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Lunes, 17 de diciembre de 2007
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CONVOCO A 60 MIL PERSONAS EN DOS SHOWS EN EL CLUB CIUDAD DE BUENOS AIRES

Calamaro y su ritual de fin de año

La presentación de La lengua popular empezó fría, pero cuando El Salmón se soltó brindó un concierto demoledor.

Por Roque Casciero
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Andrés Calamaro, con campera de cuero bien rockera y pañuelo al cuello.

Hace dos años, al aire libre en Obras, Andrés Calamaro selló su vuelta a la arena rockera con una frase memorable: “No se regresa de verdad sin tocar en diciembre en Buenos Aires”. El año pasado repitió el rito, ya trasladado al club Ciudad y en compañía de Ariel Rot. Y ahora consolida la sana tradición de verlo y escucharlo sobre un escenario justo antes del pan dulce y la sidra, con el agregado de que esta vez sí presentaba un nuevo álbum. En La lengua popular, el discazo que pergeñó con Cachorro López en la consola, el “poeta malhablado” se animó a rodearse de toda la infraestructura que detestaba en tiempos de El salmón. Con la calidad musical y lírica intacta, obtuvo como resultado una gema más para su carrera, con tanto rock como pop (y baladas, reggaetón, cumbia y otras yerbas), y una fluidez que lo depositó en el imaginario colectivo argentino de 2007. ¿Qué mejor prueba que juntar a casi 60 mil personas en dos noches de diciembre en Buenos Aires?

Calamaro y su banda salieron a rockear con todo, con ese link de distorsión que puede encontrarse entre “El salmón” y la reciente “Los chicos”, pero enseguida se hizo evidente que había algunos problemas con el sonido. Las voces de los coristas se escuchan más que la de El Cantante, por ejemplo, y el viento imponía su voluntad a los decibeles. Al rato casi todo eso se solucionó, aunque quedó cierta aspereza saliendo de los parlantes. El propio Andrés parecía preocupado por el sonido del retorno y demasiado concentrado en que todo estuviera bien. Tal vez por todo eso banda y público tardaron en entrar en calor, pese a que la lista de temas fue generosa en hits desde el principio (“Tuyo siempre”, “Te quiero igual”). Con campera de cuero bien rockera y pañuelo al cuello, Calamaro pasaba de la guitarra a los teclados y, de a poco, hasta se animó a correr por el escenario micrófono en mano, dueño de movimientos muy jaggerescos. La primera “diablura” vocal en serio fue en “Carnaval de Brasil”, donde demostró que su garganta aguantaba más que lo que el sonido le permitía esa noche. Cachorro subió para “Soy tuyo” y “Días distintos” tuvo una variante: al principio parecía una versión bersuitera, acorde con los primeros tiempos del regreso de Andrés, pero la segunda parte fue a puro rock’n’roll. Después, un doble rescate emotivo: “Lo que no existe más” y “Crucifícame”, dos canciones de El salmón que aquí no se habían escuchado en vivo, pusieron de buen humor a los fans más acérrimos. Y la notable “Los aviones”, a todo el mundo.

Antes de hacer entrar a Fito Cabrales, líder de Fito & Fitipaldis, Andrés se tomó “un mate amargo para endulzar la garganta” y se animó con una parte de “Los mareados” acompañado sólo por el órgano de Tito D’Avila. Vaya a saber si fue por el mate o por qué, pero desde ese momento todo mejoró: las versiones de “A los ojos” y la acelerada “Loco” calentaron la noche, y Andrés se soltó definitivamente. Por eso cantó “Crímenes perfectos” sentado al borde del escenario e hizo gestos de orgullo señalando su panza en “Sexy y barrigón” (“soy sexy y Barry White”, bromeó). “Madison blues”, de Elmore James, con la ayuda de Ciro Fogliatta, sirvió para que Calamaro presentara largamente a su banda, y al nuevo hit “5 minutos más (minibar)” todavía le falta tuco en vivo, pero eso no obró como anticlímax, sino más bien como un descanso antes del ataque final: “Horarios esclavos”, “Canal 69” y “Paloma” (a esta altura, una especie de himno de los corazones rotos) cerraron el set principal.

Decidido a dar batalla, Andrés entró luciendo una bata de boxeador, pero le duró menos de un minuto: enseguida estaba rockeando, guitarra en mano, a esa altura imparable y en gran forma, rodeado de su banda y los Fitipaldis en pleno. “Le agradecemos al gallego Víctor Sueiro que nos prestó el nombre para cantar tantas noches”, dijo, en el único arranque de esa locuacidad tan propia y tan divertida. “Me arde”, “Estrella” (de los españoles), “Alta suciedad” y “Flaca” conformaron unos bises demoledores, que hicieron olvidar el comienzo algo frío. Es que cuando Andrés Calamaro se decide a hablar en la lengua popular no son muchos los que pueden estar a su altura.

8-ANDRES CALAMARO

Presentación de La lengua popular

Músicos: Andrés Calamaro (voz, teclados y guitarra), Tito D’Avila (órgano), Diego Gallardo (guitarra), Julián Kanevsky (guitarra), Candy Caramelo (bajo), El Niño Bruno (batería), Daniel Suárez y Cóndor Sbarbati (coros).

Invitados: Fito & Fitipaldis

Lugar: Club Ciudad de Buenos Aires, sábado 15 de diciembre

Público: 30 mil personas

Duración: 2 horas

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