega la abundancia o no.

–¿Prefiere que la comparen con Shakira o con Alanis Morissette?

(Risas.) –Con Alanis. Ella hizo una carrera muy linda, sin necesidad de prostituir su esencia... es una de las grandes artistas del rock, con todo lo difícil que es encontrar una cantante genuina dentro del género. También amo a Tracy Chapman, por su expresividad, por sus historias sencillas y reales. Ella no es una diva: es, simplemente, una música enorme.

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