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Lunes, 31 de marzo de 2008
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Horacio Lavandera inicia hoy una serie de cuatro conciertos en el Maipo

El pianista que elude los clichés

Por Diego Fischerman

Horacio Lavandera no es un pianista típico. Tampoco lo es que un músico clásico aparezca en grandes carteles pegados en la calle, que realice un ciclo de cuatro conciertos en una sala como la del Maipo y que su repertorio, presentado además con énfasis militante, esté conformado por obras de compositores argentinos de este siglo y el pasado. Pero Lavandera tampoco se acerca a los lugares comunes en otras cuestiones: tiene 23 años y su aspecto es el de alguien aun menor, pero nada más alejado de su perfil que el del “niño prodigio virtuoso”. No son las rápidas escalas ni las asombrosas proezas las que le han ganado el prestigio ni las que lo llevan a debutar dentro de unos pocos meses en el Carnegie Hall sino, más bien, el abordar obras que lo desafían intelectual y expresivamente, el haber sido recibido, escuchado y aconsejado por Maurizio Pollini y el haber trabajado obras de Karlheinz Stockhausen bajo la tutela del propio compositor.

El ciclo en el teatro Maipo –Esmeralda 443–, que comenzará hoy y continuará los próximos lunes 7, 14 y 21 de abril, siempre a las 20.30, presenta un programa original no sólo por incluir autores vivos como Osvaldo Golijov, Fabián Panisello, Gabriel Senanes o Esteban Benzecry, y obras escritas por ellos entre 2005 y 2007, sino por poner en valor un conjunto de composiciones sumamente importantes y muchas veces subestimadas. Es que el nacionalismo, que en otras artes fue signo de modernidad y compromiso político, en la música fue visto como signo de reacción y conservadurismo. Hoy, ya lejos de las barricadas, las exquisitas piezas de Julián Aguirre o el potente estilo rítmico de Alberto Ginastera pueden ser disfrutados simplemente por lo que son: música original, interesante y capaz de conmover. En la primera parte de sus conciertos Lavandera interpretará Huella y Gato, escritas por Aguirre en 1917 y 1918 respectivamente, la Milonga del volatinero, Op. 76 No. 2, compuesta por Alberto Williams en 1916, y, de Ginastera, el Rondó sobre temas populares infantiles Op. 19, de 1947, las Danzas Argentinas, Op. 2 –-Danza del viejo boyero, Danza de la moza donosa y Danza del gaucho matrero–, compuestas en 1939, y la Sonata no.1, op. 22, escrita en 1952. La segunda parte abrirá con Doble estudio no. 6 de Panisello (un estreno para la Argentina de esta obra creada el año pasado), Triciclo –Listo el pollo, Pato al agua y Mi longa codita–, compuesta por Senanes en 2005 y ya estrenada por Lavandera, Toccata Newen, escrita ese mismo año por Benzecry, y, también de 2005, Levante, de Golijov.

Después de estos conciertos Lavandera volverá a Europa, donde reside, y regresará a Buenos Aires para tocar junto a la Filarmónica de Buenos Aires el Concierto en Fa de George Gershwin (12 y 13 de junio, esta última para Festivales Musicales) y para brindar, el 4 de julio y también para esta asociación, un recital con obras de diversos autores inspiradas en Bach. En un reportaje concedido a Página/12 cuando apenas tenía veinte años, Lavandera, que ya a los 16 había ganado el Concurso Umberto Micheli, celebrado en el Teatro Alla Scala de Milán, definía su credo: “Ser lo más preciso posible como intérprete”. Y, acerca del repertorio, explicaba: “En la elección de siempre aparece, inevitablemente, el deseo de agradar al público. El asunto es no quedarse en eso. Yo trato de elegir, al mismo tiempo, obras que hagan reaccionar, nuevas músicas, cosas que no se hagan habitualmente”. En su concierto del 12 de octubre, en el Carnegie Hall, tocará la Fantasía bética de Manuel de Falla, dos Nocturnos de Chopin, la Waldstein y la Claro de luna de Beethoven y una Rapsodia húngara de Liszt. “En una obra busco la densidad –afirma–. Eso no implica necesariamente música contemporánea: Brahms, Bach o Beethoven, mucha de la obra de Chopin, tienen esa densidad. Y tampoco puede juntarse toda la música del siglo XX como si se tratara de una única cosa. Ravel no es lo mismo que Bartók ni que Prokofiev, de la misma manera que Berio no es igual a Stockhausen.” Una de las preocupaciones de Lavandera es el equilibrio de las interpretaciones, y opina que “una interpretación debe ser personal pero partiendo del esfuerzo por entender el mundo estético del autor. Tratar de entender por qué, en ese lugar, puso una nota y no otra”. Admirador de Pollini, Claudio Arrau y Wilhelm Backhaus, también idolatra a Thelonious Monk: “Me encanta su manera de tocar; la forma de acentuar zonas que para otros serían totalmente accesorias”.

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