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Martes, 18 de marzo de 2008
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Entrevista al guitarrista Kay Galiffi

“Vivo el rock con la misma pasión”

Luego de participar del regreso de Los Gatos, el músico editó un excelente CD instrumental: Amazonas. Claro que cuesta reconocer el sonido de los tiempos de “La balsa”. “Mi intención es que la guitarra suene como una orquesta”, dice.

Por Cristian Vitale
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Kay Galiffi vive en Río de Janeiro desde 1969. Allí, además de tocar, enseña música.

ABC del primer rock argentino. 1966, Litto Nebbia y Ciro Fogliatta salen a convocar a músicos con un fin: refundar Los Gatos Salvajes. Primero dan con Alfredo Toth, pequeño bajista de 17 años; luego, en Rosario, con un viejo amigo: un estudiante de medicina que, de hobby, toca la guitarra. Gaetano Kay Galiffi primero los histeriquea y después acepta. Tres meses más tarde estaba en los estudios TNT aportando su cuota al primer gran éxito del rock en castellano: “La balsa”. Un giro del azar le transformó la vida: grabó en los tres primeros discos de Los Gatos –incluso compuso “Quizás no comprendan”, un matiz en medio de un rol monopolizado por Nebbia– y en 1969, tras la participación de la banda en el festival de la canción en Río de Janeiro, anidó en Brasil. “Me cautivaron la belleza y la gracia de las brasileras, ¿cómo no me iba a quedar?”, dice hoy, desde tierra carioca. La reaparición de Kay en escena ancla en dos razones: el reciente retorno de Los Gatos –Nebbia transpiró la gota gorda para ubicarlo– y un efecto feliz: la edición de Amazonas a través de Melopea, un disco solista instrumental de notable belleza, que le hace honor al subtítulo: poema de la guitarra.

–¿Cómo aparece el Galiffi de Los Gatos en Amazonas?..., cuesta rastrearlo.

–Puede ser. Pero creo que se mantienen mi pasado blusero-ro-ckero en temas como “La reina del blues” o “El escorpión”, el country en “El campesino y sus duendes danzarines” y el punch de mi sonido que no es común en los guitarristas clásicos. Lo que perdí es la simplicidad..., ahora todo es muy elaborado. Mi intención es que la guitarra suene como una orquesta.

Retrospectiva: instalado en Brasil, Galiffi debutó en una banda de fusión soul-jazz-samba (Impacto 8), que después terminaría acompañando a Milton Nascimento. “Me fui cuando me di cuenta de que era difícil tocar bossa, no tenía los conocimientos suficientes”, admite. Combinó, luego, intensos estudios musicales con trabajos para grupos bailables con un fin: sobrevivir. Pasó por una banda de rock pesado (Analfabeatles), por otra de rock progresivo (Quase) e inició su carrera solista, que implicó una conversión seminal: de la guitarra eléctrica a la acústica. “Empecé a tener una sensación de frustración con la guitarra eléctrica y paralelamente una realización mayor con la clásica”, desliza, ya emplazado como profesor en el Conservatorio Brasilero de Música.

–¿Por qué el disco es enteramente instrumental?

–Siempre me gustó muchísimo la música instrumental, tanto que el tema que más me cabe de Los Gatos es “Mañana”. Igual, hay una paradoja: cuando era chico quería tocar y cantar como Falú.

–Y en Los Gatos no había espacio...

–Litto era el cantor y yo el guitarrista, entonces cada uno ocupaba su función. En la época en que comencé a estudiar guitarra clásica también estudiaba canto, pero la manía brasilera de tomar café caliente y agua fría me dio una faringitis crónica que me hizo desistir.

–¿Cuál es el balance que hace del retorno del grupo, cuarenta años después?

–Todo muy bello y emocionante. Se me vinieron muchos recuerdos encima: lo alucinante que había sido conocer Buenos Aires, los problemas con la policía, el rechazo de la sociedad, el descubrimiento de cosas nuevas a cada instante..., todo eso que fue llenando un inmenso barril llamado Los Gatos que se derramó en la juventud de aquella época.

–¿Le costó adaptarse a las versiones que se hicieron del último período de la banda, en el que Pappo ocupó el rol de guitarrista? Era la gran incógnita del retorno.

–No. Me adapté perfectamente, mantuve los mismos arreglos y los solos de Pappo los toqué lo más parecido posible cuando eran característicos de la música y en otros casos mantuve el espíritu de la cosa. Si yo hubiese continuado con Los Gatos, el sonido y el estilo no hubiesen sido tan diferentes, ya que en esa época estábamos transitando ese camino, como lo prueban las semillas de los arreglos de “Chica del paraguas” o “Eres un hada al fin”. No fue Pappo el que cambió el estilo del grupo, fue el grupo que lo cambió, y en ese momento Pappo era el guitarrista más indicado.

–¿Brasil lo alejó del rock?

–No. Lo vivo con la misma pasión. Me encanta el espíritu del rock, incluso lo mantengo en mi música, aunque sea indirectamente.

–Muy indirectamente. Al menos es lo que deja entrever Amazonas. A propósito, ¿por qué a cada tema le asigna una explicación?: “El Escorpión” se relaciona con el signo de su hija Violeta, “El Hada de las flores” con Cecilia Conde, “La reina del blues” con su ex mujer y así.

–Si no fuera músico sería escritor. Necesito de un “rotero” para inspirarme, siempre me dan ganas de homenajear personas que se destacan, sean seres fuera de lo común o ligados a mí emocionalmente. Me dijeron que tenía que escribir música para películas, pero prefiero escribir músicas para que el oyente imagine su propia película.

–En rigor, Amazonas radica en un viaje por la selva. Sólo hubo que transformar el relato de Joca Morales en sonidos...

–Aparte de ser un gran baterista, Joca es una persona fantástica y un súper compañero; cuando volvió de su viaje a Amazonas y me contó todo, mi imaginación se incendió y rápidamente me vino la idea de transformarlo en música. Como el Amazonas es algo grandioso, lo primero que se me ocurrió fue componer para una gran orquesta, pero considerando que la guitarra es una orquesta en miniatura, me pareció que sería fuera de lo común componerla en la guitarra. Me vino la imagen del río: hice unos arpegios imitando un arpa; sigue una parte lenta, que es la marcha de los indios por la selva, ahí los animales comienzan a correr asustados y se oye el vuelo de los pájaros. Termina con el canto grave y poderoso de los indios. –Estuvo cuarenta años sin pisar Buenos Aires, ¿qué sensación le provocó la ciudad?

–Una impresión muy agradable al ver que no hubo mucha mudanza moderna. Temía que estuviese igual que San Pablo, pero encontré una ciudad bien conservada. En relación con la música y la cultura me impactaron el Dúo Salteño, Alambre González, Luis Salinas y el catálogo de Melopea. También me causó buena impresión La Renga, pero, con todo respeto, no me gustaron ni un poquito bandas tipo Babasónicos o Los Piojos.

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