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Viernes, 17 de octubre de 2008
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FERNANDO SAVATER, GANADOR DEL PREMIO PLANETA DE NOVELA

“Esto hay que tomarlo como un juego”

El narrador y filósofo se impuso con La hermandad de la buena suerte, historia de intrigas que se editará en noviembre.

Por Javier Rodríguez Marcos *
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Fernando Savater quería reivindicarse como “escritor de ficciones”.

Desde Barcelona

El Premio Planeta es un circo de cuatro pistas en el que Fernando Savater se mueve resignado pero con soltura. Una cena multitudinaria con pompa y circunstancia, un suspenso de cartón piedra barnizado de purpurina a la espera de salir en directo por televisión y una quiniela teledirigida que el miércoles pasado, como decían algunos, fue quiniela hípica. Al final se confirmó un resultado cantado de antemano: Savater ganó con La hermandad de la buena suerte, una novela que llegará a las librerías el 6 de noviembre junto a Muerte entre poetas, de Angela Vallvey, la otra finalista.

En un hotel de Barcelona y durante todo el día de ayer, el escritor iba de sofá en sofá y de micrófono en micrófono hablando de una novela que nadie ha podido leer todavía. Eso sí, profesional y amable, certero y brillante, tiene una sonrisa y una frase para cada uno. A sus 61 años, lleva quince días jubilado de su cátedra en la Universidad Complutense de Madrid y, este mismo fin de semana, en cuanto cierre el primer capítulo del maratón promocional, piensa irse a las carreras de caballos. De eso trata su novela, de la búsqueda que se desata cuando, en vísperas de una importante carrera, desaparece un jockey emblemático. Para Savater, la relación entre detectives y filósofos es clara: “La filosofía es una labor detectivesca que empieza porque quieres saber qué pasa, qué nos pasa. Hay un crimen al fondo del cual somos víctimas nosotros. La filosofía es una novela policíaca en la que la propia víctima investiga quién va a matar y por qué”. De todos modos, avisa que ha descansado de sí mismo y quiere que sus lectores también descansen de los temas más habituales de sus ensayos: “Les ahorro todos los sermones. No me gustan las novelas con teoría. Proust decía que escribir una novela con teoría es como hacer un regalo con el precio puesto”.

Lector antes que escritor, el pensador aprovecha para rendir homenaje a los grandes escritores sobre carreras de caballos: “Espero que la mía sea la segunda mejor novela de este género escrita en español. La primera es Caballo de copas, de Fernando Alegría, un chileno al que no me canso de recomendar a los editores”. Junto a Alegría, otros nombres: Dick Francis, jockey él mismo, piloto de la RAF en la Segunda Guerra Mundial y autor de numerosos thrillers con fondo de hipódromo. O Edgar Wallace, aficionado a las carreras y conocido en todo el mundo como el guionista de King Kong. El gran mono, de hecho, presidía la corbata que Savater lució en la cena de gala planetaria: “Siempre ha sido mi mito predilecto. Pensaba en esa cena con espanto y pensé que King Kong me transmitiría algo de su fuerza. Me horrorizan los actos sociales. Siempre he pensado que, como soy malo, en lugar de al infierno me mandarán a un cocktail”. Nadie lo diría.

Una novela de aventuras, más que de detectives, con fondo metafísico. Así define su autor La hermandad de la buena suerte. “Una novela low fat –prosigue–, sin relleno ni dilación, que según Stevenson es el gran problema de las novelas. Mi reto ha sido dilatar sin rellenar, adelgazar el libro sin deshojarlo.” Lo que va a engordar es la cuenta corriente de este autor de clásicos y superventas como Etica para Amador o La infancia recuperada. ¿601.000 euros darán para comprarse un caballo? “No podré hacer como Antonio Skármeta, que con el dinero de la adaptación de El cartero se compró un caballo al que llamó Postino.” No habrá, pues, un caballo Patricio, el seudónimo con el que Savater, que muestra su anillo hípico comprado en Irlanda, concurrió al concurso.

Savater tiene motivos para creer en la buena suerte, pero matiza: “Creo que hay una suerte y somos nosotros los que tenemos que convertirla en buena”. Tocado con la varita mágica del Planeta, el escritor aclara que se presentó al premio, del que ya fue finalista en 1993 con El jardín de las dudas, para reivindicarse como escritor de ficción: “No hace tanto escribí El gran laberinto, una novela para adolescentes que a mí me gusta mucho. Nadie le hizo mucho caso. Los filósofos pensaron que era un divertimento, y los que se dedican a la literatura juvenil, que eran cosas de filósofo. Pensé: la próxima vez todo el mundo tendrá que enterarse”.

La pregunta cae por su peso: ¿qué hace un profesor de ética en un premio siempre sospechoso de estar encargado, pactado o sugerido? El no se inmuta: “Es como si estuvieran bajo sospecha los Reyes Magos. Es un juego y hay que tomarlo como es. A estas alturas se sabe más o menos cómo funciona, qué tipo de libro gusta. Hay que juzgarlo literariamente. Funciona como elemento de promoción de lectura. El propio Juan Benet, que fue finalista, me dijo que el premio le había servido para darse a conocer a nuevos lectores. Era un hombre exquisito y a priori poco planetario, pero su audiencia creció. Como no es obligatorio jugar a este juego es absurdo poner, a estar alturas, cara de virgen ofendida”. Sin contradicción, pues: “Si ves que algún día me dan un premio en un concurso de belleza piensa que hay manipulación, pero los premios que me den por escribir bien puedes pensar que están bien dados”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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