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Lunes, 10 de diciembre de 2007
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SEGUNDA JORNADA DEL PERSONAL FEST, SIN INCIDENTES

Para rockeros ambulantes

Chris Cornell, Happy Mondays, Spinetta y Fito Páez fueron las principales figuras en el cierre de este encuentro multigenérico, en distintos escenarios del Club Ciudad de Buenos Aires.

Por Roque Casciero
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Chris Cornell, que tocó varios hits de Soundgarden, fue la gran estrella de la noche.

La segunda jornada del Personal Fest fue un muestrario de diferentes actitudes juveniles, tan variopinto que iba desde la placidez del reggae en el segundo escenario hasta el arrebato sonoro del grunge que cerró la noche en el principal. Pero hubo mucho más: funk de importación (¡de la República Checa!), post rock, maestros de las bandejas, locura Madchester y lirismo rockero, entre otras opciones. Ante semejante variedad, el sábado hubo quienes decidieron mantenerse incólumes frente a los escenarios preferidos, pero la mayoría optó por un incesante deambular: dos canciones de Los Cafres antes de salir corriendo a ver a Kid Koala, pero sin descuidar que Fito Páez va a tocar solo con su piano y, claro, se viene Happy Mondays en el principal. ¿Habrá tiempo para comer alguna delicia hecha al wok? Porque la cola para las hamburguesas es larga y, che, en un rato toca Chris Cornell, pero tenía ganas de ver a Jamie Lidell y no va a poder ser...

La gran estrella de la noche fue Cornell, que repasó hits de Soundgarden, otros de menor nivel de su época con Audioslave, algunos temas de su reciente segundo CD solista y un popurrí que incluyó “Whole lotta love”, de Zeppelin, en el que se hizo evidente cuánto tomó Cornell de Robert Plant. Estuvo bien para saldar la deuda con “la voz del grunge”, aunque el tipo haya llegado quince años tarde. Al menos se lo vio en buen estado, todavía cargando el aire con esos agudos que no llegan al grito, y apoyado por una banda con más brillo y actitud que las que generalmente exhiben los sesionistas.

Más temprano, por ese escenario habían pasado los checos Monkey Bussiness con su funk blanco, prolijo y divertido, y un Luis Alberto Spinetta que mostró joyas de su historia como “La herida de París”, “Viento celeste” y “A Starosta, el idiota”. La sola inclusión de ese temazo increíble ya hubiera valido la pena para frenar la caminata y detenerse a escuchar al Flaco, pero en realidad todo su corto set fue de una belleza sobrecogedora. Incluso, hasta se podría decir que hizo un repertorio “festivalero”, porque incluyó canciones como “Seguir viviendo sin tu amor” y “Ana no duerme”, con sus hijos Dante y Valentino como invitados. Antes de Cornell, otro casillero lleno en la lista de glorias que tocaron en Buenos Aires: los Happy Mondays pasearon su sonido madchester con una solidez inesperada. Los rumores decían que el cantante Shaun Ryder y el inefable bailarín Bez no habían parado un segundo ni para dormir en los tres días que llevaban en Buenos Aires, fieles a su leyenda de 24 hour party people, pero no se les notó mucho el desgaste. El cantante gordito, rapado y con campera de cuerocerrada hasta el cuello se mantuvo duro en el centro del escenario mientras el hiperkinético Bez se encargaba de arengar a unas 15 mil personas.

Mientras todo eso sucedía, el escenario secundario era copado por la música jamaiquina y sus numerosos seguidores. Primero Dancing Mood, después Los Cafres y finalmente los boricuas Cultura Profética refrendaron, la popularidad que el reggae y el ska tienen por aquí. En la isla del Muni estuvieron los mexicanos Austin TV, el brasileño Ed Motta y un Fito Páez que llegó a enojarse porque el volumen de los otros escenarios molestaba a su actuación intimista. En un tinglado reconvertido en discoteca, el turntablist Kid Koala dio clases de manejo de las bandejas haciendo un increíble solo de scratching sobre “Blue moon” de Gershwin. Luego, el mutante Jamie Lidell salió de atrás de un arsenal de máquinas y cables para ofrecer su extraño soul, acompañado por un operador de imágenes que trabajaba en vivo... ¡con antiparras y capa roja! Pero nadie se sorprendió por el freak show: por todo el Ciudad pululaban las pelucas de colores.

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