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Lunes, 17 de diciembre de 2007
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BAJOFONDO EN EL TEATRO GRAN REX

El arte de cortar y pegar sonidos

La banda de Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico mostró, con eficacia, cómo la electrónica llegó para codearse con el tango, el candombe y la milonga.

Por Karina Micheletto
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Bajofondo presentó su CD Mar dulce, ante un público que no paró de bailar y saltar.

Esto no es tango electrónico. Hay tango, hay electrónica, también se mezclan rastros de hip hop o rock, candombe o milonga. ¿Al final qué es? Bajofondo dice que aspira a crear un “sonido Bajofondo”, y así se presenta, como una invención de los tiempos. En la presentación de su segundo disco, Mar dulce, a falta de la larga lista de invitados que en el disco hicieron del proyecto una aventura multicultural, con una marca de la canción, aparece cierta repetición de recursos, y una sorpresa con la presencia de Calle 13 como invitados fuera de programa. Todos en el Gran Rex terminaron a los saltos, abajo y arriba del escenario.

El procedimiento básico tiene que ver con tomar formas de la electrónica –la repetición maquínica de motivos, la apuesta al poder hipnótico de esa repetición– pero usándolas de otro modo. Aquí los loops se tocan con instrumentos, versión posmoderna del viejo y glorioso ostinato, gesto primordial de la música. En cambio, ciertas apariciones estelares que marcaron los discos vuelven grabadas y debidamente procesadas: Gustavo Cerati en “El mareo”, el pegadizo hit de Mar dulce, Adriana Varela en “Perfume”, el corte de difusión del primer disco, la fallecida uruguaya Lágrima Ríos, que puso su voz en “Chiquilines”, en la que fue su última grabación. También vuelven desde las entrañas de la máquina, sampleados, Alfredo Zitarrosa o el Polaco Goyeneche.

Santaolalla aporta su voz, en muchos casos “disfrazada”, y hay una participación de la VJ Verónica Loza, pero las canciones del show están básicamente a cargo de los invitados: el ex Peyote Asesino Fernando Santullo pone su toque de hip hopero criollo, Juan Subirá de la Bersuit trae el trazo rockero, Cristóbal Repetto ese gesto de grabación antigua. Llega Calle 13, que vino desde Puerto Rico especialmente para esta participación, y hace “Tango del pecado”, el tema en el que Bajofondo participó como invitado. “Súbele el volumen a la música satánica”, cantan al ritmo acelerado del reggaeton.

Con “Duro y parejo” se recrea el club social, con Santaolalla en el rol de presentador, micrófono antiguo en mano, dando la bienvenida. Queda invocado el espíritu de D’Arienzo, pero esta vez los que lo bailan son otros: pronto todo el teatro está saltando. Y en medio de este clima de club bailable hipermoderno, llueven volantes del cielo: “Cada concierto bailan hasta los muertos”, anuncian. “Nosotros somos de Argentina y Uruguay. Los que nos quieren imitar, no nos pueden igualar. Les falta huevos a la hora de tocar...”

También hay lugar para una pequeña digresión con la inclusión de “De Ushuaia a La Quiaca”, con el sonido del charango, violín y bandoneón, en una versión que bien podría ser uno de los tracks de música para películas en el estilo que impuso Santaolalla –y que le valió nada menos que dos Oscar consecutivos–, ese que a falta de mejor palabra se define como “minimalista”. Otro momento diferenciado del resto fue el bello homenaje “Zitarrosa”, con guitarras acústicas en primer plano. Además de la labor de la VJ, el espacio forma parte del show con candelabros, tubos fluorescentes o guirnaldas de luces que bajan y suben, o un humo pesado que aparece señalando separación.

Llega el hit instrumental del último disco, Grand Guignol –ese que se escucha en tantas cortinas televisivas, en una mezcla en la que vuelve a aparecer el tango–, y el público sigue a los saltos. En el final, el teatro se transforma por un ratito en una rave, con gente también arriba del escenario. Queda claro: si la intención es la de hacer convivir géneros y tendencias, en este tipo de experimentos la electrónica suele mostrarse muy poco democrática.

Los integrantes de Bajofondo dicen que no hacen ni tango ni electrónica, y tal vez tengan razón. Lo que resulta de esta mezcla de posibles sonidos rioplatenses del hoy es una nueva forma. No tiene que ver con el virtuosismo ni con la ejecución de arreglos inspirados, sino con el signo de los tiempos: un cortar y pegar sónico hecho con ojo y oído afinados. Al ritmo del pulso maquinal de la época, Bajofondo anuncia que la era de la post-electrónica también llegó para codearse con el tango, el candombe o la milonga.

7-BAJOFONDO

Presentación de Mar dulce

Viernes 14 de diciembre

Lugar: Teatro Gran Rex

Público: 3000 personas

Músicos: Gustavo Santaolalla, guitarra, percusión y voz; Juan Campodónico, programaciones y guitarra; Luciano Supervielle, teclados; Javier Casalla, violín; Martín Ferres, bandoneón; Gabriel Casacuberta, contrabajo y bajo eléctrico; Adrián Sosa, batería; Verónica Loza, VJ.

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