Las patas en las fuentes comienza cuando todas las voces anteriores se han roto, cuando todos los poemas ya escritos se han destrozado. ¿Cuál serÃa ante tanta ruina la actitud del poeta? Ni la de inventar un mundo –lo que serÃa dichoso–, ni la de reunir los pedazos esparcidos –lo que serÃa apenas valioso–. Leónidas Lamborghini no ofrece dicha, valor o elegancia. Ofrece una voz en desvarÃo que ha visto proceder toda la historia pero recuerda maniáticamente apenas algunos trozos. ¿Los recapitula? No sólo. También los repite como un bufón atontado. No puede parar de hablar, surgen melodÃas olvidadas que debe dejar incompletas y proposiciones épicas que ya son noticias añejas. Las expone como letanÃas que provienen del infierno o de una vida anterior que no se recuerda haber vivido.
Es duro querer recordar y que sólo vengan a la conciencia balbuceos entrecortados. Leónidas, el gran poeta de la lengua nacional herida, hizo de la poesÃa un esfuerzo por captar lo hablado hace muchos siglos en una caverna platónica, en un monólogo shakespeareano recitado sin ilación, en un suburbio marechaliano con alegorÃas ya extenuadas, indescifrables. Los personajes, el solicitante descolocado, el saboteador arrepentido, el letrista proscripto, son almas en pena que revuelven en un basural sus palabras extraviadas. Quizá no tenga este largo ciclo nacional que comienza al promediar el siglo veinte hasta nuestros dÃas –sÃ, hasta hoy nomás– una balada tan conmovedora sobre las vicisitudes de la civilización argentina.
Si es posible un paÃs, lo será en el esfuerzo de encontrar una pieza trascendental del lenguaje que ilumine todos los demás lenguajes. Eso no es posible, piensa Leónidas Lamborghini. Pero es posible hacer una poesÃa que relate las insinuaciones de esa búsqueda. Que es solicitud descolocada, descolocamiento que se sabotea, proscripción que es reminiscencia inhallable, tango o aire martinfierresco que se va evadiendo. Las poesÃas de Lambor-ghini ocurren antes que actúe la conciencia lúcida. Esta no está colocada, sólo hay preconciencia dolorida, tierra baldÃa o basural de León Suárez. Es que Las patas en las fuentes, el gran poema del lenguaje traspapelado de la lucha argentina, está entre T. S. Elliot y Rodolfo Walsh. Es enteramente legible también para descifrar estos dÃas que corren.
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