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Martes, 8 de noviembre de 2005
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ANACRUSA, HOY EN EL ALVEAR

“A nosotros nos tomaban el pelo”

Por Cristian Vitale
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De Dios relata que las ausencias de Anacrusa “tienen que ver con mi pereza discográfica”.
Abstraído de grandes éxitos comerciales, un poco al margen del imaginario musical argentino, por fuera de un circuito a su medida y desclasificado –por virtuoso y arriesgado– de las bateas, Anacrusa sigue en pie. Juan Castiñeira de Dios, el hombre que marcó el principio motor del grupo allá por 1972, pone reversa en el tiempo y toma conciencia de ello. Pero también de que fue por opción, por un encare prudentemente innovador, por defender una proyección folklórica americana en la que no primaran excesos ni concesiones. Más bien lo contrario. “Tratamos de conservar el sentido cultural profundo de América, con formas folklóricas que van más allá de lo regional”, comienza a despejar el multiinstrumentista. Para una explicación más puntual, es preciso escuchar el último disco de la banda, Encordado, que será presentado hoy a las 21 en el Teatro Alvear. Son 13 canciones “en cuerdas” que recorren estéticas pampeanas, retumbes brasileros, joropos o marineras peruanas, sin desprenderse de un tronco cultural común. Música americana elaborada y, a la vez, respetuosa. “En la música de América hay de todo y vos tenés que optar por algo que tenga que ver con tu espacio cultural, la gran familia de la zamacueca que se dispara de Perú hacia abajo y hacia arriba o la música andina. La música afroamericana ya es un terreno delicado para abordar”, sostiene De Dios, un ideólogo de los sonidos.
La impronta, a esta altura casi exclusivamente anacruseña, también enlaza con las letras. Forjadas en tibias noches por quien fundó el grupo junto a De Dios –Susana Lago–, funden en un mismo trazo vivencias simples y naturalezas inmodificables (Cordillera caminante/ que me camina por dentro (...) quisiera ser una estrella/ para alumbrarte el camino), coinciden con una vieja postura. “En los ’70 trabajábamos buscando materiales anónimos, porque le teníamos tirria a lo que se había impuesto desde lo poético. Había aparecido una gran cantidad de poetas nerudianos que se alejaban mucho de la poesía simple, que nosotros apreciábamos por valiosa en sí misma”, sostiene De Dios. Tal vez por haberle quedado esto claro y pese al cambio de integrantes –hoy completan el grupo Alejandro Santos, Hugo Pierre, Ricardo Lew, Allan Ballán y el zurdo Roizner–, el otro material a mostrar esta noche, Documentos, no se distancia mucho de lo nuevo.
Documentos es la reedición del material grabado originalmente en 1975 y 1976. Y también lo sobrevuela una postura, aunque renovada, similar en esencia. De hecho, Pullas es un joropo tradicional venezolano, M’hey de Guardar le pertenece a Chabuca Granda y Cuándo llegaré, una guajira cubana. “Pese a las distintas formaciones, siempre compusimos o interpretamos con el cuidado de la pertinencia, porque una cosa es que a uno le guste como le queda una guajira y otra que se pueda hacer con propiedad o que tenga sentido hacerla. Le doy un ejemplo: cuando compuse la música para film Vereda Tropical, de Javier Torre, dije: ‘A mi juego me llamaron’, porque la película requería música de Brasil y yo soy un gran hijo de la bossa nova. Pero como una de las protagonistas de la película era la hija de Chico Buarque, me corría un sudor frío por la espalda de sólo pensar que se podía enterar su padre. Hay que atreverse, ¿eh?”
–Muchos lo conocen más por sus trabajos para cine (El exilio de Gardel, El rigor del destino) o por su liga con Miguel Estrella y Mercedes Sosa. ¿Cree que el quiebre de Anacrusa en términos de popularidad fueron los doce años de trayectoria en Francia?
–Es probable. El primer regreso, en 1982, ya fue complicado. Hicimos una operación grande que organizaron Chacho Alvarez, mi amigo, y Cacho El Kadri, un compañero de vida, para tocar en Obras. Pero pasó que prohibieron los recitales y a mí me llevaron preso. En esa época, todos tanteaban, pero nadie sabía hasta dónde se podía ir. Estos riesgos atentaron contra el grupo. Y también mi pereza discográfica: la gente pregunta si nos volvemos a reunir cada vez que tocamos, y no es así. El grupo siguió funcionando todo el tiempo.
–Hablando de riesgos, ¿cuán notorio fue el contraste entre el reacomodamiento del grupo después del exilio y la existencia independiente que habían tenido hasta entonces en la Argentina?
–Muy notorio. Cuando caímos allá, estábamos igual que acá, hasta que apareció un señor y nos invitó a París para hablar con él. Fue el que nos metió en una programación en el Olympia, destinada a mostrar música de América latina. De la noche a la mañana firmamos un contrato con Phonogram por dos discos y ¡tocamos en el Olympia!, que no sólo es prestigioso sino también enorme.
–La época en que Piazzolla grabó el disco en vivo en el Olympia y se radicó en París.
–Justamente en ese momento se profundizó nuestra relación con él. Incluso le propuso a Susana si quería ser la cantante de su orquesta, algo que ella rechazó por seguir con el proyecto de Anacrusa. También coincidimos trabajando con Farías Gómez, Gustavo Moretto, Trasante y Mosalini.
–¿Ese disco –El sacrificio– los puso en “primera división”?
–Totalmente. Pero fue duro, porque lo grabamos y tuvimos que esperar ocho meses que se editara. No sabíamos qué hacer, no podíamos volver a la Argentina, obvio, y tampoco teníamos actividad allí. Finalmente, salió el disco y el Tata Cedrón nos incluyó como número artístico en la inauguración del Teatro Leal. Después, en 1980, grabamos Fuerza y recorrimos casi toda Europa.
–¿Y por qué el devenir en términos discográficos se tornó irregular?
–Por falta de esfuerzo no, lo puedo asegurar. Fue algo superior a mi propio deseo, porque Anacrusa es un proyecto que hemos llevado adelante contra viento y marea. Hubo épocas propicias y otras muy difíciles.
–Además, cuando retornaron definitivamente en los ’90, el país era otro...
–Y nuestra propuesta era lo más ajeno a lo que a la gente le interesaba, pese al folklore joven. Nos daba risa, porque cuando le poníamos batería al folklore nos querían matar. Nos odiaban. Me acuerdo de que uno de los Avalos nos presentó en TV ironizando: “Estos muchachos hacen una música tremenda”. Nos tomaban el pelo, cuando hoy no hay grupo que carezca de batería, bajo o saxo, por más que lo toquen como el traste.
–Pero siguiendo su análisis, esta corriente debería favorecerlos. ¿O no?
–Es paradójico. Es cierto que ahora el contexto ideológico favorece, porque es un momento de renovado latinoamericanismo, pero éste no está acompañado de una propuesta cultural acorde. Antes, uno veía cine brasileño, chileno o peruano, leía a Onetti, Jorge Amado o el boom latinoamericano. Hoy, en cambio, sólo acompaña una iniciativa política.
–Hubo 20 años de vaciamiento en términos de cultura e identidad.
–Y efectivamente muy exitosos, porque los países del continente viven en mundos distintos y ajenos. Cuando se habla del Mercosur, te encontrás con culturas incompatibles por desconocimiento. En cine, no hay manera de hacer una coproducción verdadera con Brasil, porque los actores no se conocen y los escritores tampoco. Con la música pasa exactamente lo mismo.

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