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Martes, 25 de marzo de 2008
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A los 66 años, murió Neil Aspinall, el auténtico “Quinto Beatle”

El hombre al volante de la camioneta

Desde que compartió la escuela con Paul McCartney y George Harrison, el destino de Aspinall quedó ligado para siempre al cuarteto. Al frente de Apple Corps., fue uno de sus hombres de mayor confianza, gestor de perlas como Anthology y el compilado 1.

Por Eduardo Fabregat
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Entre 1967 y 2007, Aspinall condujo los complejos destinos de Apple Corps., la compañía de The Beatles.

La definición “quinto Beatle” fue aplicada a más de un personaje –sobre todo a la figura de Sir George Martin–, pero fue el mismo George Harrison quien aclaró los tantos cuando, en la inducción de The Beatles al Salón de la Fama del Rock and Roll en 1988, lo señaló como el Auténtico Quinto Beatle. Con ese certificado oficial, y considerando la historia del galés, puede decirse que la familia de Liverpool perdió a otro hijo dilecto: el domingo, en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center y a causa de un cáncer de pulmón, murió Neil Aspinall, el hombre que estuvo allí cuando The Beatles era sólo un proyecto, y se convirtió en figura clave en su mitología.

“Todos sus amigos y seres queridos lo extrañaremos mucho, y siempre guardaremos los más cariñosos recuerdos de un gran hombre”, señala la nota difundida ayer por Apple Corps. y firmada por Paul McCartney, Ringo Starr, Olivia Harrison y Yoko Ono. “No podemos dejar de agradecer sus consejos y su confiable administración, que dejó un legado duradero para las próximas generaciones.” Es que la relación entre Aspinall y los músicos se remonta al Liverpool Institute, donde trabó amistad con Paul, George y Pete Best, primer baterista del grupo, con cuya madre se enredó sentimentalmente y terminó teniendo un hijo. Nacido en Prestatyn, Gales (donde su familia se había refugiado de los bombardeos habituales en Liverpool durante la Segunda Guerra), el 13 de octubre de 1941, Aspinall se convirtió en ese amigo del alma necesario en cualquier banda: el que salía a pegar afiches y, junto a Mal Evans, manejaba la camioneta, cargaba equipos y oficiaba de guardaespaldas en la apretada agenda del grupo por los pueblitos ingleses. Y hasta acompañó a Best en la reunión con Brian Epstein en la que debió bajar el mal trago de ser reemplazado por Ringo Starr.

A medida que la fama del cuarteto se disparaba a la estratosfera, las labores de Aspinall se complejizaron, pero siempre estuvo a mano de lo que necesitaran John, Paul, George y Ringo. La confianza incondicional que le tenía el grupo fue razón suficiente para que, a la hora de manejar la flamante Apple Corps., fuera un nombre cantado. Aceptó “hasta que encuentren a otro”, pero su historia allí continuaría hasta 2007. Incluso, cuando el financista Allen Klein fue llamado para salvar el desastre hippie en que la compañía se había convertido, la única orden de Lennon fue “Ni se te ocurra tocar a Neil y Mal”. De hecho, lo mejor de Aspinall en Apple estaba por venir. Cuando la banda se disolvió, el galés quedó como principal custodio de su legado, supervisando litigios legales sumamente complejos, que iban de regalías mal pagadas por EMI o el célebre juicio contra Apple Computers, a aquellos en los que los mismos Beatles se demandaban unos a otros.

Aspinall se las arregló para conservar las buenas relaciones con todos, una actitud clave en la amarga etapa posterior a la separación de The Beatles: por eso no extraña que su trabajo más fecundo en la compañía llegara a comienzos de los ’90, cuando las viejas heridas al fin empezaron a cicatrizar. Primero fue el doble Live at the BBC, que rescató una valiosísima serie de actuaciones del grupo en los estudios de la emisora inglesa. Pero el proyecto más ambicioso fue The Beatles Anthology, pensado en 1970 como película y finalmente realizado como especial televisivo de seis horas, un videohome de cerca de trece horas y su correspondiente soundtrack integrado por tres discos dobles. Allí quedó clara la capacidad organizativa de Aspinall, que junto a George Martin le dio forma al documental por excelencia –de hecho, de allí en más el término Anthology fue utilizado por varios otros– y dio el toque final con las entrevistas conjuntas de McCartney, Harrison y Starr para el especial.

Superado con éxito el desafío del Anthology, Aspinall encontró el camino allanado para nuevas aventuras. A medida que se resolvían los juicios con EMI y los Beatles vivientes y las viudas podían dialogar de un modo más fluido, el hombre a cargo de Apple le fue dando forma a varios lanzamientos que reavivaron la llama Beatle. Como Yellow Submarine Songtrack, con sus canciones remasterizadas; 1, una recopilación de “números uno” del cuarteto que –no podía ser de otra manera– reventó los charts de todo el mundo; la reedición de los discos rojo y azul, y Let it be... naked, el proyecto que eliminó las pesadas orquestaciones que tantos fans de The Beatles aprendieron a odiar. Paradójicamente, su última labor no tuvo la misma respuesta: Aspinall puso sus mejores esfuerzos en Love, el disco mutante que remezcló las canciones especialmente para el espectáculo del Cirque du Soleil, pero que terminó cerca del fiasco comercial y, a pesar de sus cualidades técnicas, se diluyó como un mero subproducto.

A esa altura, además, la posición de Aspinall en Apple estaba comprometida. No sólo por su enfermedad, sino también por las ásperas disputas alrededor del modo en que el catálogo Beatle debía comercializarse en Internet. El 10 de abril de 2007, Aspinall, convencido de que los planes para darle salida a uno de los filones más valiosos de la comercialización digital terminaría bastardeando la obra de sus empleadores y amigos, se fue golpeando la puerta. Nada casualmente, tres días después Apple Corps. anunció la finalización de los acuerdos necesarios para lanzar el catálogo online durante este año.

Fue su auténtica mano derecha. Condujo las difíciles negociaciones de derechos para las figuras de la tapa de Sgt. Pepper’s lonely hearts Club Band. Su voz resuena en los coros de “Being for the benefit of Mr. Kite!” –donde también grabó una armónica– y “Yellow submarine”, y tocó la tandoora en “Magical mystery tour”. Filmó las escenas que se ven en el “clip” de “Something”, que apenas disimulan el hecho de que no se ve nunca a los miembros del grupo juntos. Estuvo en las neblinosas madrugadas de Liverpool, conduciendo una camioneta en la que viajaban cuatro pibes destinados a cambiar la música popular del siglo XX. Años después, George se encargaría de darle el título con el que soñaron muchos. Adiós, quinto Beatle.

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